Si
escucha a alguien hablar peyorativamente sobre el “capitalismo salvaje”,
podrá inferir con un alto grado de certidumbre que el locutor entiende
poco o nada de capitalismo. La historia de la humanidad se caracteriza
por sistemas políticos de dominación de unos pocos favorecidos por la
servidumbre de muchos. Desde las dinastías chinas, hasta las monarquías
europeas decimonónicas, desde el imperio romano hasta el imperio
incaico, desde la Esparta guerrera hasta los países comunistas, la
persona común ha visto sus posibilidades de elegir reducidas o
eliminadas. Elegir gobernantes, elegir su religión, elegir donde vivir,
elegir migrar, elegir en qué y con quién trabajar, es decir, elegir en
todas sus dimensiones.
El
capitalismo es una excepción en la historia de dominación y explotación
del hombre por el hombre. La esencia del capitalismo es la libertad del
individuo y la libertad de cada persona para elegir qué quiere hacer con
su vida, la libertad de asociarse para emprender un negocio, para
emplearse o emplear a otras personas, etc. Y cuando los seres humanos
ejercen su libertad, la única manera de lograr que la gente haga cosas
juntas, es mediante la cooperación voluntaria. En un sistema capitalista
no se puede obligar a las personas a trabajar para cierta empresa, sino
que hay que ofrecerles salarios competitivos y condiciones adecuadas.
En un sistema capitalista no se puede obligar a la gente a que escuche
cierta radio, lea cierto periódico, consuma ciertos alimentos o vaya a
tal o cual escuela, como sí ocurre en sistemas opresivos como el
comunista.
Y por
supuesto, en un sistema capitalista florece una forma altruista de
cooperación: la beneficencia. Se multiplican las campañas para donar y
ayudar a los necesitados, para operar de labio leporino a las personas
de escasos recursos, se crean escuelas y universidades, algunas con
fines de lucro y otras no, algunas más caras y otras más baratas,
algunas muy buenas y otras mediocres, pero que al final sirven a la
sociedad. En una sociedad libre se encuentran soluciones a los problemas
colectivos y como en el caso de Santa Cruz de la Sierra, la sociedad
puede organizarse para crear cooperativas de agua, electricidad y
telefonía, sin que intervenga el Estado.
Como
decía Milton Friedman, el capitalismo es la libertad de elegir. Amartya
Sen acota que la libertad es el camino al desarrollo porque, como notaba
Adam Smith, nadie puede velar por los asuntos de uno mejor que uno
mismo.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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