Em artigo publicado pelo Instituto Independiente, Alberto Benegas Lynch (h) homenageia Juan Bautista Alberdi, o grande liberal argentino, nascido a 29 de agosto de 1810:
En
no pocos lugares de Latinoamérica sigue todo como empezó: con la rapiña
de los gobernantes. Primero fueron los conquistadores con su infame
“guerra santa” que continuó a pesar de valientes reclamos como los de
Fray Bartolomé de las Casas, luego las trifulcas entre ellos mismos;
recuérdese, por ejemplo, que Pizarro lo asesinó a garrotazos a su colega
Diego de Almagro por las riquezas de Cuzco (que luego su hijo vengó al
matar a cuchilladas a Pizarro). Todo lo cual nada tiene que ver con los
actuales “movimientos indigenistas” que apuntan a implantar socialismos
por doquier en detrimento de los propios indígenas en particular y de
toda la población en general para provecho de los nuevos
conquistadores-rapaces del momento.
Juan
Bautista Alberdi -el padre de la Constitución liberal argentina- fue un
preclaro y notable visionario de esa época y de todas las épocas ya que
sus reflexiones son de indudable actualidad y permanencia. Entre todos
sus escritos (ocho tomos de sus obras completas, dieciséis tomos de sus
escritos póstumos, a lo que se agrega su reciente colección impresa de
artículos en Uruguay y en Chile mientras estuvo exiliado de la tiranía
de Rosas) cito cinco de sus pensamientos, cuatro de Sistema Económico y
Rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853 y
uno de su estudio crítico al proyecto de Código Civil argentino.
Transcribo entonces las cinco citas que definen y resumen el pensamiento alberdiano:
-“El
ladrón privado es el más débil de los enemigos que la propiedad
reconozca. Ella puede ser atacada por el Estado, en nombre de la
utilidad pública.”
-“Después
de ser máquinas del fisco español, hemos pasado a serlo del fisco
nacional: he aquí todo la diferencia. Después de ser colonos de España,
lo hemos sido de nuestros gobiernos patrios.”
-“¿Qué
exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que
Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra.”
-“Mientras
el gobierno tenga el poder de fabricar moneda con simples tiras de
papel que nada prometen, ni obligan a reembolso alguno, el ´poder
omnímodo´ vivirá inalterable como un gusano roedor en el corazón de la
Constitución.”
-“Si
los derechos civiles del hombre pudiesen mantenerse por sí mismos al
abrigo de todo ataque, es decir, si nadie atentara contra nuestra vida,
persona, propiedad, libre acción, el gobierno del Estado sería inútil,
su institución no tendría razón de existir.”
Alberdi
nació en 1810 en la provincia argentina de Tucumán hijo del español
Salvador de Alberdi y la nativa Josefa Aráoz quien murió a poco de dar
luz a Juan Bautista. De allí que éste consignó que “puedo así decir,
como Rousseau, que mi nacimiento fue mi primera desgracia.” Su padre
murió cuando tenía diez años. A los catorce fue enviado al Colegio de
Ciencias Morales en Buenos Aires donde no resistió las llamadas medidas
disciplinarias como los azotes y los encierros en sótanos húmedos y con
ratas. Además ponía de manifiesto un completo desinterés por aplicarse a
las asignaturas establecidas en la institución de marras, lo cual
consta en un informe del rector del colegio, Manuel Irigoyen, quien
escribió que “Alberdi tiene una aversión sin límites al estudio”. A raíz
de ello, su hermano Felipe lo retiró de las aulas y lo ubicó para que
trabajara en un tienda frente al colegio. Al poco tiempo, en 1827, su
primo Jesús María Aráoz, debido a que cuando lo visitaba en la tienda
siempre lo encontraba leyendo, le sugirió que se reincorporara al
colegio, lo cual hizo a poco andar.
En
1830 ingresó a la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad y rindió
todas las materias pero no obtuvo el título de abogado porque se negó a
pronunciar un juramento de adhesión a Rosas a pesar de que tenía muy
adelantado su trabajo final titulado Fragmento preliminar al estudio del
derecho en el que realizó una fundamentada defensa del iusnaturalismo
(entre otras cosas resume que “Saber, pues, leyes, no es saber
derecho”).
Entre
muchas otras, en la biblioteca de Alberdi se encontraban las obras de
Adam Smith, Bastiat, Benjamin Constant, J. B. Say, Herbert Spencer,
Bentham, John Suart Mill , Montesquieu, Foustel de Coulanges, los
documentos franceses antes de la contrarrevolución, la Constitución
liberal española de 1812 (Cádiz), los escritos de Jefferson, los debates
antifederalistas y Los papeles federalistas de Madison, Hamilton y Jay,
trabajos todos que, a juzgar por sus escritos, consultaba asiduamente.
También
en Buenos Aires contribuye a formar el Salón Literario (en gran medida
un eufemismo para conspirar contra la tiranía rosista). En 1838 debe
exiliarse a Montevideo donde funda La Joven Argentina junto a otros
perseguidos de su país. Allí obtiene el título de abogado (que más
adelante revalidará en Chile) y lo hace en un examen donde somete su
trabajo titulado Memoria sobre la conveniencia y objeto de un Congreso
General Americano. En Montevideo y en Colonia del Sacramento se
encontraban Esteban Echevarría, Florencio Varela, Miguel Cané, José
Mármol, Juan Lavalle, María Sánchez de Mendeville, Gervasio Posadas,
Félix Frías y Valenín Alsina (en otros momentos tambíén adquirieron
viviendas y se trasladaron a Colonia, Bernardino Rivadavia y Bartolomé
Mitre).
Finalmente
en este peregrinar por tierras extranjeras debido al acecho y
persecución de las huestes de Juan Manuel de Rosas, se instala en Chile,
en Valparaíso, donde, al principio, escribe que “el provincialismo me
ahoga” pero luego la situación cambia debido al ejercicio de su
profesión, sus artículos en periódicos locales y las reuniones con
compatriotas como Vicente Fidel López, José Maria Gutiérrez y Carlos
Tejedor con los que funda el Club de la Constitución y establece
contacto con otras personalidades exiliadas en Santiago como Domingo
Faustino Sarmiento (con el que luego mantendría una célebre polémica),
Carlos Lynch y otros. En ese lugar marítimo escribe las Bases y puntos
de partida para la Organización Nacional que fue uno de los documentos
medulares a que recurrieron los constituyentes luego de la caída del
tirano, Constitución cuyos preceptos adoptados permitieron que Argentina
fuera una de las naciones más prósperas del planeta, hasta la
revolución fascistoide de 1930 que se acentuó grandemente con el
advenimiento del estatismo corruptor del peronismo.
Alberdi
murió en 1884 en los suburbios de París (Neuilly), abandonado e
incomprendido por quienes le debían infinitos agradecimientos, en un
hotel insignificante, en una piecita donde apenas cabía la cama, donde
encontraron sus restos envueltos en sábanas sucias y sus efectos
personales habían sido robados por el personal del hospedaje.
Inmediatamente
después en la Cámara de Diputados, en Buenos Aires, le rindieron
homenaje por iniciativa de Miguel Navarro Viola quien, en el recinto,
expresó en esa oportunidad “El que preparó nuestra Constitución y
redactó su proyecto, inspirándose en la historia, en las tradiciones y
necesidades del pueblo argentino. La más alta personalidad científica
ente los publicistas de la República; el liberal-conservador por
excelencia, no existe ya. Este ilustre prócer no sólo ha merecido el
aplauso de la América y de Europa, sino el premio reservado a pocos y el
vilipendio de los pequeños. En nombre de la gratitud argentina hago
moción para que el señor Presidente se sirva invitar a la Honorable
Cámara a ponerse de pie en señal de duelo por la muerte del doctor
Alberdi” (Buenos Aires, Diario de Sesiones de la Cámara, 20 de junio de
1884).
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