Steve Forbes escreve, em tradução do site Libertad.org, sobre o Índice de Liberdade Econômica recentemente divulgado pela Fundação Heritage:
Estamos viviendo en
una época dorada de progreso económico. La gente de hoy disfruta de una
larga vida, buena salud y un alto nivel de vida que hace unas
generaciones era inimaginable. Miles de millones de personas en todo el
mundo han escapado de la pobreza. Las cosas que damos por sentado (por
ejemplo, los antibióticos, el iPhone, los viajes en avión) les habrían
parecido magia a nuestros bisabuelos.
Estas bendiciones no
han surgido de la beneficencia de algún buen rey o de una benigna
tecnocracia de expertos, sino del esfuerzo individual de gente que,
empezando alrededor de la época de la Revolución Americana, han
reclamado la libertad económica fundamental para decidir por sí mismos
cómo vivir su vida. La verdadera magia del mercado, descrita por Adam
Smith y por economistas después de él, es que los individuos, al ejercer
la libertad de seguir sus propios objetivos y ambiciones, han hecho
posible el rápido desarrollo económico de la sociedad en general.
Tal libertad no está
exenta de retos. A la gente le encantan los mayores ingresos y el
consumo producido de manera tan predecible por el libre mercado, pero
puede tener dificultades con los rápidos ajustes que requiere dicho
crecimiento. La verdad es que a los humanos no les gusta mucho el cambio
y muchos consideran que los rápidos cambios del libre mercado son
desconcertantes. En el mes más reciente para el cual hay datos
disponibles (septiembre 2017), más de 1.7 millones de estadounidenses
perdieron su empleo. Otros 3.2 millones renunciaron voluntariamente. La
buena noticia es que 5.3 millones de personas fueron contratadas en ese
mes. Obviamente, la mayor parte de las pérdidas de empleo fueron
temporales y, sin duda, en promedio los nuevos trabajos fueron mejores
que los anteriores. Aunque es así como nuestra economía crece y
progresa, eso no deja de ser un gran trastorno en la vida de la gente.
La función de la
sociedad es garantizar que ninguno de nuestros ciudadanos se pierda en
esa reestructuración. En una sociedad libre, no faltan las
organizaciones del sector privado (iglesias, clubes, organizaciones
benéficas e incluso antiguos empleadores) que están listas para ayudar a
los necesitados. Puede que también haya un rol para el gobierno, pero
es vital que los gobiernos resistan la tentación de frenar la
destrucción creativa del progreso económico mediante regulación o
medidas proteccionistas. Eso sólo da como resultado estancamiento y
empobrecimiento. Vemos en el Índicehistorias de gobiernos que han tomado
esta ruta y los resultados no son nada agradables. Venezuela, país que
ha perdido más libertad económica que cualquier otro en la historia del
Índice, es sólo el ejemplo más destacado de la ruina económica que viene
a continuación de imponer políticas represivas.
El sistema
capitalista de libre mercado, cuyo crecimiento está tan bien documentado
en el Índice de Libertad Económica, ha brindado a personas de todo el
mundo la oportunidad de vivir una vida autogobernada así como la
dignidad y la satisfacción que derivan de la capacidad de mantenerse y
hacerlo por sus seres queridos.
Miles de millones de
personas han escapado de las garras de la tiranía y la servidumbre
involuntaria de planes quinquenales dedicados a la gloria de algún gran
líder. La marcha de la libertad avanza, sus filas aumentan en Europa del
Este, Asia, África, Medio Oriente y América Latina, e incluso aquí en
Estados Unidos, donde hay gente que conoce de primera mano las
privaciones de sociedades o programas dirigidos por gobiernos que
centralizan el poder y la riqueza en manos de unos cuantos. Hoy hay
poblaciones en todo el mundo llenas de energía para exigir sus derechos y
libertades fundamentales y una oportunidad justa e igual de salir
adelante.
No obstante sigue
habiendo un largo camino por recorrer. La búsqueda de la libertad es
probablemente una lucha que, aunque nunca se gane por completo, debe
librarse continuamente. Siempre habrá quienes deseen imponer su voluntad
sobre los demás, que deseen progresar en la vida mediante el esfuerzo
ajeno y no el propio. Si hay algo que distingue al sistema capitalista
de libre mercado, es que cuando funciona bien, niega a autócratas en
ciernes el apoyo de un gobierno coercitivo. Aunque pueden seguir
adelante con sus maquinaciones, se ven obligados a competir en igualdad
de condiciones. Eso le da al hombre común la oportunidad de ascender que
no encontrará en ningún otro sistema.
Vivimos una época de
cambios extraordinarios. Un mercado libre es un mercado vibrante, lleno
de cambios. Naturalmente, así es como logramos el crecimiento económico y
el aumento de la productividad. Sólo un sector privado dinámico y
emprendedor es capaz de producir el crecimiento y la prosperidad que la
gente exige hoy en día. La economía dirigida por el Estado ordenando lo
que hay que hacer simplemente no funciona.
Es gratificante ver
en los resultados del Índice que la mayoría de países se esfuerza en
potenciar la libertad económica de sus ciudadanos. La recesión que hizo
retroceder a tantos a principios de este siglo ha terminado. Ahora es
el momento de la audacia para crear una nueva dinámica que impulse una
reforma aún mayor. Un puntaje promedio mundial de libertad económica de
61.1, aunque sea el mejor que nunca, sólo es “moderadamente libre”.
Imagínese un mundo en el que todos los países tuvieran el clima de
política pública de Hong Kong, Australia o Suiza. Realmente sería algo
digno de ver.
BLOG ORLANDO TAMBOSI

Nenhum comentário:
Postar um comentário