BLOG ORLANDO TAMBOSI
Entre 1861 e 1886, os Estados Unidos mantiveram com os guerreiros apaches a luta mais longa da história, marcada pela brutalidade, como testemunha o revelador livro do historiador Paul Andrew Hutton. David Barreira para El Cultural:
Una
docena de apaches, pintarrajeados con manos blancas sobre el pecho y
franjas que les cruzaban el rostro a la altura de la nariz y bajo los
ojos, y fuertemente armados, irrumpieron en una mañana de principios de
enero de 1861 en el rancho de Johnny Ward, un aventurero y pionero
irlandés del sudeste de Arizona que había emigrado al lejano Oeste para
probar fortuna explotando las minas de oro.
La hacienda, rica en ganado y caballos, el botín que perseguían los
indios, se situaba en el estrecho valle cortado por el Sonoita Creek.
No
había movimiento en el lugar, apenas un muchacho escuálido de casi doce
años, con una mata de pelo rojo y la piel clara, que vigilaba ovejas y
cabras, y que al ver a los guerreros aproximarse, con el corazón
desbocado, trepó a un melocotonero buscando un refugio que no existía.
Mientras los apaches se llevaban los potros y las reses, su jefe, de
nombre Beto y con una profunda cicatriz en la cara, testimonio de algún
feroz choque que se había saldado con la pérdida de un ojo, cabalgó
hasta el árbol y rompió en carcajadas. El chico también era tuerto,
resultado del forcejeo con un ciervo herido, aunque no llevaba parche.
Los
aravaipas, una tribu apache que habitaba el nordeste del valle del
Sonoita, se llevaron a Félix Ward y le dieron el nombre de Coyote, su
dios tramposo, el embaucador. Años más tarde, tras ser esclavizado primero
y luego criado por sus guerreros para encarnar la idiosincrasia del
guerrero apache —se convertiría finalmente en un legendario explorador y
cazarrecompensas—, los hombres blancos lo bautizaron como Mickey Free.
Frederic S. Remington: 'A Dash for the Timber' (1889).
El
secuestro de este muchacho prendió la lucha definitiva por la
Apachería, una tierra de frontera inhóspita y desolada. Fue la guerra
más larga de la historia de Estados Unidos, un conflicto que se extendió
entre 1861 y 1886 dejando un reguero de sangre desde el río Pecos, en
Texas, pasando por todo Nuevo México y Arizona, hasta el interior de
México.
La historia de Mickey Free es el eje vertebral de Las Guerras Apaches
(Desperta Ferro), una obra del historiador estadounidense Paul Andrew
Hutton en la que reconstruye con sumo detalle, centrándose sobre todo en
las peripecias de sus protagonistas principales —Gerónimo, Mangas
Coloradas, Cochise o Victorio, por citar solo a los del bando indígena— y
valiéndose de numerosos relatos orales apaches las feroces hostilidades
en la última frontera del Salvaje Oeste. El libro revela una historia
brutal, sangrienta y llena de atrocidades que ensombrece el romanticismo
de los wésterns de Hollywood.
Fue
un pulso violento que enfrentó las ansias de expansión territorial
estadounidenses y la búsqueda de riqueza con unas tribus que pretendían
mantener su estilo de vida nómada, que rechazaron ser absorbidas como
granjeros cristianos blancos. Los apaches, cuya lealtad se debía a la
familia y el clan, no hacia la tribu, vivían del saqueo como necesidad
económica o como venganza. Contra los españoles, que llegaron a Arizona
antes que los pueblos que se convirtieron en los apaches y crearon el
nombre de Apachería, mantuvieron una guerra abierta de escaramuzas e
incursiones —en cierta ocasión, un jefe aravaipa se jactó de haber
enterrado a un cautivo vivo hasta el cuello y luego contempló cómo las
hormigas le devoraban la cabeza—.
Sus
siguientes enemigos fueron los mexicanos. En 1851, un destacamento de
milicia sonorense asesinó a la mayoría de mujeres y niños de una
indefensa aldea apache a las afueras de la ciudad de Janos. Un joven
guerrero llamado Goyahkla, el que bosteza, encontró en un charco de
sangre a su anciana madre, su esposa y sus tres hijos con las cabelleras
arrancadas. Fue la gasolina que prendió su odio durante el resto de su
existencia, cobrándose un terrible tributo de sangre. Sus aterrorizados
rivales rezaban a san Jerónimo para que los librase de él, y por eso le
dieron un nuevo nombre: Gerónimo.
El
legendario guerrero destruyó con su ferocidad implacable la carrera de
varios generales estadounidenses, como George Crook, llamado por los
apaches "Nantan Lupan", el lobo, temido por su fama de cazador de
indios. Tras más de un cuarto de siglo de desafío, acabaría como una
atracción turística en su encierro en Fort Pickens, en la bahía de
Pensacola. De la masacre de Janos se salvó también Mangas Coloradas
—según la leyenda, el nombre describía la sangre que manchaba sus
mangas—, o Fuerte, apodo que indicaba el respeto de los suyos hacia su
físico. El gran jefe, siempre perseguidor de la paz, fue luego asesinado
y mutilado en un acto que cambió para siempre la conducta de los
apaches en la guerra contra los "ojos blancos".
Hutton
derriba ciertos mitos sobre los apaches —no cortaban cabelleras ni
violaban, aunque eran maestros en la tortura, y no se comunicaban
mediante señales de humo, que en realidad significaban "ven a
investigar"— y describe sus curiosas creencias: los hombres debían tener
cuidado de que su mujer no estuviera embarazada antes de partir hacia
una incursión, pues si tocaba sus armas se creía que tendrían mala
puntería en combate. Su filosofía bélica también incluía un lenguaje
especial y nadie hablaba de miedo: si alguien decidía no participar en
una operación, se le consideraba un perezoso, nunca un cobarde.
En
esa lista de semblanzas individuales cabe resaltar las figuras de
Apache Kid, el último indio libre, y de Lozen, la "Mujer Guerrera", que
se salió del papel tradicional atribuido a las féminas de las tribus
para cabalgar al lado de su hermano Victorio y de Gerónimo.
Postado há 1 week ago por Orlando Tambosi
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