BLOG ORLANDO TAMBOSI
A 25 anos de sua morte, Octavio Paz continua sendo uma referência na luta pelas liberdades. Enrique Krauze para Letras Libres:
“¿Qué
va a pasar con México?”, me preguntaba Octavio Paz días antes de morir,
hace ya veinticinco años. Conversábamos en la sala de su última morada,
la Casa de Alvarado en Coyoacán. Como un león enjaulado en su cuerpo,
atado a su silla de ruedas, cubierto por una cobija mexicana, inquiría
aquello con angustia pero sin esperar respuesta. Yo me quedé callado.
¿Qué podía decir?
Le
habría querido transmitir mi optimismo. “Todo está bien con México”,
Octavio, le habría dicho; es decir, nada estaba bien, pero podía mejorar
porque aquel sueño nuestro de libertad y democracia estaba en camino de
cumplirse. ¿No era eso por lo que habíamos luchado en la revista Vuelta
durante tantos años?
No
lo habría tranquilizado. Reconocía de tiempo atrás que el PRI había
cumplido su hora. Y ya en los años setenta, acosado por el odio
ideológico, había escrito: “Sin libertad, la democracia es tiranía
mayoritaria; sin democracia, la libertad desencadena la guerra universal
de los individuos y los grupos. Su unión produce la tolerancia: la vida
civilizada”. Pero temía que esa unión no se consolidara, creando un
vacío aterrador que se llenaría de lo contrario. Poeta y profeta, árbol
adentro, desde la simiente rebelde de su abuelo y de su padre, parecía
escuchar que algo muy grave se gestaba en el subsuelo de México, una
erupción instintiva de ambición y violencia como las que periódicamente
-en la cita puntual de cada siglo- irrumpen en nuestra superficie
histórica para cumplir la frase que Vasconcelos escuchó de Eulalio
Gutiérrez en 1915: “el paisaje mexicano huele a sangre”.
Su
incertidumbre era natural. Por un lado, en el marco de una libertad de
expresión y de crítica sin precedente, el país avanzaba en su
vertebración democrática: la república adquiría forma y sentido: una
presidencia autoacotada, un Poder Judicial autónomo, un Instituto
Federal Electoral independiente, un Congreso deliberativo y plural.
Pero, al mismo tiempo, en Chiapas persistía el movimiento zapatista que
sedujo a un sector amplio de la izquierda, fijo en el paradigma de la
Revolución. El propio Paz no fue enteramente ajeno a esa última
seducción romántica, pero de una cosa estoy seguro: siempre creyó en la
libertad como valor cardinal. Y siempre desconfió del poder absoluto:
“es la fuente de mucho daño y poco bien”, nos decía.
México
era solo una de sus preocupaciones, pero creo que entre ellas no estaba
el destino de su obra. Tenía la certeza de que tanto el Círculo de
Lectores en España como el Fondo de Cultura Económica en México
cuidarían la vigencia de las “Obras completas” que reunió con tanto
esmero, y que sus libros individuales seguirían apareciendo de manera
oportuna, con apego a los derechos de autor. Tampoco lo desvelaba la
revista Vuelta, que había cumplido su ciclo, ni la Fundación que llevaba
su nombre, dotada de un importante patrimonio de origen privado que
alojaría su biblioteca. En cuanto a su archivo, dejó sentado
notarialmente su traslado a El Colegio Nacional al cabo de veinticinco
años de su muerte.
Sus
torturas eran físicas, y las soportaba con estoicismo. También íntimas.
No creo cometer ninguna infidencia si menciono las que pude entrever,
porque lo ennoblecen: la soledad que esperaría a su mujer; el techo, la
salud y el sustento de su hija Helena, que siempre atendió y que en ese
tránsito final procuró a toda costa asegurar. ¿Se encomendó a Dios, como
habría querido su madre? No lo sé. La comunión era la salida al
laberinto de la soledad.
La
otra salida, o la misma, era el amor, motivo central de su poesía. Se
asió a él hasta el final. Para celebrarlo escribió La llama doble. En
aquella tarde de despedida le oí decir: “Marie Jo: tú eres mi valle de
México”.
¿Qué
ha pasado con México? El paisaje mexicano ha vuelto a oler a sangre.
Bajo nuevas facetas, no revolucionarias sino delincuenciales y
populistas, la atroz dualidad de violencia y poder amenaza a la
democracia y la libertad
¿Qué
ha pasado con el legado de Paz? Círculo de Lectores quebró y
descontinuó su obra, el FCE tiene otras prioridades, muchos de sus
libros están agotados, la Fundación Octavio Paz se desvirtuó, Helena
murió en el centenario de su padre, Marie Jo hace cinco años, el
patrimonio de Paz pasó al DIF de la Ciudad de México, incluidos los
derechos de autor (que administra de manera discrecional). El Colegio
Nacional está en espera de recibir sus papeles.
Sin embargo, en tanto que dure México, no acabará la fama y la gloria de Octavio Paz.
Postado há 3 days ago por Orlando Tambosi
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