MEDIÇÃO DE TERRA

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MEDIÇÃO DE TERRAS

domingo, 28 de janeiro de 2024

Chegaremos a falar com os bichos?

 

BLOG  ORLANDO  TAMBOSI


La llegada de la IA ha revolucionado las expectativas de lograr una comunicación compleja con otras especies y permite analizar sus sonidos, movimientos y comportamientos con una precisión imposible para los humanos. Daniel Soufi para El País:


El pasado diciembre, el equipo de científicos Whale SETI sostuvo una conversación de 20 minutos con una ballena jorobada. El experimento, realizado en la costa de Alaska, consistió en reproducir llamadas de contacto de este animal a través de un altavoz submarino. Un ejemplar de 38 años, llamado Twain, se acercó y respondió con sus propias llamadas. La Dra. Brenda McCowan, de la Universidad de California Davis y autora principal del estudio, afirmó que este era el “primer intercambio comunicativo entre humanos y ballenas jorobadas en el ‘lenguaje’ jorobado”. O, como diría Dory, el personaje de Buscando a Nemo, es la primera vez que los humanos logran “hablar balleno”.

La llegada de la inteligencia artificial (IA) y el machine learning (aprendizaje automático) han revolucionado las expectativas de lograr una comunicación compleja con otras especies. Estas tecnologías permiten a los expertos analizar los sonidos, movimientos y comportamientos animales a una velocidad y con una precisión que sería imposible para los humanos. En el estudio del equipo de Whale SETI, por ejemplo, la tecnología fue esencial para poder decodificar y reproducir las llamadas de las ballenas. Se usaron equipos avanzados para escuchar y analizar las grabaciones de los sonidos de estos animales, lo que ayudó a los científicos a detectar patrones y diferencias en su comunicación, así como variaciones en el tono de sus llamadas y en la manera en que producen los sonidos.

Kate Armstrong, directora del programa Interspecies Internet, está convencida de que en el futuro seremos capaces de descifrar y entender con alta precisión el lenguaje de varias especies animales. “En cierto sentido ya lo estamos haciendo”, explica en una videollamada, y señala que uno de los grandes desafíos en la recopilación de datos para la comunicación con otras especies es la presencia de ruido. “Por eso la mayoría de los estudios que se divulgan en los medios de comunicación son proyectos de especies que viven bajo el agua, donde es más sencillo extraer datos”, añade. “Este avance tecnológico conlleva la necesidad de reflexionar cuidadosamente sobre cómo usamos estas herramientas y considerar la implementación de regulaciones para asegurar un uso ético y responsable”.

Los límites del mundo

Hablar con un animal usando su propio lenguaje tiene ciertas limitaciones. Por ejemplo, la reciente interacción con una ballena jorobada no fue una conversación en el sentido humano, es decir, no intercambiaron ideas o significados complejos. Fue, más bien, un intercambio de sonidos que mostró que las ballenas pueden responder de forma inteligente y adaptativa a las señales auditivas. Los investigadores interpretaron esto como una prueba de que las ballenas pueden participar en un tipo de “diálogo” usando su propio sistema de comunicación sonora. “Aunque podamos decodificar sus sonidos o gestos, las diferencias en la cognición y el comportamiento entre humanos y otras especies pueden limitar la profundidad y el tipo de comunicación posible”, señala Armstrong.

Una persona con un perro mira a través de la valla la Plaza del Palacio de Amalienborg en Copenhague, el 13 de enero de 2024.

Mamen Hornos, lingüista y autora del libro Un cerebro lleno de palabras (Plataforma, 2024), cuestiona “si realmente es posible traducir el pensamiento entre especies”. Hornos argumenta que, aunque compartamos algunas experiencias de la realidad con otros animales, como podrían ser las las relaciones causa-efecto o la orientación espacial, no sabemos si ellos pueden entender ideas humanas profundas. “Y también puede haber cosas importantes para los animales que nosotros no entendemos”.

La autora menciona el célebre aforismo del filósofo Ludwig Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Esta idea sugiere que nuestra forma de ver y entender el mundo está muy conectada con nuestro lenguaje. En la comunicación entre humanos y animales, eso se traduce en que cada especie puede estar limitada por su propia percepción lingüística y conceptual del mundo. La comunicación inter-especies podría nunca ser completamente simétrica o total, ya que cada especie percibe y entiende el mundo a través de su propio “lente” lingüístico y cognitivo.

Los límites del lenguaje

Antes de que alguien creyera que era posible descifrar el lenguaje de las ballenas, hubo científicos que hicieron célebres experimentos intentando enseñar a los animales el lenguaje humano. Por ejemplo, en 1966, solo tres años después de que saliera la novela El Planeta de los Simios, dos investigadores llamados Allen y Beatrix Gardner adoptaron a la chimpancé Washoe para investigar la capacidad lingüística de los primates. Le trataron como si fuera un niño humano y le enseñaron a comunicarse usando la Lengua de Señas Americana, una forma de comunicación que usan las personas sordas. Washoe aprendió más de 350 señas y podía usarlas para hacer frases simples y expresar ideas de cierta complejidad.

En otro caso, en 1977, una investigadora llamada Irene Pepperberg trabajó con un loro llamado Alex. Le enseñó más de 100 palabras, y además, Alex aprendió a reconocer formas, materiales y números. Incluso inventó una palabra nueva para decir “manzana” porque le costaba mucho decir “apple” (manzana en inglés) con su pico, que está hecho para romper nueces y semillas. La Dra. Pepperberg recordó después que las últimas palabras que Alex le dijo antes de morir en su jaula fueron: “Sé buena. Te quiero. Nos vemos mañana”.

J. M. Mulet, investigador científico, y autor del libro Comemos lo que somos (Ediciones Destino, 2023) afirma que, aunque en su momento hubo estudios “muy optimistas” que declararon haber logrado una comunicación compleja con animales, estos finalmente no convencieron a expertos en lenguaje. Cita el caso del chimpancé Koko, que fue entrenado por la psicóloga Francine Patterson. Se decía que Koko había aprendido más de 1.000 palabras en lenguaje de señas y podía tener conversaciones. Pero Mulet duda de si Koko realmente entendía que estaba usando un lenguaje nuevo.

Koko, la gorila, junto a la entrenadora Francine Patterson, que le enseña el lenguaje de signos, en una foto del 3 de marzo de 1978.

“No es normal que si un chimpancé es consciente de tener un nuevo sistema de comunicación, no intente enseñárselo a otros chimpancés, ni formule ninguna pregunta”. De hecho, no existen pruebas de que algún animal no humano haya formulado una pregunta en el sentido en que los humanos entendemos y utilizamos las preguntas. Hacer preguntas no es solo usar un lenguaje simbólico; también requiere autoconciencia y entender conceptos más complejos que simplemente comunicar necesidades básicas. “El chimpancé solo utilizaba ese lenguaje cuando el instructor humano se dirigía a él. Para él, no era una comunicación, sino más bien un juego”, añade el experto.

Para Mamen Hornos, lo que impide que un animal de inteligencia superior, como puede ser un primate, pueda llegar a utilizar el lenguaje humano como nosotros lo hacemos, es que ellos no tienen una comprensión jerárquica del lenguaje, sino lineal. Para entender esto, pensemos en la frase “el gato come pescado”. En un procesamiento lineal, entenderíamos esta frase simplemente leyendo palabra por palabra en orden: “El”, “gato”, “come”, “pescado”. Cada palabra se entiende individualmente, una tras otra. Ahora, en un procesamiento jerárquico, analizamos cómo se agrupan y relacionan los términos. “El gato” es el sujeto y “come pescado” es el predicado. En esta visión, no solo vemos palabras individuales, sino también cómo se relacionan entre sí: el sujeto “El gato” realiza la acción de “comer” sobre el objeto “pescado”. Así, mientras el procesamiento lineal ve palabras una tras otra, el procesamiento jerárquico ve relaciones y estructuras más complejas entre grupos de palabras.

“Hay una estructura jerárquica en el lenguaje humano que los animales no poseen”, explica la experta. “Los animales entienden signos y símbolos, pero no poseen la capacidad de entender la estructura sintáctica y las implicaciones más complejas del lenguaje”.

Sin embargo, algunos científicos argumentan que, dado que los humanos evolucionaron de ancestros comunes con otras especies, debería existir cierta continuidad o relación evolutiva entre nuestros sistemas de comunicación y los de otras especies. Hornos defiende que la evolución del lenguaje no tiene por qué ser un proceso lineal o progresivo. “La evolución no es siempre gradual. Al igual que en la vida, donde hay momentos significativos que nos cambian, en la evolución también ocurren saltos importantes”, señala.

¿Cambiará nuestra relación con los animales?

Kate Armstrong afirma que uno de los grandes propósitos del proyecto Interspecies Internet es que una mayor comprensión del lenguaje de los animales contribuya a aumentar nuestra empatía hacia ellos. “Entender el lenguaje de las especies amenazadas puede proporcionar información valiosa para su conservación. Por ejemplo, saber lo que los animales comunican sobre sus amenazas o necesidades de apareamiento puede ayudar a los conservacionistas a tomar decisiones más informadas para proteger hábitats y especies”. Según la experta, a medida que comprendemos mejor cómo se comunican los animales, podríamos llegar a reconocer y valorar más su inteligencia y capacidades cognitivas, y a cambiar la forma en que los vemos y tratamos legal y socialmente.

Según Marta Amat Grau, doctora en Veterinaria y responsable del servicio de etología en la Facultad de Veterinaria de la Universitat Autònoma de Barcelona, el avance en la comprensión del lenguaje y la comunicación animal está influenciando positivamente nuestra relación con las mascotas. Grau explica que “muchos problemas de conducta se originan en la falta de comprensión de cómo nos comunicamos con perros y gatos”.

“Actualmente, tenemos un conocimiento amplio para interpretar, por ejemplo, los maullidos de un gato o los ladridos de un perro, especialmente cuando los analizamos en conjunto con su postura corporal, lo que nos puede indicar si están experimentando ansiedad o buscando atención”, explica. Además, menciona que en los últimos años han aparecido aplicaciones diseñadas para traducir, de cierta forma, los sonidos o comportamientos de las mascotas a un lenguaje más comprensible para los humanos. No obstante, advierte que la mayoría de estas aplicaciones no tienen validación científica.
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