Pedro Schwartz resenha, para o Instituto Cato, a obra El antíguo regime y la revolución, do pensador Alexis de Tocqueville, que procura mostrar como, entre outras coisas, o crescimento do Direito Administrativo e a erosão das liberdades caminharam lado a lado:
En
el Club Tocqueville no hace falta detallar la biografía del admirable
Alexis Clerel de Tocqueville, pero sí colocar el gran libro que es
L’ancien régime et la révolution en el contexto de los principales
detalles de su evolución filosófica y política, pues normalmente se le
recuerda sólo por La démocratie en Amérique.
Nació
en 1805 pero lamentablemente murió en plena madurez en 1859. La familia
Clérel de Tocqueville pertenecía a la vieja aristocracia normanda, lo
que no huelga recordar porque así se explica el escándalo familiar que
supuso su análisis de la posibilidad de funcionamiento de un sistema
democrático en una extensa nación, como era la joven República
americana. También hay que notar sus convicciones religiosas como
católico que era. Cursó Derecho en la Universidad de París y accedió a
la Magistratura por oposición. Fue enviado a EE.UU. para estudiar el
sistema penitenciario americano, estudio que recogió posteriormente en
un Informe escrito junto con su acompañante en el viaje, su gran amigo
Gustave de Beaumont. Las observaciones durante su estancia de menos de
un año, las plasmó en La démocratie en Amérique. Es extraordinario que,
pese a la brevedad de su estancia y su rudimentario inglés, pudiera
penetrar con tan gran fortuna en la sociología y la política de un país
que le era extraño en más de un concepto. En 1835 publicó el resultado
de su estudio en el famosísimo De la démocratie en Amérique. También en
ese año se casó con una muchacha inglesa de clase media y muy activa en
cuestiones de política social, Mary Mottley, lo que disgustó a su
familia. El libro y el segundo volumen del mismo, publicado en 1840,
tuvieron gran éxito, y no sólo en EE.UU. Ello le llevó a ser elegido
académico de la Académie des Sciences Morales et Politiques y, honor
supremo, de la Académie Française. También fue recibido Tocqueville con
especial atención en Inglaterra, donde trabó amistad con Nassau Senior y
Stuart Mill, quien por su influencia corrigió la tendencia
centralizadora de obras anteriores. Luego inició una breve carrera
política, que se inició con su elección como diputado del distrito de La
Manche. Se mostró partidario de la Revolución de 1848, llegó a ser
ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno moderado desplazado por Luis
Napoleón Bonaparte y, habiéndose opuesto al golpe de Estado que llevó a
la proclamación de éste como emperador con el nombre de Napoleón III,
sufrió una breve detención y abandonó la carrera política.
Tardó
cinco años en publicar el libro del que estamos ocupándonos. L’Ancien
Régime et la Révolution es un texto notable, todo al servicio de la
claridad, por la paciente investigación histórica sobre la que basa sus
conclusiones y por el elegante estilo literario con sus afortunadas
metáforas, que recibió el reconocimiento de immortel de la Academia.
También merece atención por sus tesis: subraya la tendencia a la
centralización en Francia, no limitada tras la Revolución y el Imperio, y
ya secularmente presente en la monarquía de los Luises. Los franceses,
dice en la Introducción, prefieren el orden a la libertad. Él, por su
parte, confiesa tener “una inclinación intempestiva por la libertad”.
“Plusieurs
m’accuseront peut-être de montrer dans ce livre un goût bien
intempestif pour la liberté, dont on m’assure que personne ne se soucie
plus guère en France.”
[“Varios
me acusarán a lo mejor de mostrar en este libro un aprecio intempestivo
por la libertad, de la cual me aseguran que nadie apenas ya se preocupa
en Francia”]
Se
ha hablado mucho sobre el carácter aristocrático de la libertad según
la concebía Tocqueville en su esencia y en sus efectos. Cito la frase
siguiente, en la que Tocqueville castiga el deseo de riquezas del hombre
democrático:
“El deseo de enriquecerse a cualquier precio, el gusto por los negocios, la búsqueda del bienestar y de los goces materiales, son las pasiones más comunes [en una democracia].”
Solamente la libertad, añade, puede combatir eficazmente los vicios de este tipo de sociedades.
En
este punto sí que hay que volver los ojos hacia una conferencia que
Benjamin Constant (1767-1830) pronunció en 1819 en el Ateneo de París,
titulada De la liberté des Anciens comparée avec celle des Modernes. Los
antiguos eran los ciudadanos de las polis griegas, para quienes, dijo,
libertad significaba la participación directa en el gobierno de la
ciudad; y los modernos querían libertad para poder dedicarse a su vida
privada y sus negocios y todo lo más, elegir representantes que se
ocupen de la política. Quería echar por tierra la ideología
revolucionaria de Robespierre y sus acólitos, que desembocó en el
Terror. Aquí se ve que Constant debería haber evitado una separación tan
radical entre lo privado y lo público y haber seguido el camino
señalado por Pericles en su discurso sobre las víctimas de la guerra
contra Esparta. En todo caso, Constant sí que nos permite ver que
Tocqueville no entendía del todo lo indispensable de la libertad
económica para las libertades públicas.
La tesis del libro
Una
de las conclusiones más interesantes de este libro fue que no debe
atribuirse ni a la Revolución ni al Imperio la deriva de Francia hacia
la centralización. El estudio de Tocqueville de este fenómeno contiene
aplicaciones a cierta forma de ‘liberalismo’ muy en boga durante el s.
XIX, también en España, en la que se confundió la filosofía liberal con
la construcción racional de un Estado. Publicado con mucho éxito otra
vez el libro que tenemos entre manos, no pudo por desgracia acabar otras
obras prometidas pues murió prematuramente de tuberculosis, como otros
grandes artistas y escritores de ese siglo.
El
libro es un ejemplo preclaro de histoire raisonnée, de historia con
tesis. No teman. Tocqueville no impuso su tesis a los hechos, sino que
los observó para comprobar que la tesis no venía contradicha por ellos.
Se esforzó por estudiar la legislación del Antiguo Régimen. Acudió a los
archivos para estudiar la correspondencia de los administradores del
sistema. Se fijó especialmente en las provincias donde el poder central
no se imponía a las costumbres locales. También leyó los cahiers de
doléances presentados a los États généraux por los tres estamentos
sociales (clero, nobleza, y burguesía). Además, consultó las opiniones
de otros politólogos como Montesquieu o Turgot. Todo ello le convenció
de que podía sostener la tesis de la destrucción de las libertades por
la centralización ya durante la monarquía. En la Francia del Antiguo
Régimen se distinguían tres grandes territorios fiscales: Pays d’État,
Pays d’Élection, y Pays d’Imposition. Los primeros gozaban de autonomía
fiscal y sobre todo de realización del gasto público; el nombre de los
segundos recordaba los territorios que en tiempos pasados habían podido
elegir el sistema fiscal que preferían de los ofrecidos por el poder; a
los terceros simplemente se les imponía. Pues bien, Tocqueville destacó
con gran detalle documental en un apéndice el buen funcionamiento del
sistema descentralizado en el País de Estado de Languedoc. Al observar
lo que dijo Tocqueville de la descentralización en su tiempo, he
reflexionado sobre lo ocurrido en el Estado de las Autonomías de la
España de hoy: la descentralización se tuerce y estropea cuando las
regiones reclaman la independencia para evitar la disciplina traída por
la competencia de otras regiones.
Tocqueville y Marx
Es
instructivo comparar el modo de hacer historia de Tocqueville, tan
atento a los hechos y los documentos, con el de Carlos Marx. Cierto es
que Marx consultó los datos de los Blue Books del Parlamento inglés en
el Museo Británico. También atendió a las observaciones del libro La
situación de la clase obrera en Inglaterra, escrito por su amigo y
financiador Friedrich Engels (fábricas Marx vio pocas). Sin embargo, el
objetivo que buscó con ahínco fue encajar los datos de la realidad en el
lecho de Procrusto de una ley histórica hegeliana. Incluso se atrevió a
augurar para el capitalismo un inevitable futuro de catástrofe. Pocos
filósofos han errado tanto como él en su versión del pasado (acumulación
primitiva), en su análisis del presente (inmiseración del
proletariado), en sus predicciones (implosión del capitalismo)… Queda
clara la diferencia entre el método ‘científico’ que aplicó Marx a la
historia y el intento de Tocqueville de escribir la historia del pasado
als es eigentlich gewesen ist, como realmente ocurrió, en expresión de
Leopold von Ranke.
Gracias
a su respeto de los hechos, consigue Tocqueville explicar por qué la
Revolución cruel e igualitaria que bullía en toda Europa estalló con
tanta violencia en Francia. Para ello se fija en tres elementos: el
resentimiento del Lumpenproletariat que trabajaba en el campo o en los
barrios obreros de París y Lyon; la injusticia sentida por el pueblo
bajo ante el sistema fiscal; y el odio que inspiraba la Iglesia católica
en gran parte del pueblo francés.
El
antiguo régimen y la revolución está dividido en tres partes. El Libro
primero argumenta que la Revolución destruyó las instituciones feudales,
pero sin proponérselo rescató de las ruinas de la monarquía un elemento
esencial del régimen anterior, a saber, la creciente privatización de
la propiedad de la tierra a manos de los que la trabajan. El Libro
segundo desmenuza la continuidad de la centralización ocurrida en el
tiempo anterior, junto con la aparición del Derecho Administrativo, en
realidad la construcción del Estado. El Libro tercero señala el notable
peso de los intelectuales y continuos avances de la irreligión, como
combustible de la quemazón del antiguo régimen.
La construcción del Estado
Tocqueville
es especialmente perceptivo al señalar el crecimiento del Derecho
Administrativo y la erosión de las libertades como fenómenos parejos.
Como ya he dicho, son muchos los historiadores que califican la creación
y reforzamiento del Estado durante los siglos XVIII y XIX como una obra
del liberalismo. El Estado, especialmente cuando crece su
centralización, puede ser un instrumento de la seguridad, pero no de la
libertad. Tocqueville era de esta opinión, como hemos visto al hablar de
los Pays d’État como era el Languedoc en el antiguo régimen. Como en la
monarquía, los tribunales ordinarios eran independientes, aunque
lentos, los ministros y los funcionarios que mandaban tendieron a crear
tribunales excepcionales, que tuvieran en cuenta los intereses del
Estado. A ello contribuía una figura procesal expresiva de la
preminencia del soberano, la évocation: el Consejo Real podía llamar a
sí cualquier caso presentado ante la jurisdicción ordinaria.
Tocqueville
añade a esta descripción de la creciente obesidad del Estado un
capítulo transido de suave ironía, el Libro III, capítulo VI, cuya
lectura aconsejo vivamente. Es un capítulo sobre “Las costumbres del
funcionariado”.
El
intendente y sus subordinados lo controlaban todo, lo que provocaba
largos retrasos en sus reacciones y decisiones (nunca menos de un año en
los expedientes vistos por Tocqueville). Prefieren la esterilidad a la
iniciativa. Los delegados locales de los intendentes y los síndicos de
las parroquias municipales nada hacían sin permiso. Las comunicaciones
entre ellos, dice Tocqueville en tono de suave reconvención, las
escriben en un estilo “décoloré, coulant, vague et mou”, incoloro,
escurridizo, vago y blando. Peor aún, al ponerse de moda los
sentimientos humanitarios y aumentar la influencia de Diderot y
Rousseau, su estilo se hace “onctueu et presque tendre”, untuoso y casi
tierno. Buscan la destrucción de todos los poderes intermedios. Todo se
resume en hacer que la Administración ocupe el sitio de la Divina
Providencia.
La importancia de los filósofos ilustrados
Tocqueville
señala que los escritores, como él los llama, cobraron en Francia más
importancia que en ningún otro país. Su actitud crítica ante la Iglesia,
la nobleza y las autoridades acabó destiñéndose en la conciencia de las
clases ilustradas. Estos filósofos, al carecer de experiencia política,
se mantienen, en sus intervenciones en la cosa pública, en un plano
puramente especulativo. Delineaban, cada uno a su modo, “une sociéte
imaginaire, où tout paraît simple et coordoné, uniforme, équitable et
conforme à la raison”, una sociedad imaginaria, donde todo parece
simple, uniforme, equitativo y conforme a Razón.
A
nosotros, historiadores del pensamiento económico, nos interesa su
durísima crítica a los fisiócratas o ‘economistas’, como él los llama.
Los cultivadores de la historia del análisis económico nos interesamos
por ellos porque fueron de los primeros en presentar su teoría con un
modelo matemático o al menos aritmético. También aplaudimos su eslogan
“laissez faire, laissez passer, tout va de soi”. Tocqueville los
descalifica por su teoría política, proponer que todas sus recetas debe
aplicarlas un déspota ilustrado. Parece que estamos oyendo la voz de
Hayek cuando distinguía entre el liberalismo a la escocesa, con Hume,
Smith y Ferguson, y el liberalismo continental, a la Rousseau y los
enciclopedistas.
La Filosofía social de Tocqueville
Tocqueville,
un verdadero amante de la libertad, distingue la tradición de
autogobierno de la ideología de la ingeniería del orden social. Rechaza
la construcción de un Estado omnipresente, objetivo de los
modernizadores. Se opone a la centralización, que desmigaja la sociedad y
convierte los individuos en pasto del poder. Rechaza el absolutismo y
la ilusión de las reformas impuestas desde arriba. Ve la búsqueda sin
límites del bienestar como la antesala del Estado opresor.
Cierto
es que le faltaba la comprensión de un orden económico espontáneo,
basado en libres acuerdos al margen del orden administrativo. Debemos
perdonárselo, porque es valiosísima su contribución a la filosofía de la
libertad. Y ahora, ¡a leer L’ancien régime et la révolution!
Este
es el texto del discurso que dio Pedro Schwartz en el Seminario de
Pensamiento Político organizado por el Club de Tocqueville (Barcelona,
España) el 1 de octubre de 2021.
Para saber más:
Constant, Benjamin (1819): De la liberté des Anciens comparée à celle des Modernes. Wikipedia (wikipedia.org).
Hayek, Friedrich von (2009): Individualismo verdadero y falso. Unión Editorial.
Marx, Karl (con la ayuda de Friedrich Engels) (1848): El manifiesto comunista. Muchas ediciones.
Tocqueville,
Alexis (1835. 1840): De la démocracie en Amérique. Edición bilingüe de
Eduardo Nolla para Liberty Fund. http://files.libertyfund.org/f
iles/2286/Tocqueville_1532.02_LFeBk.pdf
Tocqueville, Alexis: La democracia en América. Edición crítica y traducción de Eduardo Nolla. Editorial Trotta.
Tocqueville, Alexis (1859): L’Ancien Régime et la Révolution. (7th ed. 1866) | Online Library of Liberty (libertyfund.org)
Tocqueville,
Alexis: El Antiguo Régimen y la Revolución. Editorial Ariel.
https://www.tagusbooks.com/leer?isbn=9788491812579&li=1&idsource=3001
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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