Kundera sentia uma admiração infinita por Cervantes. E pensava que os romancistas só devem prestar contas diante dele. Javier Cercas para El País:
Milan Kundera pensaba que un novelista sensato no debe opinar sobre política: en cuanto un novelista opina sobre política,
pensaba, pasa a ser juzgado por sus opiniones políticas y no por sus
novelas, lo cual es una catástrofe, porque lo mejor que puede decir un
novelista lo dice con sus novelas, no con sus opiniones políticas. Como
insensato novelista que opina sobre política, opino que Kundera lleva
razón. El escritor checo habló muy poco de política en su escéptica
madurez parisiense —no así en su juventud praguense de entusiasta
estalinista—, pero nunca se libró del sambenito de escritor político, ni
logró que sus libros dejaran de leerse como meros testimonios de un
disidente de la Europa comunista. Una paradoja muy kunderiana, que
demuestra que, como dijo el oráculo, hagas lo que hagas, te
arrepentirás.
Kundera
murió el 11 de julio en París, donde residía desde 1980. Apenas dio a
la imprenta un libro irrelevante, pero, vistas con la perspectiva del
tiempo, las cuatro novelas que publicó antes de La insoportable levedad
del ser se me antojan casi ejercicios preparatorios. Cyril Connolly
sostenía que la verdadera función de un escritor consiste en escribir
una obra maestra. Kundera escribió dos: La insoportable… y La inmortalidad.
La primera tuvo un problema: se convirtió en un best seller, lo que
autorizó a los papanatas a despreciarla sin leerla, o leyéndola por
encima. Lo sé porque yo era uno de ellos; de hecho, sólo la leí porque
Italo Calvino aseguró que era un acontecimiento literario. Lo era. En
esa novela cristaliza la fórmula Kundera, compuesta en lo esencial por
cinco ingredientes. Primero: la feliz combinación del espíritu
libérrimo, mestizo, gamberro, digresivo y humorístico de la novela
primitiva (o cervantina) y el rigor geométrico de la novela moderna (o
flaubertiana), que exige que cada pieza desempeñe una función en el
conjunto, como en un rompecabezas. Segundo: la mezcla inextricable de
narración y reflexión, de tal modo que, en las novelas de Kundera, las
ideas son tan esenciales como los personajes o la trama. Tercero: una
composición musical (Kundera era hijo de músico y estudió música), a
base de repeticiones y variaciones de motivos que estructuran el libro y
lo abren a sentidos imprevistos. Cuarto: una prosa de una transparencia
cristalina, empapada de Kafka y Hemingway, capaz de sumergirse en
honduras filosóficas sin perder claridad. Y quinto (pero no menos
importante): el uso sistemático de la ironía; como cualquier persona
sensata, Kundera sentía una admiración infinita por Cervantes,
pensaba que los novelistas sólo debemos rendir cuentas ante él, que
Cervantes había impuesto la ironía como instrumento esencial de la
novela, que la ironía es una forma de conocimiento tan útil como la
ciencia, y el humor, la cosa más seria del mundo.
He
ahí su fórmula, que luego aplicó en sus novelas posteriores, deliciosa
música de cámara comparadas con sus dos grandes sinfonías. (Es un
reproche que se le podría hacer a Kundera: que, una vez que se encontró a
sí mismo, no buscara otro Kundera).
Fue sobre todo un novelista, pero sus ensayos son tan valiosos como sus
novelas: salvo Vargas Llosa, no conozco a ningún novelista actual con
una visión tan coherente, poderosa y persuasiva de la novela. Fuera de
su país lo apreciamos mucho más que dentro, porque nadie es profeta en
su tierra y porque sus novelas tocan puntos neurálgicos de la historia
checa, ante los cuales los paisanos exigen que se tome partido con
claridad, que es casi lo peor que puede hacer un novelista. Consideraba
que la biografía de un autor es irrelevante para entender su obra,
porque había leído a Proust y sabía que el verdadero yo del escritor “no
se muestra más que en sus libros”. Consideraba asimismo que la novela
es ante todo una herramienta de conocimiento existencial. “El valor de
una novela”, escribió, “reside en la revelación de las posibilidades
hasta entonces ocultas de la existencia como tal; dicho de otro modo: la
novela descubre lo que está oculto en cada uno de nosotros”.
Milan Kundera fue uno de los novelistas fundamentales de la segunda mitad del siglo XX.
Postado há 3 weeks ago por Orlando Tambosi
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