Frequentemente se diz que Putin só se interessa por geopolítica, mas há outro assunto que o preocupa muito: sua própria saúde. Reportagem investigativa de Mijail Rubin, Svetlana Reuter, Mijail Maglov, Dmitri Sújarev e Roman Badanin se pergunta sobre quem trata Putin e de que doença. Publicada por Letras Libres:
Muchos
gobernantes han soñado con alargar su vida, tanto física como
políticamente. Pero el resultado siempre ha sido el mismo. En los años
veinte, uno de los líderes de los bolcheviques, Aleksandr Bogdanov,
también médico y filósofo, creó la teoría del “colectivismo
fisiológico”: se suponía que los viejos bolcheviques transmitirían sus
creencias a los jóvenes mediante transfusiones de sangre,
rejuveneciéndose en el proceso. Los experimentos con la sangre de Maria
Ulyanova y Leonid Krasin convencieron a Iósif Stalin, que no entendía
nada de ciencia, para que cediera a Bogdanov el famoso edificio del
comerciante Igumnov en la calle Yakimanka de Moscú: allí se estableció
el Instituto de Transfusión de Sangre. Sin embargo, el instituto se
cerró pronto porque Bogdanov murió durante un intercambio de sangre con
un joven estudiante. El cuerpo del viejo bolchevique rechazó la sangre
del joven, enterrando así también la teoría del colectivismo
fisiológico. Sin embargo los bolcheviques, fascinados por las nuevas
ideas médicas, extrajeron el cerebro de Bogdanov y lo entregaron, junto
con el de su antiguo camarada del Partido Vladímir Lenin, al Instituto
del Cerebro para su estudio. Por una perversa ironía, el instituto se
ubicó en la misma mansión de Igumnov. Tras varios años buscando
infructuosamente signos fisiológicos de genialidad en el cerebro del
líder del proletariado mundial, las autoridades abandonaron también esta
empresa. El Instituto del Cerebro fue expulsado de la mansión, y los
cerebros de Lenin, Bogdanov y otros revolucionarios fueron cortados y
escondidos en frascos, de los que nadie se preocupó durante mucho
tiempo.
El
7 de octubre de este año, el presidente Putin va a celebrar su setenta
cumpleaños. A esa edad, Iósif Stalin ya había sufrido su segunda
apoplejía y Leonid Brézhnev había quedado tan incapacitado que el
verdadero poder había pasado a su entorno, Yuri Andrópov ni siquiera
llegó a esta edad y Borís Yeltsin dimitió con muy mal estado de salud.
Como ha dicho su secretario de prensa, Dmitri Peskov, la salud de Putin
es “excelente”. A juzgar por sus apariciones televisivas, el presidente
de Rusia no puede compararse con sus predecesores: hace ejercicio, pasea
por la taiga y, como mucho, se resfría. Si hay que creer estos
informes, Putin no tendrá problemas para dirigir Rusia hasta 2036, como
le permite la constitución que él modificó. Pero ¿es verdad?
Joven semental
“Estaba
entrenando. Y entonces el caballo se encabritó frente a la barrera, y
di una voltereta, una voltereta de verdad, ¡bum!” Esta es una de las
pocas ocasiones, el año pasado, en las que Putin ha admitido tener
problemas de salud. Inmediatamente recobró la compostura y añadió que
había caído “muy cómodamente” sobre el serrín. Como ocupó la silla de
jefe de Estado a los 47 años, al principio de su carrera presidencial
Putin explotó la imagen de un hombre activo en la flor de la vida.
Teniendo en cuenta que en 2002 el líder nacional ruso tuvo un hijo fuera
del matrimonio con su amante, Svetlana Krivonogikh, esa imagen no
estaba lejos de la realidad y era claramente cierta en contraste con su
predecesor en la presidencia, gravemente enfermo y con problemas de
adicción.
En
sus primeros años Putin no solía realizarse chequeos médicos y prestaba
poca atención a problemas como la fiebre. Un funcionario que trabajó
con el jefe de Estado en aquella época recuerda: “Solo decidía posponer
una reunión hasta la noche si tenía una infección grave.” Sin embargo,
era tan importante para el Kremlin crear la imagen de un presidente
macho alfa que decidió no decir nada malo sobre su salud. Las
autoridades trataron de no reconocer ni la más simple fiebre, por no
hablar de las lesiones deportivas, como la que mencionó de pasada Putin
en 2021.
Y
las caídas de los caballos suponían un verdadero problema. El jefe de
Estado era aficionado a la equitación en los años noventa, y no era
inmune a las lesiones asociadas a esta actividad, según un conocido del
presidente y un funcionario de su administración. Una de sus caídas de
la silla de montar fue bastante grave: Putin “no pudo levantarse”
durante un tiempo, y tuvo que someterse a un largo tratamiento médico,
según un conocido suyo de la época.
Es
posible que esta caída tuviera consecuencias en 2012. El 4 de noviembre
de ese año, Día de la Unidad Nacional, los canales de televisión
estatales emitieron imágenes de la colocación de flores en el monumento a
Minin y Pozharski en la Plaza Roja. Putin y el patriarca Kirill
participaron en la ceremonia. Sin embargo, el presidente no apareció en
la emisión televisiva. La razón fue que cojeaba tan notablemente que
decidieron suprimir esta información no solo en la televisión: el
servicio de prensa del Kremlin no publicó ningún vídeo del acto en su
página web oficial, limitándose a las fotos, y prohibió expresamente a
las agencias de noticias que mencionaran la cojera en sus reportajes. El
Kremlin no siempre publica vídeos de las apariciones del presidente.
(Un periodista de una de las agencias afirmó haber enviado el
correspondiente mensaje al canal de noticias, pero no salió.) Las
imágenes de Putin cojeando se hicieron virales en internet gracias a la
página web del Patriarcado de Moscú, donde se publicó el vídeo inédito
de la ceremonia.
Tras
la ceremonia de la Plaza Roja, se hizo obvio para los funcionarios que
trabajaban con Putin que algo iba mal con el presidente. Ya en
septiembre cojeaba en la cumbre de la apec en Vladivostok, y luego era
como si estuviera atrapado en Moscú: el Kremlin empezó a cancelar un
vuelo oficial de Putin tras otro. En diciembre las cosas empeoraron aún
más: se modificó el protocolo presidencial para que los actos no duraran
más de una hora –el presidente no podía permanecer sentado durante más
tiempo por motivos de salud, recuerda un funcionario gubernamental que
participó en la organización del acto donde participaba el jefe de
Estado.
Por
el bien de Putin, incluso acortaron a una hora el concierto en el
Teatro Bolshói con motivo del doscientos aniversario de la victoria
sobre Napoleón. Aunque finalmente Putin ni siquiera se presentó a este
breve acto, según el mismo funcionario gubernamental. Y a finales de
2012 Putin no pudo recibir al primer ministro japonés en el Kremlin. (El
propio Shihiko Noda informó de la mala salud del líder ruso.) Los
funcionarios dijeron informalmente que “el jefe no está bien”, lleva un
corsé y, en general, necesita cirugía de espalda, según fuentes de
Reuters.
Fue
entonces cuando el Kremlin desarrolló la idea de “imágenes enlatadas”:
la publicación de reuniones pregrabadas entre Putin y sus subordinados.
Esto le permitió desaparecer discretamente de los ojos de los
periodistas y de todo el país. Con el paso del tiempo, el número de
estas desapariciones aumentó. Al igual que el número de sus problemas de
salud.
Ciervo cojo
Como
es sabido, Putin ama los animales. Pero por el bien de su salud, está
dispuesto a someterse a un procedimiento que es tortuoso para los
animales y médicamente cuestionable. La historia a continuación describe
el cambio de actitud de Putin hacia su longevidad cuando se convirtió
en el gobernante indefinido de Rusia. Desde el final de su segundo
mandato presidencial, su salud ha sido una prioridad nacional.
En
primavera, los cuernos, o la cornamenta, del ciervo rojo de Altái
crecen a un ritmo de varios centímetros al día. En ese momento las astas
aún no están osificadas, son blandas y están llenas de sangre. Se dice
que el extracto de estos cuernos tiene un efecto terapéutico (se supone
que la gente se beneficia de los baños de cornamenta), por lo que existe
toda una industria de extracción de pantocrinas, la sustancia activa
que se extrae de los cuernos. Para ello, atan o sujetan a los ciervos
rojos en una máquina especial, los levantan para que cuelguen indefensos
y les cortan los cuernos estando vivos, a menudo con una sierra común.
Los defensores de los derechos de los animales comparan esta experiencia
con la tortura de arrancar las uñas a una persona.
Serguéi
Shoigu, el entonces jefe del Ministerio de Situaciones de Emergencia,
fue la primera persona de la élite rusa que se interesó por los baños de
cornamenta. Según una persona cercana a Putin, a mediados de la década
de 2000, Shoigu llevó al presidente a Altái por primera vez,
convenciéndole de los beneficios de este tratamiento, que supuestamente
mejora el sistema cardiovascular y rejuvenece la piel.
En
uno de sus viajes, Putin, que empezaba a pensar más en su salud, se
sumergió en una bañera que contenía un extracto odorante de cuernos de
ciervo llenos de sangre. Un conocido del presidente afirma que le habían
advertido de que no hay pruebas concluyentes de los beneficios de los
baños de cornamenta. Pero a Putin le gustó, y desde entonces ha vuelto a
visitar Altái en múltiples ocasiones, según un conocido de Putin.
Las
élites más atentas detectaron de inmediato la nueva afición de Putin.
La cornamenta y otras formas de prolongar la juventud se hicieron
populares rápidamente entre los funcionarios. Los interlocutores de
Proekt, un antiguo funcionario de la administración presidencial, dice
que él mismo ha estado en los baños de cornamenta en Altái y, entre
otras personas, conoció allí al alcalde de Moscú, Serguéi Sobyanin. El
jefe de Gazprom, Alekséi Miller, y su séquito son también grandes
aficionados a estos tratamientos sangrientos: llevan contenedores con
extracto de cornamenta desde Altái a Moscú en un avión de negocios al
menos una vez al año, según confirma un trabajador de Gazprom.
Otro
destino popular para los funcionarios es más sencillo: el balneario
carelio de Kivach en el que se hacen tratamientos antienvejecimiento.
Allí está prohibido el alcohol, pero hay enemas diarios, recordó un
funcionario del Kremlin, que confesó que muchos de sus compañeros se
sometían a esos procedimientos. (Según los medios, el balneario
pertenece a Vyacheslav Smorodin, un político de Rusia Unida y
propietario de la empresa Karelnerud).
El
interés de Putin por la medicina alternativa resulta extraño si se
conoce un dato importante sobre el presidente: está rodeado de médicos.
Su hija mayor, Maria Vorontsova, se graduó en la facultad de medicina de
la Universidad Estatal de Moscú, se convirtió rápidamente en una
destacada investigadora del Centro de Endocrinología de Rusia y luego se
convirtió en accionista de Nomeko, un proyecto médico que desarrolla
nuevos métodos de tratamiento del cáncer, entre otras cosas. El socio de
Vorontsova en este negocio es Yuri Kovalchuk, amigo del presidente, a
través de la clínica de Sogaz-Medicine.
Pero
Putin también tiene otros parientes en este ámbito, e incluso hay
algunos que eran desconocidos hasta ahora. El primo de Yevgeni Putin ha
sido cirujano pediátrico toda su vida, su esposa Diya es ginecóloga,
según datos de open source y los relatos de sus vecinos, y sus tres
hijos se formaron como psiquiatras. Sin embargo, no todos ellos ejercen
sus profesiones, pues prefieren hacer carrera gracias a sus contactos:
Mijaíl fue nombrado vicepresidente de Gazprom y Anna, junto con su
marido Serguéi Tsivilev, se hizo cargo primero de la empresa de carbón
Kolmar y luego de todo el óblast de Kemerovo.
Su hermana (prima de Putin) Tatiana siguió siendo médica y le fue bien económicamente en esa profesión.
Antes
de que Putin llegara a la gran política, Tatiana se casó con un médico,
Anatoly Ptashuk, y trabajó discretamente en un hospital psiquiátrico de
Vladímir. El año en que su familiar fue elegido presidente, Ptashuk se
trasladó a Moscú, primero al Ministerio de Sanidad, y después se
convirtió en subdirectora de Biotek, una empresa farmacéutica privada
(su marido y su hija trabajaban para la compañía en la época). En cuanto
Ptashuk se incorporó a la empresa, Biotek entró en el programa estatal
de suministro de medicamentos para los beneficiarios de las
prestaciones. Desde entonces, la empresa ha estado invariablemente en la
cima de los mayores beneficiarios de las adquisiciones médicas del
Estado. Ahora Ptashuk es el subdirector del Hospital Clínico Central de
Sivtsev Vrazhek, donde se tratan los funcionarios del Kremlin y del
gobierno.
La
hija de Ptashuk, Elena, también es conocida en la comunidad médica. La
sobrina nieta de Putin se casó con Vasili Zhidkov y se convirtió en la
directora de RZD-Medicine con su apellido. Lo conservó incluso después
de su segundo matrimonio, con el ciudadano estadounidense Yevgeni
Mullakandov, también relacionado con la medicina y coautor de un
programa de predicción de la salud asistido por el genoma y modestamente
titulado “Soy un genio”. También está asociado a Socmedica, la empresa
de un residente de Skolkovo que ha desarrollado una aplicación que
identifica los riesgos de complicaciones de la covid-19. Yevgeni
Mullakandov también posee una participación del 51% en la Escuela de
Ajedrez Yan Nepomnyashchi. El 24 de febrero de 2022, el socio de
Mullakandov, el gran maestro Yan Nepomnyashchy, se pronunció en contra
de la guerra que Rusia está librando con Ucrania.
Tal
vez, en algún momento, los médicos que conocían personalmente al
presidente convencieron a Putin para que fuera al médico más a menudo. O
tal vez hubo razones naturales para ello.
Cáncer insidioso
En
el oeste de Moscú, en Krylatskoe, hay una enorme zona ocupada por el
Hospital Clínico Central (cch). Esta institución médica es responsable
de la salud de los altos funcionarios: hay salas vip, servicio de
comunicaciones especiales y seguridad. Es aquí, en lo que una de las
fuentes de Proekt llama el “departamento de médicos personales”, donde
Putin ha acudido cada vez con más frecuencia. El interlocutor describió
cómo los jefes del hospital le reciben a su llegada, y luego le ponen en
manos de los médicos que están asignados al presidente. Uno de esos
médicos, por ejemplo, es desde hace tiempo Dmitri Verbovoi (según un
funcionario del Kremlin y un exfuncionario). Al parecer, es un
especialista en reanimación; al menos en internet figura como autor de
un manual de atención de urgencia para enfermedades agudas, lesiones e
intoxicaciones.
Aparentemente,
Verbovoi trató bien a Putin: primero hizo a su médico Médico
Distinguido de Rusia, luego el jefe adjunto de su departamento médico y
finalmente su jefe adjunto de asuntos médicos.
Sin
embargo, a lo largo de los años no es tanto Putin quien visita a los
médicos del Hospital Clínico Central sino que son ellos quienes le
visitan a él: vuelan a las residencias de Putin y le acompañan en sus
viajes. Y esos viajes ofrecen una oportunidad única para entender de qué
tratan a Putin y quién lo hace.
Putin
pasó gran parte de mayo de 2017 en su lugar favorito, Sochi. Al día
siguiente del Desfile de la Victoria, se dirigió a su residencia del
sur, Bocharov Ruchei, y esa misma tarde jugó un brillante partido de
hockey en el Palacio de Hielo de Sochi, como siempre. Su equipo, las
Leyendas del Hockey, aplastó a sus rivales con un marcador de 17-6, y el
jefe de Estado contribuyó decisivamente a esta victoria, marcando siete
goles. El partido solo se vio empañado por una cosa: el legendario
veterano Pavel Bure chocó accidentalmente con el presidente y este cayó,
casi dando una voltereta.
Tras
el choque, el presidente abandonó el lugar por su propio pie, pero ese
mismo día un tal Konstantin Arkadyevich Sim se registró en el sanatorio
Rus, que forma parte de la administración presidencial y se encuentra
justo al lado de la residencia de Putin. Permaneció allí hasta el 18 de
mayo. Se sabe que Sim es traumatólogo ortopédico. Pero lo más importante
es que Proekt puede decir con certeza que ese hombre es uno de los
médicos que tratan al presidente de Rusia.
Paradójicamente,
después de muchos años de ocultar información sobre la salud de Putin,
las autoridades hicieron pública la información sobre los médicos del
presidente. El hecho es que todo el entorno de Putin en Sochi, incluidos
los médicos, se aloja en cuatro lugares: cerca de la estación de esquí
de Laura, en el Grand Hotel Polyana y en el Hotel y Spa Polyana 1389
(son propiedad de Gazprom), o cerca de su residencia en los mencionados
sanatorios de Rus o Sochi (que son propiedad de la administración
presidencial).
El
contrato entre el Hospital Clínico Central y los hoteles para el
alojamiento de los médicos está publicado en la página web de
contratación pública junto con las actas de aceptación de los servicios
prestados. En las actas se pueden encontrar los nombres de los médicos y
las fechas en las que estuvieron en hoteles entre 2016 y 2020. De estos
documentos se desprende que médicos como Sim volaron específicamente
para ver a Putin: las fechas coinciden con las visitas oficiales del
presidente a Sochi o con los periodos de sus misteriosas desapariciones.
El
conjunto de datos sobre los contratos estatales entre el Hospital
Clínico Central y los hoteles, procesado por Proekt, nos permite sacar
importantes conclusiones. Ya en 2016-2017, el presidente estuvo
acompañado regularmente por una media de cinco médicos en Sochi. Por
ejemplo, otros cuatro médicos, entre ellos el otorrinolaringólogo
Alekséi Shcheglov y el infectólogo Yaroslav Protasenko, se alojaban en
el Rus el mismo día que Sim.
Durante
ese periodo, un conjunto bastante estándar de especialistas de guardia
trabajó con el presidente; todos aparecían en Sochi al mismo tiempo que
el jefe de Estado. Por ejemplo, durante la mayor parte del mes de mayo
de 2017, los médicos iban y venían, pero el 29 de mayo se fueron todos
como si les hubieran dado una señal: ese día, el presidente se fue
primero a París, y de allí a San Petersburgo. El 21 de julio regresó a
Sochi para reunirse con el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, y el
mismo especialista en enfermedades infecciosas Yaroslav Protasenko, el
especialista en otorrinolaringología Alekséi Schegelov, el reanimador y
doctor en anestesiología Ilya Dybuno y la neurocirujana Elena Shevchenko
ya estaban esperando allí: casi todos habían llegado el día anterior al
regreso del presidente. Al día siguiente de las conversaciones, al
parecer Putin se quedó en Sochi para descansar, y a los especialistas se
les unió un médico de ambulancia, Serguéi Snezhko.
Pero
de vez en cuando el número de médicos junto al presidente aumenta
drásticamente. Proekt puede afirmar con certeza que, al menos en dos
ocasiones, Putin ha sido operado o sometido a un procedimiento muy
serio, muy probablemente en la zona de la espalda. El 25 de noviembre de
2016, el presidente se reunió con el actor Steven Seagal en el Kremlin,
y luego desapareció hasta el 1 de diciembre –todo ese tiempo, la web
del Kremlin publicó “imágenes enlatadas” e informó de que tenía
conversaciones telefónicas–. En ese momento, doce médicos se registraron
consecutivamente en el sanatorio de Rus. Primero llegó un grupo de
médicos personales de Putin, encabezados por Verbovoi. Luego se unió a
ellos durante dos días un grupo de neurocirujanos operativos del
Hospital Clínico Central dirigidos por Oleg Myshkin. El grupo era tan
serio que el reanimador del ccb Pavel Sharikov, que ya estaba en Sochi,
no era suficiente para ellos, y llevaron también a la especialista del
departamento de neurocirugía Elena Rastrusina, y a la enfermera jefe
Lyudmila Kadenkova. Al mismo tiempo, llegó al hotel Mijaíl Tsykunov,
rehabilitador y médico distinguido. Evidentemente, el tratamiento fue
bien, ya que el 1 de diciembre Putin pronunció un discurso ante la
Asamblea Federal. Un año después, el presidente concedió a Myshkin el
título de Médico Distinguido de Rusia.
En
2019, Putin volvió a necesitar ayuda. El fin de semana del 30 de
noviembre y el 1 de diciembre, el presidente estuvo en Sochi –como poco
tuvo actos de trabajo en Nalchik el 29 de noviembre y el 2 de diciembre
tuvo una reunión en Sochi–, pero no apareció en público. En ese momento,
una cifra récord de trece médicos acudieron a visitarle, entre ellos
los mismos especialistas del departamento de neurocirugía del Hospital
Clínico Central dirigido por Myshkin. A ellos se unieron Elena
Denisenko, especialista en lesiones medulares, y Gulfiya Abdulina,
enfermera quirúrgica.
A
estas alturas, el número total de médicos que acompañan permanentemente
al presidente también ha crecido, con una media de nueve en 2019. Este
número parece elevado si se supone que los problemas de Putin se limitan
a su columna vertebral. Pero, de hecho, no es así.
El
13 de febrero de 2019, el líder ruso recibió a su homólogo bielorruso
Aleksandr Lukashenko en Sochi. Para demostrar su buena salud, los dos
insustituibles líderes fueron a esquiar a la misma estación Laura de
Gazprom. En esos días, dos especialistas en cuidados intensivos, un
neurólogo, un dermatovenerólogo, dos otorrinolaringólogos y un cirujano
oncológico se alojaron en el Hotel y Spa Polyana 1389.
El
cirujano oncólogo Evgeni Selivanov es uno de los asistentes médicos más
frecuentes de Putin. A lo largo de cuatro años, ha volado con él 35
veces y ha pasado un total de 166 días con el jefe de Estado. Estuvo
cerca de Putin tanto durante su estancia oficial en Sochi como durante
las “desapariciones” del jefe de Estado. En agosto de 2017, Putin
desapareció de la escena pública durante mucho tiempo, del 8 al 16.
Durante todo ese tiempo, seis médicos estuvieron en Sochi, entre ellos
el otorrinolaringólogo Shcheglov y el cirujano oncólogo Selivanov.
Solo
los otorrinolarigólogos Igor Esakov y Alekséi Shcheglov vuelan junto a
Putin con más frecuencia que el cirujano oncológo: este último ha volado
hasta él 59 veces y ha permanecido a su lado 282 días. Los tres
trabajan juntos muy a menudo: en cuatro años han estado en Sochi al
menos dieciocho veces.
Las
enfermedades de la tiroides, incluido el cáncer, suelen ser
diagnosticadas primero por un otorrinolaringólogo, tras lo cual un
oncólogo y un cirujano se involucran en el tratamiento, explicó a Proekt
el médico israelí Michael Fremderman. La recepcionista del Hospital
Clínico Central confirmó que el doctor Selivanov está en el hospital,
pero que nunca se ha puesto al teléfono.
Putin
ha demostrado públicamente su interés por el problema del cáncer de
tiroides. En julio de 2020 se reunió con el jefe del Centro Nacional de
Investigación Médica de Endocrinología, Ivan Dedov, que es el jefe de la
hija mayor de Putin, Maria. Dedov informó al presidente de la alta
prevalencia del cáncer de tiroides –es el mayor problema, dijo, el
30-40% de la población tiene esos nudos, ese tumor– y le habló de un
nuevo medicamento hormonal, Tirojin, que combate las metástasis después
de la cirugía.
A
principios del pasado otoño, Putin actuaba de forma extraña. Después de
un largo tiempo de aislamiento debido a la pandemia de covid-19, el
jefe de Estado finalmente comenzó a aparecer en público. El 13 de
septiembre se reunió con los atletas paralímpicos; en ese momento el
presidente aún no se sentaba lejos de la gente en una larga mesa, y
permitió que los atletas se le acercaran. Fue así, de pie entre una
multitud de personas, cuando Putin anunció de repente que tenía que
aislarse porque demasiadas personas a su alrededor estaban enfermas de
coronavirus.
La
noticia sorprendió incluso al entorno del presidente. Su secretario de
prensa se mostró inicialmente confuso y negó las palabras del jefe
–supuestamente, el presidente estaba hablando “en sentido figurado”
sobre el aislamiento–. Sin embargo, Putin se aisló al día siguiente,
participó en las elecciones a la Duma desde su propio despacho y no
apareció en público durante todo el mes de septiembre. En los círculos
médicos se cree que durante este periodo el presidente se sometió a un
complicado procedimiento relacionado con algún tipo de enfermedad de la
tiroides, según un conocido del médico jefe de uno de los grandes
hospitales en los que Putin ha recibido tratamiento.
Mientras
que en el pasado Putin solía distanciarse de la gente corriente en
sentido figurado, después de septiembre empezó a hacerlo de forma más
directa. Incluso con los líderes mundiales, los líderes de Francia y
Alemania, se sentaban en lados opuestos de mesas muy largas. Los
miembros del gobierno mantienen ahora la misma distancia con él.
La
verdadera relación entre el gobernante y la gente de a pie en Rusia se
puede entender fácilmente a partir del siguiente episodio. Putin ha
pasado la pandemia de covid-19 de una manera distinta a cualquier otro
jefe de Estado: el presidente ruso celebró la mayoría de sus reuniones
por videoconferencia, y solo permitió que sus pocos visitantes le vieran
después de una cuarentena de dos semanas y un análisis de heces. Era
evidente que la salud del líder era la prioridad número uno.
Incluso
la gran conferencia de prensa de Putin en 2020 se celebró en un formato
inusual. Putin, Peskov y algunos periodistas seleccionados debían
sentarse en una pequeña sala, mientras que el resto del público lo haría
en una sala grande, desde la que los periodistas podrían hacer las
preguntas por videoconferencia. Naturalmente, todos los que debían
sentarse en la misma sala con Putin, incluido el secretario de prensa
presidencial, hicieron cuarentena durante dos semanas y luego fueron
obligados a someterse a una prueba de covid. El test de Peskov dio
positivo, según una fuente cercana al Kremlin, aunque también hay falsos
positivos. Por supuesto, a Peskov no se le permitió acercarse al
presidente. Pero no le impidieron sentarse en la sala principal, donde
había más de setecientas personas en ese momento.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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