Em artigo publicado pelo Instituto Cato, o professor Alberto Bengas Lynch (h) critica as pretensas conclusões científicas das pesquisas de opinião:
Como
es de público conocimiento se reiteran las fallas colosales y las
sorpresas monumentales respecto al resultado de encuestas de opinión
elaboradas por prestigiosos especialistas en todas partes del mundo. Una
y otra vez irrumpen los yerros y muchos son los que atribuyen la
equivocación a técnicas inapropiadas del respectivo muestreo y
equivalentes que deben ser corregidas pero en verdad el problema radica
en otro lado bien distinto.
Tal
como alguna vez se ha explicado hay aquí un fenomenal problema
epistemológico que hace prácticamente imposible sistematizar el acierto.
Veamos el asunto por partes. Si entramos a una fábrica de tuercas donde
se producen en serie y queremos saber acerca de las características de
lo que sale al final de la producción, es aconsejable tomar una muestra y
extrapolarla al universo al efecto de evitar el análisis de cada una de
las tuercas en cuestión. Esto es valedero y da buenos resultados en el
sentido que la muestra refleja la totalidad.
Ahora
bien, la cuestión con los seres humanos es radicalmente distinta. Las
personas no son tuercas, cada una tiene su modo de ver las cosas y por
ende sus opiniones son muy disímiles. Es por ello que resulta del todo
inapropiado extrapolar una muestra al universo como si los seres humanos
estuvieran producidos en serie sin diferenciación. Es cierto sin
embargo que grosso modo preguntas bien formuladas a un grupo pueden
eventualmente reflejar algunos aspectos de la opinión de otros no
consultados. Muchos de nosotros, por ejemplo, solemos preguntar a
taximetreros o verduleros sobre la marcha de tal o cual cosa en la
esperanza de auscultar algo de la realidad y eventualmente –según sean
los candidatos interrogados– nos podemos formar una idea aproximada de
lo que se opina. Pero estos procedimientos no tienen la pretensión de
convertirse en encuestas “científicas” donde se tiene la arrogancia de
explicitar el margen de error incluso con decimales. En otros términos,
una cosa es preguntar al bulto para contar con alguna idea en borrador y
otra bien distinta es una especie de confabulación con halo de
exactitud y ciencia rigurosa.
También
debe subrayarse que cuanto más cultivadas sean las personas mayor es la
dispersión puesto que la individualidad surge con mayor ímpetu,
mientras que cuanto más sea la masificación mayor será el espíritu de
rebaño y por ende en el primer caso se torna aun más difícil que la
muestra represente al universo que puede en algo acercarse en el
segundo. En este sentido, es probable que las nuevas tecnologías al
permitir mayor información particular vía las redes y similares que
suscitan debates también particulares hacen que se vayan forjando
opiniones individuales con mayor fuerza respecto a lo que era antes con
medios de comunicación unificados.
Más
aun, en este contexto resulta tragicómico que se pretenda extraer
muestras según las denominadas “clases sociales” sobre lo cual ya he
escrito en otra oportunidad pero que ahora resumo en una cápsula.
Pertenecer a distintas clases sociales remite a distinta naturaleza, lo
cual es un desatino mayúsculo cuando se aplica a seres humanos ya que
todos compartimos la misma condición.
Más
aun, la expresión “clase baja” resulta repugnante, la “alta” es de una
frivolidad alarmante y la “media” resulta del todo anodina. Se argumenta
que no es a la naturaleza de las personas a que se refiere la
clasificación de marras sino que se alude a los ingresos bajos, medios y
altos y las circunstancias varias que rodean a estas situaciones. Pues
si de eso se trata es mejor decirlo abiertamente, es decir, referirse a
ingresos bajos, medios y altos. Por otra parte, tengamos siempre
presente que todos tenemos en común que descendemos de las cuevas y de
la miseria más brutal.
Se
que los susodichos encuestadores, muchos sociólogos y algunos colegas
economistas recurren con pasmosa inocencia a esa terminología de las
clases sociales pero recordemos que la genealogía proviene del marxismo
que efectivamente consideraba a personas de distinta naturaleza según
“la clase” y Hitler y sus secuaces luego de infinitos embrollos
clasificatorios finalmente adoptaron el criterio de Marx dado que
rapaban y tatuaban a sus víctimas para distinguirlas de sus victimarios y
concluir que el tema era “mental” para separar al “ario” del “judío”.
Marx
sostuvo que el proletario y el burgués son de una clase distinta porque
tienen una estructura lógica diferente, lo cual se denominó
polilogismo. Ni Marx ni ningún marxista explicaron en que se diferencian
las ilaciones lógicas y los silogismos respecto a lo estampado por
Aristóteles. Como hemos dicho antes, no explica que le ocurre en su
estructura lógica al proletario que se gana la lotería, al burgués que
se arruina o al hijo de un burgués y una proletaria.
Este
análisis defectuoso basado en las supuestas clases sociales conduce a
sostener que una persona con un patrimonio tal, con residencia en cierto
pueblo, con una vestimenta cual, con un automóvil o bicicleta de tales
características y que almuerza salchichas con mayonesa representa a
todos los que se ajustan a esos parámetros lo cual carece de toda lógica
pues pasa por alto que cada persona es única e irrepetible en la
historia de la humanidad. Encarar de este modo las encuestas constituye
una afrenta a la civilización, asimila al ser humano a la bestia y
contradice los principios más elementales del individualismo
metodológico. Se insiste en argumentar que la dificultad estriba en que
con la pandemia las requisitorias presenciales no pueden llevarse a cabo
lo cual modifica la calidad de los resultados, pero en cualquier caso
el problema epistemológico subsiste.
Los
resultados más chocantes para el público y para los especialistas y
politicólogos en general seguramente han sido las PASO recientes en
nuestro país, el referendum sobre el Brexit en Inglaterra, las últimas
elecciones generales en Israel, el Acuerdo de Paz en Colombia, las
reiteradas elecciones estatales norteamericanas y las conjeturas
peruanas sobre las recientes presidenciales pero, como decimos, el
problema de fondo subyace en todas las encuestas pasadas, presentes y lo
seguirán haciendo en el futuro mientras la naturaleza humana no se
modifique: las personas no son tuercas.
Estos
razonamientos no significan necesariamente tirar la toalla y no hacer
ninguna encuesta, se trata de ser más modestos en las presentaciones y
no alardear de científicos y de un rigor inapelable con afirmaciones
categóricas rodeadas de ridículos decimales. Tal vez sea mejor estas
indagaciones incompletas y pastosas que no tener nada, pero repetimos es
necesario tener en cuenta la trastienda epistemológica.
Este artículo fue publicado originalmente en La Prensa (Argentina) el 5 de octubre de 2021.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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