MEDIÇÃO DE TERRA

MEDIÇÃO DE TERRA
MEDIÇÃO DE TERRAS

terça-feira, 26 de abril de 2022

Foi o maior escritor e bebedor da Inglaterra: "Se não tens ressaca, ainda estás bêbado".

 



O escritor britânico Kingsley Amis - pai do também escritor Martin Amis -, bebedor e extremista, completaria 100 anos nesta semana. Ramón González Férriz para El Confidencial:


Al novelista Kingsley Amis, que esta semana habría cumplido cien años, le gustaba recibir a sus amigos en casa para beber. Siempre que llegaba un nuevo invitado por primera vez, le ponía una copa en la mano y le decía la misma frase, que expresaba la mezcla de generosidad y falta de ceremoniosidad que le caracterizaban: "Yo te he servido la primera. Si luego no tienes una, es tu puta culpa".

Al contrario de lo habitual, en España Kingsley Amis es conocido por ser el padre de Martin Amis, quien le ha retratado en varios de sus libros, por ejemplo en 'Experiencia' y en la reciente novela 'Desde dentro' (ambas en Anagrama). Kingsley era, cuenta Amis, un padre lleno de defectos: un bebedor contumaz, que dejó a su primera mujer y luego le pidió que regresara en la vejez para cuidarle, un extremista político y antisemita, y un gruñón cuya omnipresencia llenó durante demasiado tiempo al joven Martin de complejos y miedos: ¿no tenía algo de temerario aspirar a ser novelista como su padre, que era considerado unánimemente en Reino Unido uno de los grandes escritores de su época, fue nombrado caballero por la reina y se hizo más o menos rico escribiendo?

Porque, más allá del retrato afectuoso y emocional de su hijo, Kingsley fue, durante mucho tiempo, un gran escritor. Su primer libro, 'Lucky Jim' , publicado en 1954, una desternillante comedia sobre un joven profesor en una universidad de provincias británica, fue considerada "la novela que cambió una generación" (en español lo ha publicado la editorial Impedimenta). Kingsley formaba parte de los llamados 'angry young men' (jóvenes enfadados), escritores que crecieron bajo la larga sombra de la Segunda Guerra Mundial y mostraban su rechazo por un país que les parecía recatado, formal y aristocrático.

El 'Jim' de la novela no encajaba en la universidad porque prefería la incipiente música pop a la clásica, porque le gustaba más ir al pub (y las camareras) que tomar el té con otros profesores y se sentía un fraude: alguien destinado a ser maestro de escuela que por razones azarosas había acabado en la universidad. Pero también porque Jim era, simplemente, un desastre: quema las sábanas porque se queda dormido fumando, da una clase sobre la 'Merrie England' (la imagen idílica de una Inglaterra rural y utópica, habitual en la literatura británica) completamente borracho y se pasa el día imaginando cómo puede enfrentarse a su superior, complacer a la mujer de la que está enamorado y, de paso, acabar con la cultura burguesa, pero nunca se decide a pasar a la acción.

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'Lucky Jim' no era solo una comedia, aunque sin duda sus partes cómicas eran extraordinariamente divertidas, tenía además elementos mucho más oscuros. Su protagonista acepta de manera resignada que "las cosas agradables son más agradables que las desagradables" —toda una lección de pragmatismo— y se da cuenta de que no tenemos mucha más defensa que esa ante la depresión, la adicción y la muerte. Esos elementos estarían cada vez más presentes en la obra de Amis, que durante años mantuvo un gran estado de forma, con grandes éxitos y una vida cada vez más extravagante durante la cual dejó a su mujer por otra novelista y se compró una casa muy cara en el campo (se vendieron varios millones de ejemplares de 'Lucky Jim').

Sin embargo, Amis empezó a virar con rapidez hacia posiciones más conservadoras, en algunos casos abiertamente reaccionarias. Después de su breve paso por el Partido Comunista Británico, años después su anticomunismo bien documentado —entre sus mejores amigos estaba Robert Conquest, uno de los primeros historiadores en denunciar con detalle las atrocidades del estalinismo— le llevó desde a apoyar la guerra en Vietnam a, simplemente, agriarle el carácter. Y sus libros empezaron a ser cada vez más formularios, menos imaginativos, un poco más toscos, burdamente misóginos.

Parte de esa decadencia, por supuesto, era atribuible al alcohol. Amis dedicaba cada vez más tiempo a beber. Lo hacía durante la mayor parte del día y en sus libros siempre aparecía el alcohol. De hecho, dedicó un libro entero a la bebida, 'Sobrebeber' (Malpaso), en el que recopiló buena parte de sus conocimientos sobre el tema, sus costumbres y las reservas que siempre tenía en casa: además de los "fundamentales ginebra, vodka, whisky, ron, brandy, etcétera", consideraba imprescindible tener a mano "vermús franceses e italianos, Campari, angostura, tónica" y también "licor de naranja, licor de cereza, Bénédictine, Crème de Menthe, Crème de Cacao, Pernod o Ricard", clarete, cerveza y muchas cosas más. El libro también incluye un capítulo en el que distingue entre la resaca física (“al despertarte, empieza diciéndote que tienes mucha suerte de encontrarte tan horriblemente mal (...) porque si no te encuentras horriblemente mal después de una noche complicada es que aún estás borracho, y tendrás que recobrar la sobriedad despierto antes de que te venga finalmente la resaca”) y la metafísica (“una inefable mezcla de depresión, tristeza, ansiedad, autoodio, sensación de fracaso y miedo al futuro”). En el prólogo a ese libro, Christopher Hitchens, otro legendario bebedor, reconocía que “los innumerables amigos de Kingsley llegaron a la conclusión de que la bebida fue lo que acabó con él, y lo que le robó su ingenio y su encanto, además de la salud”.

Amis siguió escribiendo de vez en cuando maravillas como 'Stanley y las mujeres' (Impedimenta), publicado en 1984, o 'Los viejos demonios' (Lumen), con la que ganó el Booker Prize en 1986 ante un rival hoy célebre, 'El cuento de la criada', de Margaret Atwood. Al final, como retrata su hijo en 'Experiencia', llegó a un acuerdo con su exmujer para que ella y su tercer marido se instalaran en su casa para cuidar de él. Fue una conclusión relativamente dulce para una vida paradójica: la de uno de los mejores escritores cómicos de la segunda mitad del siglo XX, en la estela de P. G. Wodehouse o Evelyn Waugh, pero cuyo retrato social fue aún más descarado, y que a su vez vivió buena parte de su vida sumido en la ira, el resentimiento, la obsesión política y la exigencia de que los demás, sobre todo los más jóvenes, le trataran como el genio que creía ser.

Esta semana cumpliría 100 años. Cojan una copa y un ejemplar de 'Lucky Jim' y déjense llevar. A fin de cuentas, las cosas agradables son más agradables que las desagradables.
 
BLOG  ORLANDO  TAMBOSI

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