BLOG ORLANDO TAMBOSI
Spinoza foi o filósofo da compreensão, da razão, da liberdade e da tolerância. Frente ao avanço da irracionalidade e do fanatismo, há que lê-lo. Enrique Krauze, editor da Letras Libres, que dedica o número de setembro ao pensador:
He cuidado atentamente de no burlarme de las acciones humanas, no deplorarlas, ni detestarlas, sino comprenderlas.
Tratado político
¿Qué
tiene que decir Baruch Spinoza, un remoto filósofo del siglo XVII,
sobre los predicamentos del siglo XXI? Mucho, porque los fanatismos que
enfrentó de manera solitaria en su tiempo se han multiplicado en el
nuestro. Aquellos provocaban guerras religiosas; los actuales –surgidos
de identidades ciegas, narcisistas, excluyentes– se disputan, con igual
ferocidad, el reino de este mundo. Ayer marchaban los soldados de la fe;
hoy proliferan los cruzados de la raza, la nación, la clase, la lengua,
la ideología, el género, la cultura. Entonces los inquisidores
excomulgaban a los herejes. Ahora los iluminados de derecha o izquierda
“cancelan” a los que piensan distinto o los queman vivos en las redes
sociales. Por si fuera poco, el absolutismo político, las supercherías
que pasan por verdades, las guerras de conquista y de limpieza étnica
que creíamos extirpadas de la historia, han vuelto con ímpetu renovado.
Por todo ello, Spinoza –pionero universal en el ejercicio público de la
razón, la búsqueda de la verdad objetiva, la defensa de la civilidad
republicana, la libertad y la tolerancia– tiene mucho que decir a
nuestro siglo.
La
crítica radical de Spinoza a los poderes teológico-políticos tuvo su
origen en la herida histórica que sufrieron sus antepasados: la
expulsión de los judíos de Sefarad, como llamaban a su centenario hogar
español. Por cerca de un siglo, los Spinoza se refugiaron en Portugal,
donde ocultaron su fe adoptando nombres y ritos cristianos, pero sin
perder el espíritu combativo para recobrar la libertad de creencia que
les era natural y que cruelmente se les negaba. Por defenderla
activamente apoyaron rebeliones contra el absolutismo de Felipe II en
Portugal y algunos murieron en la hoguera de la Inquisición. Otros
emigraron por un tiempo a Nantes y finalmente se establecieron en
Ámsterdam, donde el 24 de noviembre de 1632 nació Baruj (nombre hebreo
que significa “bendito”).
En
1656 ocurrió el episodio más conocido de la vida de Spinoza: su
excomunión de la comunidad judía de Ámsterdam. ¿Por qué sus
correligionarios llegaron a ese extremo? Si habían padecido tanto para
perseverar en su fe necesitaban combatir la heterodoxia, que
interpretaban como un error y una traición. Pero el joven Spinoza
entendió que la única manera de superar todas las intolerancias era
combatirlas de raíz y para ello dedicó su corta vida (murió a los 44
años) a concebir una especie de “religión filosófica” basada no en la
autoridad de las Escrituras sino en la comprensión de la Naturaleza (que
equiparaba con Dios) y la defensa de la libertad de pensamiento.
Hay
dos conceptos de libertad aparentemente contradictorios en Spinoza. En
la Ética, que postula el determinismo universal, la libertad opera
dentro de un contexto de pasiones irrefrenables que el filósofo trata de
entender como hechos naturales. Así estudia el odio, la envidia, la
soberbia, etcétera. No es un libro de fácil lectura, pero quien no se
arredra ante su estructura “more geométrica” y se adentra en ese bosque
encantado de pensamiento, arriba a una sensación de inusitada
comprensión, claridad y paz. Spinoza, es la verdad, ayuda a vivir.
Por
otra parte, en el Tratado teológico-político y en el Tratado político
Spinoza sustenta, quizá por primera vez, la tolerancia universal:
Nadie puede abdicar de su libertad de juicio y sentimiento; y en tanto que todo hombre es, por derecho natural irrenunciable, dueño de sus propios pensamientos, se deduce que los hombres que piensan de formas diversas y contradictorias no pueden, sin resultados desastrosos, verse obligados a hablar solamente según los dictados del poder supremo.
Spinoza
fue un pensador solitario, pero no es en la soledad donde su
pensamiento encuentra la concreción sino entre los demás seres humanos.
La desembocadura natural de su obra es la polis.
“Spinoza
ha tenido la virtud de inspirar devociones”, me dijo Borges una mañana
de otoño de 1978. Tenía razón. Clásicos y románticos, liberales y
revolucionarios, poetas y visionarios, idealistas y materialistas lo
leyeron cada uno a su manera, lo descifraron, lo inventaron también.
El
número de septiembre de Letras Libres dedicado a Spinoza con textos de
los mayores especialistas es un acto de devoción. Y un libro mío de
próxima aparición, titulado Spinoza en el Parque México, lo será
también.
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