BLG ORANO TAMBOSI
O mapa das regiões cerebrais que ativam o movimento do corpo, desenhado há um século, escondia outro sistema paralelo que vincula pensamentos e ações. Miguel Ángel Criado para El País:
Desde la década de 1930 en adelante, el neurocirujano americano Wilder Penfield
le abrió la cabeza a centenares de personas. Era para curarles la
epilepsia o un tumor, pero, ya que las tenía abiertas, les aplicaba
descargas eléctricas en distintas partes mientras preguntaba a los
pacientes qué sentían y observaba sus reacciones. Así pudo crear un mapa
con las funciones motoras de la corteza cerebral. Al dibujarlo le salió
una especie de homúnculo (hombrecillo en latín) para cada hemisferio
del cerebro. El dibujo mostraba una serie de continuidades que aún fascinan.
El dedo índice derecho, por ejemplo, se movía estimulando un punto
contiguo al que mueve el dedo corazón. O los movimientos de boca,
labios, dentadura o laringe están agrupados. El tipo tiene manos y
cabeza enormes, reflejando la relevancia de estas partes del cuerpo.
Este descubrimiento y su representación gráfica han estado en los
manuales de neurociencia desde entonces. El problema es que, según un
amplio trabajo realizado ahora, el homúnculo de Penfield está mal
dibujado.
“Este
descubrimiento fue fortuito”, asegura Evan Gordon, neurocientífico de
la Universidad de Washington (Estados Unidos) y primer autor de este
trabajo recién publicado en Nature.
Junto a sus colegas de laboratorio, Gordon ha realizado horas y horas
de resonancias magnéticas a varias personas mientras estaban en reposo o
realizando algún movimiento. “Esto nos permitió mapear la organización
del cerebro con gran detalle. Esperábamos encontrar muchas
características interesantes de la organización cerebral de las partes
más complejas, responsables de la memoria, la planificación y el
pensamiento abstracto. ¡Lo que no esperábamos era encontrar un nuevo
sistema cerebral en la corteza motora primaria!”, detalla en un correo.
“Ni siquiera consideramos buscar en esta área porque, desde el trabajo
de Penfield hace 90 años, todos ya saben cómo se supone que debe ser la
corteza motora”, añade. Pero lo que hallaron fue una red dentro de otra
red que reescribe lo descubierto por el neurocirujano canadiense. “Fue
tan sorprendente que por un tiempo no nos lo creíamos y tuvimos que
trabajar mucho para convencernos de que era real”, completa Gordon.
En
su intento de replicar los mapas de Penfield, los investigadores
confirmaron que el control de los pies estaba en el lugar que Penfield
había identificado. La corteza motora se halla en la parte más exterior
del cerebro y es una especie de franja que empieza justo sobre una oreja
y se despliega hasta llegar a la otra. Esta banda se ve interrumpida
por la separación que, a lo largo, divide el cerebro en dos partes a
izquierda y derecha (la cisura interhemisférica). El movimiento del pie
derecho, por ejemplo, activa la porción de franja situada justo en el
borde izquierdo de esta falla. Comprobaron lo mismo para las manos (por
la mitad de la superficie cerebral) y para la cara (ya cerca del
pabellón auditivo).Más información
“Penfield
no estaba equivocado, pero estaba limitado por la tecnología disponible
en su época”, aclara Gordon. De hecho, el propio neurocirujano
canadiense dijo que no había que tomarse a su homúnculo al pie del
trazo. Pero en lo que sí erraba era en que la distribución de los
movimientos del cuerpo por el mapa del cerebro no era lineal ni
continua, como él creía. Los investigadores han descubierto ahora que el
movimiento se despliega de forma concéntrica. Así, el acto de señalar
con un dedo activa un punto en el centro de una zona en la que mover la
mano, doblar el codo o encoger el hombro activan puntos cada vez más
alejados del centro activado por las falanges.
Conexión mente-cuerpo
Más
importante aún es que, intercaladas con las áreas clave para el
movimiento de manos, pies o cara, vieron la activación de otras zonas
que no parecen estar directamente involucradas en funciones motoras, a
pesar de que se encuentran en el corazón del área motora del cerebro.
“Demostramos que la representación homúnculo de Penfield se ve
intercalada por áreas de una red de acción somato [en referencia al
cuerpo] cognitiva [referido a la mente]”, explica Gordon. Tras el
acrónimo en inglés de SCAN, las distintas partes de esta red muestran
una gran conexión entre sí y están activas durante muchos tipos de
movimientos y, en particular, cuando se piensa en realizar el
movimiento, antes de ejecutarlo. Esto lo refuerzan con la observación de
que esta red ahora identificada está conectada con otras zonas del
cerebro encargadas de las llamadas funciones superiores.
Nico
Dosenbach, colega de Gordon en la Universidad de Washington y autor
sénior de esta investigación, ve esta red SCAN “como una importante
interfaz mente-cuerpo, quizás la más importante que conocemos hasta
ahora”. Según Dosenbach, “parece vincular los planes abstractos, los
objetivos, con todas las funciones corporales relevantes para la acción:
movimiento del músculo esquelético (motricidad gruesa), control del
músculo liso (órganos), tono autónomo (por ejemplo, la liberación de
adrenalina)...”. “La SCAN está conectada funcionalmente a las regiones
de la corteza frontal que hacen los planes, toman decisiones e inician
acciones, y también está conectada a los músculos del cuerpo a través de
la médula espinal”, añade el investigador.
La
existencia de esta especie de interfaz, explicaría, según los autores,
que tantas funciones y trastornos de la mente tengan manifestaciones
corporales. “Cuando pienso en cómo resolver un problema, empiezo a
caminar. O antes de dar una conferencia, siempre tengo ganas de orinar.
Hay un millón de ejemplos de cómo tus pensamientos afectan tu cuerpo.
Creemos que la SCAN es la estructura física que hace que pase todo
esto”, termina el neurocientífico.
El encanto del hombrecillo
Michael Graziano,
profesor de la Universidad de Princeton y autor de libros como
Conciencia y cerebro social (Consciousness and the Social Brain, no
traducido al español) ya había empezado a desmontar la herencia de
Penfield a comienzos de este siglo. En 2002 publicó un trabajo sobre la
existencia de mapas de acción más complejos, como el que se activa para
hablar mientras se respira, por ejemplo, que desdibuja el homúnculo de
Penfield.
“Mi
trabajo debería haber acabado con el homúnculo de Penfield”, dice
contundente Graziano. “Pero hubo tradicionalistas que no pudieron
aceptar nuestros hallazgos y cerraron los ojos ante los datos. Por lo
que todavía hay muchos seguidores del homúnculo de Penfield y sigue
impreso en los manuales. Ahora, este nuevo estudio es, en cierto modo,
una confirmación de lo que ya debería haber sido obvio y ayuda a
avanzar”, añade. Graziano reconoce que el dibujo del hombrecillo tiene
su encanto. “El mapa de músculos de Penfield puede parecer elegante,
pero no es necesario ni útil. La médula espinal ya tiene un mapa de los
músculos. ¿Por qué la corteza lo duplicaría? La corteza es mucho mejor
integrando que en la separación de pequeñas unidades de ingeniería”,
termina.
El
vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología, el doctor Jesús
Porta, destaca que tanto el trabajo de Graziano como el de Gordon y
Donsebach muestran que “la mente no existe, solo hay cerebro”. Desde
inicios de siglo, se acumulan las investigaciones que van en la línea de
considerar la mente como una función del cerebro: “La música es
tangible, pero quien la produce es la orquesta”, compara Porta. Esto es
mucho más que una discusión filosófica o metafísica. Las distintas
funciones del cerebro, pero también sus trastornos, tienen su correlato o
sustrato físico. Como dice Porta, “la ansiedad provoca respiración
acelerada y va acompañada de taquicardias y todo es cerebro”.
El homúnculo de Penfield
El doctor y neurocirujano Wilder Penfield, en una imagen de 1967.
Wilder
Penfield, que en sus años de formación vino a España a aprender del
equipo de Ramón y Cajal, operó a más de 400 personas a cabeza abierta.
La mayoría eran soldados de las dos guerras mundiales cuyas lesiones en
el cerebro les habían provocado epilepsia focal. También operó decenas
de tumores cerebrales. En el curso de sus intervenciones, ideó un
sistema para estimular con electrodos y pequeñas descargas las diversas
partes del cerebro. David Ezpeleta, neurocirujano del Hospital
Universitario Quirón, de Madrid, reconoce que “eso de investigar
mientras operas ya no se puede hacer”.
La
desproporción del homúnculo que dibujó Penfield para ilustrar el mapa
de los movimientos en la corteza motora, con unas manos, pies y rostro
exageradamente grandes, tienen su base científica. Como recuerda
Ezpeleta, las distintas proporciones "muestran que estas zonas
intervenían en acciones que exigen más destreza y movimiento fino", como
los de los dedos o la lengua.
Más
allá de la validez y vigencia del homúnculo, Ezpeleta destaca de
Penfield que fue un pionero en muchos aspectos, como la cirugía de la
epilepsia o la identificación y análisis de la corteza motora y el
córtex somatosensorial. “Era religioso y buscaba las bases de las
emociones, también del alma humana”, comenta Ezpeleta, secretario de la
junta directiva de la Sociedad Española de Neurología. “Además de curar,
pretendía encontrar y acceder al disco duro de nuestros pensamientos”,
termina.
Postado há 1 week ago por Orlando Tambosi
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