Em artigo publicado pelo Instituto Independiente, Eduardo Maschwitz, presidente da Fundação Atlas, afirma que essa visão liberal nos conduziria a políticas muito diferentes das hoje vigentes:
Una
visión liberal de la pobreza, la caridad y el asistencialismo nos
llevaría a políticas muy diferentes a las en vigencia. Los resultados
para reducir la pobreza basados en el asistencialismo, el aumento de
impuestos, la redistribución de la riqueza por el gobierno y, la mayor
participación del estado en todo tipo de actividades, y en el relato por
el cual está muy instalado en nuestra sociedad que toda necesidad
genera un derecho contra el estado, y que toda necesidad es una falla
del estado que debe reparase por este, ha resultado en un enorme fracaso
en nuestro país. Las estadísticas que muestran el aumento de la pobreza
en las últimas décadas a la par del aumento del gasto publico
asistencial, el aumento en los impuestos, la redistribución de la
riqueza, y la intervención indirecta del estado a través de regulaciones
y burocracia son contundentes.
Una
política liberal de la pobreza se enfocará en eliminar las causas que
la provocan, con un sistema de políticas y beneficios que conlleve a la
gente a salir de ese estado indeseado, reduciendo así la población con
necesidad de asistencia, y manteniendo un asistencialismo reducido y de
corto plazo para situaciones de extrema necesidad o transitorios.
¿Suena
a utopía y a soberbia? ¡Claro que no lo es! Veamos cómo y porque, y
sus resultados esperados. Son muchas las acciones que fácilmente se
pueden hacer, la mayoría permitiendo que actividades monopólicas,
ineficientes, obligatorias y burocráticas en manos del estado, puedan
ser realizadas también en competencia por otros agentes de libre
elección por los usuarios.
Ya
sabemos la correlación directa entre educación y pobreza. También
conocemos la aspiración de cualquier persona a dar la mejor educación
posible a sus hijos, que la lleva a educarlos fuera de la órbita estatal
en cuanto puede financiarlo. Con cualquier sistema como vouchers,
créditos impositivos, y con más colegios de gestión privada, y sin
currículas obligatorias la mejora inmediata será extraordinaria.
Eliminando
restricciones al comercio, a la importación, a la exportación,
aumentado los mercados y la competencia redundara en una baja del costo
de vida, ergo significando un aumento del salario real inmediato.
Permitir el cierre de negocios e industrias obsoletos e ineficientes y
sobre todo facilitando la apertura de nuevos negocios, sin burocracia ni
regulaciones innecesarias, y reglas claras de largo plazo obrarán lo
que parecerán milagros.
Liberar
los contratos de alquileres y eliminando la corrupción y las
regulaciones para construir nuevas viviendas, reducirán substancialmente
el costo de las viviendas a través de una mayor oferta.
Hay
que romper la cultura que sostiene que siempre hace falta una nueva
norma o una nueva ley o un beneficio para realizar una actividad. Nada
más alejado de la realidad. La mejor norma, ley y beneficio son los que
NO existen. La mayoría de las normas y regulaciones no se conocen, no se
aplican y son grandes escollos para el desarrollo humano. Muchas tienen
una mera intencionalidad recaudatoria o de justificación de puestos de
trabajo innecesarios.
Tener
una macroeconomía sana, previsible, reglas de juego estables, moneda
propia y ausencia de inflación nos sorprenderán por sus beneficios. La
inflación es una gran generadora de corrupción y pobreza, que siempre ha
perjudicado a los que menos tienen. Todo aquello que haga crecer la
economía, que permita la movilidad social, la responsabilidad y el
trabajo sacaran de la pobreza más rápido y a más gente que cualquier
política pobrista. Toda licencia para trabajar debe ser eliminada
permitiendo el libre acceso a cualquier actividad a quien desee hacerlo.
Y
claro que probablemente siempre existan pobres, pero muchos menos, y
que se requiera del asistencialismo. Y aquí también hay espacio para
aplicar políticas liberales. Hay que privatizar todo lo posible la
caridad. El estado hoy ha monopolizado la “caridad” a través de
políticas públicas de altos impuestos y de redistribución de la riqueza.
Los ciudadanos han sido despojados de la porción de sus bienes para
realizar donaciones, con nuevos impuestos, cultura y tareas en manos
estatales. La caridad a través del estado es costosa e ineficiente y
debería ser reducida al mínimo. También hay un aspecto de las donaciones
que se ha reducido al pasar la caridad al estado, y es la donación del
tiempo personal para ayudar a la gente. El burócrata no “dona” su
tiempo. El donante voluntario dona su tiempo y sus bienes, lo pone más
cerca del necesitado, lo comprende más, reacciona más rápido y la
eficiencia de la ayuda se multiplica. El donante voluntario está más
cerca del necesitado y no tiene objetivos ni restricciones ni
intenciones políticas. Hasta sería fácil conseguir el apoyo de la
iglesia católica, y obviamente de otras organizaciones religiosas y no
religiosas, para llevar adelante estas políticas. Muy satisfechos y
abiertos se sentirían de recuperar muchas acciones que realizaban y que
luego pasaron al estado. Veamos CARITAS, colegios, salud, alimentos,
etc. Los donantes estarían más dispuestos a dar sus bienes y tiempo a
estas organizaciones, que al estado en forma coercitiva. Con mucho menos
se conseguiría mucho más. Sobra estadística internacional que muestra
sobradamente como disminuyen las donaciones privadas al aumentar el
asistencialismo estatal y el gasto público.
Aquí
las regulaciones también actúan en forma nociva. Hay restricciones a
las donaciones de alimentos, de ropa usada y una regulación laboral que
lleva a muchos pobres a trabajar en puestos precarios dentro de la gran
economía marginal, dificultando la libertad de trabajar, la movilidad
social y reduciendo el salario real.
Seguramente
las políticas liberales no lograrán eliminar la pobreza, pero si
llevarla a mínimos que nunca vimos y que claramente experimentan los
países desarrollados liberales del mundo, en mayor o menor medida.
Posiblemente
nuestra sociedad vea con recelo estas ideas, y capaz con razón. Pero a
la par debería ver con certeza que lo que tenemos no sirve. ¿Por qué no
intentar algo diferente? ¡El costo de oportunidad de un cambio nunca
estuvo tan bajo!
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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