BLOG ORLANDO TAMBOSI
Podemos ha sido la principal formación populista que ha surgido en España, y ha cambiado la política de nuestro país. Diez años después de su irrupción en las elecciones europeas de 2014, esta es la historia de su génesis, su éxito y su caída. Antonio Elorza para Letras Libres:
La
reciente floración de patologías políticas hace aconsejable un esfuerzo
de comprensión, no siempre fácil de llevar a término. Solo
ocasionalmente prevalecen en ellas factores estructurales, a partir de
los cuales resulta posible establecer y desarrollar hipótesis
interpretativas, base del ulterior análisis. La aparición del chavismo
en Venezuela, los virajes hacia la ultraderecha en Europa central o el
posfascismo en Italia responden a esas características. Hay otros
movimientos desestabilizadores que, sin embargo, presentan mucha mayor
complejidad, aun cuando por supuesto no sean fruto de una generación
espontánea: registran la presencia de actores que alcanzan su
protagonismo por azar o por influencias externas inesperadas, y conjugan
distintos elementos heterogéneos para producir una síntesis ideológica
cargada de populismo y, a pesar de ello, o tal vez por ello, eficaz.
Funden rasgos de modernidad, producto de la revolución digital, con
residuos arcaizantes que llegan a convertirse en núcleo de una oferta
política novedosa en apariencia. El Movimiento 5 Estrellas en Italia y
Podemos en España serían ejemplos de esta segunda variante, que, como la
Francia Insumisa de Mélenchon, enlazan con la crisis de las formas
orgánicas tradicionales de la izquierda europea, la socialdemocracia y
los partidos comunistas.
Nuestro
propósito consiste en facilitar algunas claves para entender el
fenómeno Podemos, sin duda el movimiento populista de mayor influencia
en la historia inmediata de nuestro país. En su elaboración ha jugado un
papel importante el hecho de que sus promotores, Pablo Iglesias, Juan
Carlos Monedero e Íñigo Errejón, fueron estudiantes primero y luego
jóvenes profesores (o becarios) con quienes tuve un contacto inmediato
desde mi posición –hasta 2010– de director del Departamento de Ciencia
Política III en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la
Universidad Complutense de Madrid (UCM). La observación participante ha
sido útil, sobre todo para el periodo de gestación de Podemos.
LA OLA
La
Facultad de Ciencias Políticas de la ucm contaba con una larga
tradición de izquierdismo desde la década de 1960, años en que futuros
politólogos y sociólogos militaron en sus etapas de estudiantes y
profesores no numerarios dentro del espectro de organizaciones
comunistas (del PCE, del Frente de Liberación Popular o “Felipe”,
trotskistas o maoístas), con una práctica ausencia de la
socialdemocracia. Al llegar la Transición, el predominio del pce era
claro, si bien su rápido declive en los años ochenta, aun manteniendo
una presencia continuada entre los estudiantes, se tradujo en una
constante inseguridad ideológica y en una deriva radical, en cuyo curso
se dio la aproximación de los jóvenes universitarios comunistas a los
estudiantes próximos a ETA.
Semejante
debilidad tuvo la compensación del acceso de izquierdistas
postsesentayocho a cargos académicos, configurando de este modo una
plataforma favorable para la recuperación de la presencia radical. Así,
un personaje discreto en el orden científico, el geógrafo Heriberto
Cairo, desempeñó un papel capital en la presencia académica de Pablo
Iglesias e Íñigo Errejón, y más tarde como decano, de 2010 a 2018, en la
hegemonía de la organización de ambos, Contrapoder. Por encima del
anquilosamiento ideológico de los jóvenes comunistas, eso sí, radicales
al estilo de Anguita, sus líderes habían incorporado la enseñanza de los
movimientos antisistema del nuevo milenio, tales como la militancia
violenta en la antiglobalización, para Pablo Iglesias, o una síntesis de
vocación revolucionaria, fundiendo Gramsci y el neoperonismo de Ernesto
Laclau y Chantal Mouffe, que asumió Errejón. Monedero emprendía entre
tanto su andadura en busca de un nuevo socialismo, envuelto en la
admiración a Chávez. Por un tiempo, fue también referencia la teoría
antiglobalización del sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos,
chavista convencido y autor de eslóganes infumables como que “el
socialismo es la democracia sin fin”, cuyo Centro de Estudios Sociales
en Coimbra tuvo su eco institucional entre las iniciativas de Podemos.
Aunque
bien protegidos en cuanto a promoción académica y a pesar del balance
favorable a la acción violenta, todo hubiese quedado en una tormenta en
un vaso de agua sin el encuentro de Juan Carlos Monedero con el
presidente venezolano Hugo Chávez, el líder latinoamericano que pasó a
ser el punto de referencia de la naciente organización izquierdista.
Monedero, hasta entonces activista de la unidad de la izquierda, se
convirtió por espacio de nueve años en asesor de Chávez, quien le nombró
director del Instituto Francisco de Miranda, de relaciones
internacionales, en el Hilton de Caracas. A su aire, siguió ejerciendo
la docencia en la Facultad de Ciencias Políticas, e impulsando la
mutación de la izquierda hacia un “socialismo del siglo XXI”, que una
vez cegadas las expectativas en Europa volvía su mirada hacia
Latinoamérica. Cerraba el círculo el culto a Chávez, del que serán
asimismo oficiantes Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. La relación con
Chávez pudo favorecer la llegada de recursos para una televisión local,
Telek, donde Pablo Iglesias inició su carrera hacia el estrellato de la
videocracia, y para el Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS) de
Valencia, a imitación del fundado por De Sousa Santos en Coimbra.
El
apoyo exterior se vio reforzado por la entrada en escena de Hispantv,
vinculada al régimen de los ayatolás en Irán. En Hispantv, Pablo
Iglesias dirigió sus críticas contra la democracia representativa en el
programa Fort Apache, más directo que su protagonismo en La tuerka de
Telek. Todo valía con tal de consolidar su resistible ascenso hacia el
liderazgo del discurso antisistema. Iglesias iba a lo suyo, no importaba
con quién. Nada mejor que la televisión de los ayatolás para exponer
que la guillotina fue un artilugio esencial para el nacimiento de la
democracia, aunque en el Irán de Jomeini había y hay preferencia por la
horca. Añadamos que, como harían en el futuro respecto de eta, primero, y
de las sucesivas “herri batasuna”, Podemos y up mantuvieron una actitud
favorable a los diferentes episodios de la Revolución iraní, y silencio
o circunspección ante sus actuaciones represivas.
Entretanto,
tenía lugar el asalto a la facultad, programada por el dúo
Iglesias/Monedero: necesitaban una base institucional, y así nació
Contrapoder, presentado en sociedad con un acto sorpresa en la cafetería
del centro, en homenaje y defensa del etarra Iñaki de Juana Chaos.
Curiosamente, los propagandistas de Podemos eran tan activos en la fase
Contrapoder a la hora de colgar las imágenes de sus primeras hazañas
como lo han sido más tarde para borrarlas o modificarlas. El acto de
presentación a favor de De Juana Chaos, lo mismo que la grabación del
himno rapero del grupo bajo el eslogan de “defender la alegría y
organizar la rabia”, han desaparecido de YouTube, probablemente entre
otros clips que informarían sobre la verdadera naturaleza del
movimiento. Tampoco son localizables algunos artículos de Iglesias en
Kaos en la red.
El
mensaje de cambio radical, aun cuando tiene en Iglesias un fundamento
leninista, buscaba un aval de legitimidad en los métodos radicales de la
Revolución francesa y referencia inmediata en el antiimperialismo
populista de Chávez. Para España, la proyección del espíritu antisistema
se centró siempre en la descalificación del “régimen de 1978”, por
haber sido un pacto entre las élites conservadoras en contra de los
intereses populares. El objetivo era precisamente el empoderamiento del
pueblo frente a la oligarquía, encabezada al modo de Beppe Grillo en
Italia por “la casta”, la clase política. Una oposición con visos de
éxito a esa trama de poder requiere un liderazgo fuerte del que Chávez
es un buen ejemplo. Todo muy sencillo. Sobra en la explicación toda
referencia a la crítica situación económica en la década de 1970.
Los
escraches contra políticos fueron el instrumento preferido por los
futuros creadores de Podemos. De particular relevancia fueron en la
Facultad de Ciencias Políticas los practicados contra el exministro
Josep Piqué y Rosa Díez (por dos veces, señalada por su oposición a
ETA). Tenían por objetivo, de entrada, crear un grupo cohesionado,
formado por estudiantes de ideología radical dispuestos a ejercer la
violencia para impedir el acceso a la palabra de este o aquel político
demócrata, acusado de servidor del capitalismo. Era esencial presentarse
en público suplantando al colectivo del cual procedían; según su
autodesignación, eran “los estudiantes” por antonomasia. Y su vocación
era efectivamente ejercer el poder sobre la facultad, lo que lograrán a
partir de 2008-2010, dándole un definido sesgo ideológico, de Evo
Morales a Corea del Norte y frente a la democracia representativa. Al
mismo tiempo, eran próximos en ideas a los sectores universitarios
simpatizantes, o dependientes, de la galaxia ETA, y, lo que es más
importante, estaban seguros de su impunidad al encontrarse protegidos
desde arriba.
La
violencia, auspiciada por la pasividad oficial, fue un medio para la
conquista del primer escalón de poder, y el cinismo, su regla de
comportamiento. Algo que caracterizará a los líderes de Podemos a lo
largo de su existencia.
En
gran medida, era un remake de la secuencia que Dennis Gansel llevó a la
pantalla en su película La ola, donde recogía la historia real de un
profesor ególatra y autoritario que plantea un experimento con sus
alumnos para mostrar cómo en el ámbito de una clase surge “la
autocracia”. Los ingredientes que configuran una mentalidad totalitaria
son cuidadosamente individualizados en el filmey responden estrictamente
a la experiencia de Contrapoder: a) una ideología simple y maniquea que
permite la designación del otro como enemigo; b) la formación de un
grupo altamente cohesionado en torno a un conjunto de signos
identitarios; c) la actuación de un líder carismático, que fija los
objetivos de la acción y detenta los mecanismos de control y vigilancia;
d) la aspiración a ser reconocidos como únicos representantes legítimos
del colectivo al que pertenecen, y e) la utilización sistemática de la
violencia, tanto verbal como física, para eliminar a opositores y
disidentes. En la vida política ulterior de Podemos, los modos debían
moderarse, cuando la minoría activa así forjada emprendiera el tránsito a
la formación de un movimiento de masas.
EL ASALTO AL CIELO
La
plataforma universitaria podía resultar útil para conquistar en la ucm
un reducto de poder exclusivo, coincidiendo con la elección del mentor
Cairo como decano en la Facultad de Ciencias Políticas. La relación
satisfactoria con el vértice se mantuvo durante los rectorados de Carlos
Berzosa (2003-2011), José Carrillo (2011-2015) y Carlos Andradas
(2015-2019). Eso no bastaba, sin embargo, para dar vida a un proyecto de
poder alternativo.
La
estructura de oportunidad política surgirá con el movimiento de masas
del 15M y, frente a lo que dice la visión establecida, no porque
Podemos, mutación de Contrapoder, fuese la expresión del 15M. Recuerdo a
Monedero, cargado de papeles, intentando influir sin éxito sobre los
acampados en la Puerta del Sol madrileña. Él mismo se encargó más tarde
de explicar que no logró el objetivo de captación. Incluso en la primera
asamblea, celebrada en la calle Abtao, tras las elecciones europeas de
2014, censuró la falta de definición en el 15M, lo cual no excluye que
insistiera más tarde con razón en que “sin el 15M no existiría Podemos”.
La
razón es bien simple: el 15M no fue una “reinvención de la democracia”,
aunque sí la expresión de una crisis en la democracia representativa,
la salida a la calle de una masiva demanda social, inspirada en la
frustración y el malestar, que esperaba la formulación de una oferta
política. A esa demanda atenderá transitoriamente con éxito Podemos, a
partir de la primavera de 2014.
En
marzo de 2013, la muerte de Hugo Chávez, el “inmortal Chávez” de los
fundadores de Podemos, fue paradójicamente una fortuna para la
viabilidad del movimiento. Sobrevivían su decisivo apoyo político y
económico del pasado inmediato, la referencia y los contactos para
seguir utilizando la legitimación revolucionaria procedente de América
Latina, sin los costes que hubiese supuesto una vinculación total con
una experiencia política dictatorial en lo político y absolutamente
fracasada en el orden económico. Y quedaba el campo abierto para una
amplia maniobra de captación de proyectos diversos, conjugados en su
eficacia para el objetivo de conquistar el poder, justamente para
eliminar el orden político vigente.
De
cara a las elecciones de 2014, el reciente modelo del Movimiento 5
Estrellas, en plena etapa de ascenso, proporcionaba un instrumental
nuevo, en las palabras y en las formas: los partidos dominantes,
descalificados bajo la etiqueta de “la casta”; el llamamiento populista
que evitaba la dureza trasnochada de la lucha de clases con la
invocación de una política para “la gente”; la fórmula asociativa tomada
de los “círculos” de seguidores de Beppe Grillo; la adopción de
técnicas revolucionarias en el campo digital y de las comunicaciones,
que desbordaban los usos tradicionales de los viejos partidos y ofrecían
la impresión de una nueva democracia (para, en definitiva, enmascarar
mejor la orientación caudillista).
Nada
más moderno que la utilización a fondo de las redes sociales. Lo
explicó Errejón a El Mundo tras el éxito electoral de mayo de 2014.
Podemos tuvo más de 250.000 seguidores en Facebook, frente a los 44.000
del PP y los 61.000 del PSOE, y la situación se repite en Twitter, donde
los seguidores de Pablo Iglesias multiplicaron por once a los de PP y
PSOE. El millón y cuarto de votos entonces recibidos, con los cinco
eurodiputados, fue el fruto de esta operación, más el complemento en la
regularidad del voto por provincias, signo de que Podemos llamaba con
éxito a la puerta de una franja importante de la sociedad española,
realmente “indignada” con el sistema.
También
moderno, aunque menos innovador, ya que existía el precedente de
Berlusconi, fue el recurso a la videocracia, al establecimiento de una
imagen atractiva y dominante del líder gracias a su aparición recurrente
en las pantallas televisivas, cuando por fin se produjo el salto de La
Tuerka a la Sexta (y con otros líderes, como Errejón, invitados a
distintas televisiones para atender la demanda de un público ávido de
saber quiénes eran estos jóvenes universitarios que venían a renovar el
agua de la charca política). Es un tema sobre el cual insistió
ampliamente Pablo Iglesias en su artículo y en su entrevista publicados
por la New Left Review en 2015. No en vano las papeletas de las europeas
llevaron su imagen, y no las siglas habituales de cualquier partido.
Entraba
en juego, asimismo, otro recurso ligado a la revolución digital, la
aparente sustitución de la democracia representativa por la verdadera
democracia directa, basada en el ejercicio del voto proxy por medio
electrónico y sin presencia física. En Italia, el Movimiento 5 Estrellas
ha mantenido una lealtad a la promesa de partida, con reiteradas
consultas sobre problemas sustanciales. En España, la recurrente
manipulación de las preguntas desde la dirección, sin posibilidad de
debate previo al voto, acabaron convirtiéndolo en una máscara del
monopolio de decisiones ejercido desde la cúpula, léase Pablo Iglesias.
Podía este utilizarlo para colar su acceso a la casta con el chalet de
Galapagar, nunca para ejercer un posible contraste a sus grandes
decisiones, que fuera precedido de un previo en la red. El “centralismo
cibercrático”, término acuñado por la socióloga Rosanna de Rosa para el
Movimiento 5 Estrellas, se traduce aquí en un revestimiento informático
de la fórmula leninista profesada por Pablo Iglesias.
El
asalto al cielo, con la premisa de un sorpasso al psoe, pareció
dibujarse al mismo tiempo que el voto a los partidos de “la casta” caía
hasta el 50 % en 2015, mientras había superado el 80 % en 2011. La
eficacia de Iglesias como orador y la novedad de la oferta política
hicieron que cientos de miles de ciudadanos atendieran a la convocatoria
de Podemos. Iglesias supo percibir la importancia de pescar en los
caladeros de malestar social creados por la crisis y los ajustes
económicos, y convocó con éxito a los afectados por la pérdida de poder
adquisitivo, los desahucios y el paro. Sin olvidar a los partidarios de
abrirse a las reivindicaciones nacionalistas en Cataluña y Euskadi,
aprobando la autodeterminación pero sin incurrir en un independentismo
radical. Era un partido de masas, formado por la agregación de segmentos
de malestar social (y también de voluntad de cambio).
En
las elecciones generales de diciembre de 2015 la evolución ascendente
pareció confirmar las expectativas optimistas, con 69 diputados y un 20%
de votos, gracias a la aportación de coaliciones autonómicas, si bien
las sucesivas de 2016, a pesar de la coalición con Izquierda Unida,
apenas registraron una subida hasta 71 diputados. Empezó el reflujo,
observable en las dos elecciones de 2019, compensado por la entrada en
el gobierno de coalición PSOE-UP de enero de 2020. Finalmente la caída
fue irreversible, a partir de la dimisión de Pablo Iglesias como
vicepresidente de gobierno en mayo de 2021, hasta el desastre en mayo de
2023. Es una historia de sobra conocida que no tendría sentido repetir
aquí.
EL ECLIPSE
La
frustración de las expectativas iniciales contó sin duda, pero sobre
todo cuando la evolución ascendente se cortó y puso al descubierto la
contradicción de fondo entre el movimiento en mancha de aceite, de
captación de grupos de izquierda con aspiraciones diferenciadas,
confiados en mantener su autonomía de decisión, y la contracorriente
centrípeta derivada del liderazgo único de Pablo Iglesias. La propia
desintegración del grupo promotor indicó que el “leninismo” de Iglesias
sería amable en el sentido que elogiaba su amigo Monedero, pero
resultaba inexorable cuando entraban en juego las opciones políticas de
primera importancia. De ahí los abandonos escalonados, la creciente
desconfianza y, finalmente, la fragmentación y el fracaso electoral que
acabaron caracterizando a Unidas Podemos.
Ignacio
Varela ha ofrecido en El Confidencial una explicación del fracaso de
Pablo Iglesias en el asalto fallido al cielo del poder, a pesar de que
su planteamiento estratégico haya sido acertado. El “teorema de Pablo
Iglesias” unía dos ideas. La primera, que “la alianza estable de las
formaciones de izquierda de ámbito nacional con todos los partidos
nacionalistas de vocación disgregadora” proporcionaba una suma de votos
imbatible, siempre que se estableciera “un cordón sanitario sobre la
derecha democrática” (para lo cual Vox fue una bendición). Añadiríamos
que ese afortunado planteamiento requería –y requiere– un maniqueísmo
extremo, la satanización del conjunto de la derecha, para mantener en
pie la coalición heterogénea de gobierno, lo que puede llamarse “un país
de enemigos”. La segunda, que una vez formada la alianza, la
orientación antisistémica acabaría determinando la orientación, léase
degradación, de la política propia del componente central, el Partido
Socialista.
Desde
el punto de vista de la prioridad otorgada por Pablo Iglesias primero a
la erosión y, más tarde, a la destrucción del “régimen del 78”, tal
perspectiva se encuentra en vías de realización, gracias a la
importancia decisiva que el azar de unas elecciones ha otorgado a los
partidos independentistas. Ocurre, sin embargo, que la deriva populista
del bloque, que Podemos hubiera debido encabezar, en la visión de
Iglesias, ha sido asumida por Pedro Sánchez, lo mismo que su premisa de
satanización de la derecha, por lo cual ha sido él quien quedó
desplazado.
Solo
existe el recurso de que en medio de su confusa acción en el gobierno,
cargada eso sí de ambición personal, Yolanda Díaz convierta a su arca de
Noé en un instrumento político que enlace con la función
desestabilizadora que Iglesias pensó para Podemos. En cuanto al caudillo
del movimiento izquierdista, con su inexplicable apartamiento del
gobierno, en mayo de 2021, parece haber llegado al final de sus
expectativas políticas. Parece.
A
fin de cuentas, la trayectoria política de Pablo Iglesias recuerda la
de aquel pez depredador de El submarino amarillo de los Beatles, que va
devorando uno tras otro a los pobladores del mar de los monstruos y
acaba devorándose a sí mismo. Lo que ya no resulta evitable es la
polución por él introducida en el agua, y tampoco elimina el riesgo de
que, como en el caso de las lagartijas, tenga lugar una regeneración.
Los
últimos movimientos de Yolanda Díaz, el regreso a primera fila de
Errejón y salidas de demagogia pura y dura, como la de proponer la
devolución del tesoro de los Quimbayas del Museo de América, apuntan a
que el monstruo renacido ya está ahí. Nada tiene de extraño que su
primera actuación consistiera en devorar, no sin dificultades, los
restos del monstruo que lo engendró. ~
Antonio
Elorza es ensayista, historiador y catedrático de Ciencia Política de
la Universidad Complutense de Madrid. Su libro más reciente es 'Un juego
de tronos castizo. Godoy y Napoleón: una agónica lucha por el poder'
(Alianza Editorial, 2023).
Postado há 3 days ago por Orlando Tambosi
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