A maior parte de nossa história como espécie - talvez uns 300 mil anos -
foi vivida em pequenos grupos; somente há uns 15 mil anos é que
passamos a viver em grupos um pouco maiores, que se estabeleceram em
lugar fixo. "Comunidade" com milhões de pessoas é uma utopia. Macário
Schettino para o Instituto Cato:
Los seres humanos no están hechos para vivir en grupos demasiado
grandes. Cuando se vive en grupo y se colabora para conseguir comida y
defenderse, se corre el riesgo de que alguno no haga su parte, pero
coseche de lo que hacen los demás. Un gorrón o, como le dicen en inglés,
free rider. Peor todavía puede existir un miembro del grupo que no sólo
no coopera, sino que extrae recursos de los demás, un matón o bully.
Identificar al gorrón y al matón se convierte en algo determinante para
que el grupo sobreviva.
Pero nuestra capacidad de recordar nuestra historia común con otras
personas, necesaria para ello, es limitada. Se ha estimado que el límite
es de 150 personas, pero es más frecuente que esté por debajo de cien.
Es por eso que la mayor parte de nuestra historia como especie, tal
vez de 300 mil años, la pasamos viviendo en grupos muy pequeños, y fue
sólo hace 15 mil que empezamos a vivir en grupos un poco mayores, que se
establecieron en un lugar fijo, observaron el ciclo de vida de plantas y
animales, y hace cosa de 12 mil años empezaron a domesticarlos. Los
grupos humanos fueron creciendo, haciendo uso de una solución muy
especial al problema del gorrón y el matón: la invención de entes
sobrenaturales que vigilaban y castigaban. A eso llamamos religión.
Hasta hace 500 años, todas nuestras sociedades dependieron de esos
cuentos para existir.
En estos últimos cinco siglos, 0,15 por ciento de nuestra existencia,
hemos intentado construir algo diferente: grandes grupos que viven
juntos sin depender de una narración sobrenatural. El problema con esto
es que elimina la sensación de consuelo y trascendencia, y por lo mismo
nos causa angustia. Aunque esa angustia es diferente para cada persona,
llega un momento en que ha crecido tanto que la sociedad entera deja de
creer en lo conocido, y busca el regreso a la comunidad.
Las utopías son esos intentos de construir una comunidad con miles o
millones de individuos. Es algo imposible, y por eso se llaman utopías,
no tienen posibilidad de existir. Sin embargo, insistimos en ellas. La
comunidad imaginaria se construye alrededor de ideas religiosas (como en
el siglo XVI), del regreso a la naturaleza y el buen salvaje (como en
el siglo XVIII), del Estado (como en el siglo XX), o de grupos definidos
por características de identidad, como está ocurriendo hoy.
La comunidad se define en contra del resto del mundo (tiene la
religión verdadera, la clase social adecuada o el color de piel
correcto). Se consolida construyendo mantras y rituales, comportamientos
y vestimentas. Bajo ciertas condiciones, es posible que funcione unos
años, pero pronto enfrenta un problema grave: la pobreza. En una
comunidad “cada quien aporta según su capacidad y recibe según su
necesidad”, de forma que se suprime el intercambio, que es la fuente
única de generación de riqueza. Sin intercambio, ni el trabajo ni la
producción tienen sentido. La comunidad trae consigo pobreza, y conforme
los miembros dudan del éxito de la utopía, se acompaña de
autoritarismo.
Todas las utopías que hemos creado los humanos, y las que logremos
crear en el futuro, tendrán exactamente el mismo fin: pobreza, violencia
y autoritarismo. Podemos construir sociedades de individuos con
mecanismos que impidan abusos, que fomenten la justicia, que impulsen el
desarrollo de sus miembros. Pero no podemos construir comunidades que
funcionen, a menos que las mantengamos en esos cien miembros que podemos
recordar.
En noviembre pasado comentamos estas mismas ideas, pero los
estallidos de violencia e ignorancia con motivo del asesinato de George
Floyd me convencieron de repetirlas. Y ampliarlas un poco en próximos
días, si la coyuntura lo permite.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 23 de junio de 2020.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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