BLOG ORLANDO TAMBOSI
Ante cualquier empeño por cuestionar lo establecido y asentado, siempre alza su protesta alguno de los que tienen su sillón puesto en la dirección de lo vigente. Fernando Savater para The The Objective:
En el libro Pases y pases, las memorias taurinas de Simón Casas que les comenté el otro día,
se dice algo que en cierto modo ha sido el lema de mi vida: “cuando uno
combate a veces gana, hecho que fastidia bastante a los que no luchan
nunca”. En efecto, ante cualquier empeño por cuestionar lo establecido y
asentado (no de boquilla o para llamar la atención, sino implicándose
de modo que uno puede dejar pelos en la gatera) siempre alza su protesta
alguno de los que tienen su sillón puesto en la dirección de lo vigente
(Albert Camus dixit) para decir con sabiduría perezosa “no vais a
conseguir nada, no hay nada que hacer”.
Es
un vocerío derrotista que se escucha especialmente en las regiones
infectadas de nacionalismo obligatorio, donde se impone su hegemonía por
medio de dos formas de coacción a cual más tramposa: una historia
descaradamente falsificada y una lengua minoritaria impuesta como la
única auténtica a toda la población. Luchar en su propio terreno contra
el separatismo
político y cultural, que a mí me parece un indudable deber ético,
presenta ciertamente muchas dificultades y asegura bastantes sinsabores a
los rebeldes, porque el nacionalismo siempre sabe formar una red
clientelar que soborna incluso –especialmente- a los que no convence y
descarta socialmente a los demás. A pesar de eso, han surgido luchadores
y asociaciones en defensa de la libertad ciudadana (esa libertad que en
nuestro país se llama “España”) que han arrostrado durante años muchas
dificultades en espera de un Gobierno estatal que les respaldara
definitivamente. Por desgracia lo que ha llegado es un Gobierno indigno,
un autoritarismo personalista que se dice socialista, y que finalmente
respalda al separatismo por afán de poder a corto plazo. Podría decirse
que los derrotistas tenían razón, que de poco o nada han servido tantos
arriesgados desvelos. Y sin embargo, sin embargo…
La
Asociación por la Tolerancia se fundó en 1992 y es por tanto la entidad
constitucional y antiseparatista más antigua que funciona en Cataluña. A
lo largo de décadas ha luchado por el derecho del castellano a ser
reconocido también como lengua propia de los catalanes, en la educación,
el comercio, el trato con la administración, etc…Cada año de su larga
trayectoria ha concedido un premio para distinguir a una persona que
haya destacado en la defensa de ese propósito de estricta justicia
social y política. En el palmarés de los galardonados figuran los
nombres de ciudadanos y ciudadanas, algunos ya desaparecidos, que más se
han esforzado por hacer realidad la promesa de libertad e igualdad que
formula nuestra Constitución. No hay una nómina de españoles decentes
más honesta y menos pretenciosa que esa (lo digo con rubor porque más
por generosidad que por merecimientos yo figuro en ella). No busquen sus
nombres entre los distinguidos con las mayores distinciones sociales
que deslumbran cada año en nuestro país: la mayoría –salvo excepciones
de mérito inocultable como Mario Vargas Llosa- han padecido más
ostracismo que homenajes por su afiliación a una de las causas más
justas que se ofrecen a los socialmente generosos de nuestra comunidad.
Que la Asociación para la Tolerancia –la Tole para los amigos- te bese
en la frente es un regalo de incomparable valor para algunos de quienes
lo hemos recibido pero también un ósculo envenenado en los demás y muy
anchos ámbitos. Como otras instituciones cívicas de este país, las
oficiales son desdichadamente muy distintas, la insustituible, valerosa y
perseverante Asociación por la Tolerancia forma parte de la fachosfera desde mucho antes de que se inventara ese término realmente encomiástico, muy a la contra de lo que quisieran sus inventores.
Hoy
en España quien no pertenezca a la fachosfera, es un oportunista y un
pringao, sea director del Instituto Cervantes o catedrático de la
Universidad Carlos III… Venga, hombre, que hay premios que son
acusaciones de escaqueo social para quienes no los reciben… Este año, el
XXX premio de la Asociación por la Tolerancia lo has merecido Alejo
Vidal Quadras, una figura pública siempre distinguida contra el abyecto
nacionalismo obligatorio que hasta ahora sólo ha recibido como
reconocimiento de tener razón el repudio de su propio partido –¡los
populares, ay!- y recientemente un atentado de fanáticos islamistas que
casi acaba con su vida. Muy bien premiado, oportuno y valiente, como
debe ser. Imposible hablar de la Tole y no mencionar a Marita Rodríguez,
que fue quince años presidenta de la entidad y hoy sigue siendo
presidenta vitalicia y honorífica para siermpre jamás, amén. ¡Qué gran
mujer empoderada y comprometida! Y afortunadamente (para ella, lástima
para nosotros) ni ha sido ministra ni nada: solo útil socialmente.
Porque ha demostrado que antes de preguntarse si se puede hay otra
cuestión: ¿se debe? Y si se debe, seguro que antes o después se podrá.
De modo que venga, adelante, sin miedo al rechazo de los borregos:
¡vamos a la fachosfera!
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