BLOG ORLANDO TAMBOSI
À medida que os critérios científicos são substituídos pelos ideológicos, vemos que há publicações dificilmente reprováveis que não são publicadas porque não convém, enquanto que outras saem à luz porque a revisão por pares determinou que é ideologicamente válida. José Carlos Rodríguez para Disidentia:
Un
reciente artículo explica los motivos por los que la libertad de
expresión debe de tener límites; pero no límites en la invasión de
derechos ajenos, como cuando se acusa a alguien falsamente de cometer un
delito, sino derivados de la sumisa asunción de la norma moral del
momento.
El
artículo deja claras sus intenciones desde las primeras palabras:
“Aunque la libertad de expresión es fundamental, no carece de límites.
Las mismas consideraciones éticas que deben subyacer a la ciencia sobre
los humanos, se aplican a la investigación con participantes humanos”.
Hay
unos organismos dedicados a “la ética de la investigación”, que deben
examinar “si los proyectos de investigación con participantes humanos se
ajustan a los principios éticos”. Dicho así, es difícil oponer una
objeción. No sería ético someter a una población a privación de agua
bajo condiciones controladas, para ampliar nuestro conocimiento sobre
los efectos que produce la ausencia de ese mineral en nuestro cuerpo:
cómo comienzan a fallar los órganos, en qué condiciones se produce la
muerte, y demás. Sólo que, claro, el artículo no habla de eso sino de
libertad de expresión. Es decir, que prevé que la expresión de una idea
por parte de alguien no se ajuste a “los principios éticos”, sean estos
los que sean, que el artículo todavía no nos ha informado de ello.
No
va a tardar mucho en hacerlo. La expresión de ciertas ideas puede
causar daño. Un daño “indirecto”, dice el artículo, pero no por ello
menos real. Y no se refiere a una mera opinión, sino a las conclusiones
de una investigación científica con todas las garantías: “Por ejemplo,
la investigación puede estigmatizar -involuntariamente- a personas o a
grupos humanos. Puede ser discriminatoria, racista, sexista, capacitista
u homofóbica. Puede justificar el menoscabo de los derechos humanos de
determinados grupos, simplemente por sus características sociales”.
Bien,
podría ser un artículo como los periódicos se ven compelidos a publicar
para cubrir un expediente ideológico, o para servir a un interés
especial que, en este caso, se pueda sentir amenazado por lo que otros
puedan pensar. Pero no, es un editorial de una revista científica, Nature human behavior (NHB).
Lo
que plantea la revista, lo ha dejado claro a estas alturas, es limitar
el pensamiento, abjurar de la ciencia como el camino (¡método!) tortuoso
e inseguro, pero único, de acercarnos a la verdad. La verdad, nos dice
Nature human behavior (lleva el pecado original en el nombre), puede
hacernos daño; puede herir nuestros sentimientos, o puede cambiar o
reforzar el pensamiento que tengan los demás sobre nosotros, o puede
hacer que zozobren nuestras opiniones sobre el mundo, o impedir que
nosotros impongamos las nuestras sobre él.
Que
una revista, que se ha considerado científica hasta el momento, quiera
sustituir la episteme por la doxa, quiera sacrificar a la política la
razón y el conocimiento resulta a la vez sorprendente y escandaloso.
El
título es equívoco: “La ciencia debe respetar la dignidad y los
derechos de todos los humanos”. Quizás es que NHB tenga “human” en su
nombre, pero lo cierto es que la revista tiene un problema con la
utilización de la palabra “persona”, que no utiliza. Pero el equívoco no
es ese, sino la idea de que los hallazgos de la ciencia puedan suponer
un ataque a la dignidad de una, permítanme decirlo, persona. O que
alguna contribución al conocimiento, aunque sea provisional e insegura,
pueda menoscabar los derechos de nadie.
El
artículo ha tenido bastante impacto. Entre quienes todavía aprecian el
valor de la ciencia ha sido recibido con un punto de resignado cabreo.
La resignación proviene de que en realidad no propone nada que no esté
ocurriendo ya. A medida que los criterios científicos se substituyen por
los ideológicos, vemos que hay publicaciones difícilmente reprochables
que no se publican porque no conviene, mientras que otras salen a la luz
porque la revisión de pares ha dictaminado que es ideológicamente
válida, aunque el contenido científico sea escaso o nulo.
Este asunto ha sido expuesto
con gran profusión de referencias por Jukka Savolanien en el City
Journal. Savolanien pone un ejemplo de cómo funciona este mecanismo de
expulsión de la ciencia en los órganos dizquecientíficos, que es muy
ilustrativo.
El
ejemplo de lysenkoismo se refiere a un artículo publicado en el
Proceedings of the National Academy of Sciences, PNAS, que concluyó que
no había evidencias de que los policías blancos tuviesen un prejuicio
anti negro en los tiroteos con presuntos criminales. La revista Science
criticó aquél artículo, pero no por su contenido sino por la redacción
de un resumen abierto al público que decía: “No es más probable que
funcionarios blancos disparen a civiles pertenecientes a minorías que
los funcionarios no blancos”. El asunto saltó a The Washington Post, y
finalmente los autores se avinieron a cambiar la redacción del resumen,
pero no cambiaron el contenido del artículo.
Hasta
aquí, el asunto no es muy reseñable. Lo interesante es que una vez
resuelta la cuestión, y cuando varios medios como el propio City Journal
empezaron a hacerse eco de las conclusiones del artículo, más de uno
empezó a considerarlo peligroso. Los datos, convenientemente analizados,
echaban por tierra la teoría crítica de la raza y el discurso de la
organización multimillonaria Black Lives Matter. De modo que más de 800
científicos firmaron un escrito de condena del artículo del PNAS. Ante
el revuelo político causado por las conclusiones del artículo
científico, los autores lo retiraron.
Que
el miedo a la libertad de investigación, al acercamiento a un
conocimiento más cercano de la realidad, surja de un órgano científico
da la idea de hasta qué punto los científicos se han corrompido.
Postado há 1 week ago por Orlando Tambosi
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