Ainda que o conhecimento acerca das bases das sociedades livres seja tratado como desnecessário e inútil, escreve o professor Alberto Bengas Lynch (h), o fato é que ele é indispensável para que haja o respeito recíproco:
Hay un ensayo pionero en estas lides cuya autoría es de Abraham
Flexner titulado “The Usefulness of Useless Knowledge” (Harpers. No.
179, junio/noviembre 1939). Otros escritos han abordado el tema aunque
desde distintos ángulos. En este caso pretendo enfatizar una de las
tantas aristas del asunto que me parece de interés para el mundo actual.
Es natural que cada uno intente buscar el modo de mantenerse y
mantener a su familia por lo que no es para nada reprochable que se
busque en los estudios y capacitaciones el mejor modo de lograr el
objetivo. Es el medio de vida, pero tengamos presente que es el medio,
queda abierta la elección de los fines. Si uno se concentra solo en los
medios se pierde la brújula como ser humano, de la razón por la cual
estamos en esta Tierra, ya que de hecho, habremos convertido los medios
en fines con lo que alteramos las prioridades.
No podemos seriamente sostener que nacimos para alimentarnos, copular
y hacer nuestras necesidades en el contexto del mayor confort posible
con un buen automóvil y una buena casa. Cada uno de nosotros somos
únicos e irrepetibles en la historia de la humanidad y, por ende,
tenemos nuestras particulares potencialidades para el bien que al
explorarlas y realizarlas somos mejores personas. También tenemos otras
eventuales potencialidades, por ejemplo, el gatear e imitar ladridos
pero eso no apunta a afirmar nuestra condición humana.
Si retomamos el tema de los estudios se hace necesario para completar
la formación el escudriñar muchos otros andariveles fuera de lo
estrictamente necesario para ganar el sustento y esto otro es lo que en
no pocas oportunidades se considera “conocimiento inútil”. Pero por el
contrario, no solo no es inútil por las razones apuntadas sino que
habitualmente sirve para completar una buena formación en el desempeño
laboral para no decir nada de lo absolutamente indispensable que resulta
para la labor académica. Por eso es que, por ejemplo, el premio Nobel
en economía Hayek ha insistido que si el economista se queda en la
economía no solo será un estorbo sino un peligro público debido a la
necesidad de internarse en campos de la historia, el derecho y la
filosofía.
Viene ahora un tema clave sobre el que he explorado en otra
oportunidad y sobre el que debemos meditar al efecto de sacar la mejor
partida posible del conocimiento. Es siempre infinitamente mayor el
desconocimiento que el conocimiento que podamos tener. También es cierto
que disponemos de un tiempo limitado en nuestro tránsito por esta
tierra. Dada esta situación imposible de modificar, se nos presentan
varios interrogantes referidos al hecho de que lo que hay por conocer
trasciende en mucho nuestras posibilidades de aprehenderlo y entonces
aparece el problema de como establecer prioridades.
En este contexto, por una parte, no parece prudente picotear en
muchos temas y, por otra, si nos dedicamos solo a un área dejamos atrás
otros conocimientos valiosos. Además, en este último caso, debemos tener
presente el peligro del que sabe cada vez más y más de menos y menos.
Es la tragedia del ultraespecialista. Incluso éste necesita para el
enriquecimiento de su propio campo de conocimientos de otras áreas.
También es del caso apuntar que el que explora de todo un poco corre el
riesgo de ser un diletante que en concreto no sabe nada en particular.
Si tenemos que entrar al quirófano, requerimos un buen cirujano o
demandamos que sepa de cultura general y que sea un buen conversador.
¿Cómo resolver este aparente dilema?
Desde el punto de vista puramente crematístico, la mayor
especialización y consiguiente división del trabajo resulta más
rentable, lo cual significa cierta distribución del conocimiento. Eso es
a lo que incentivan los procesos de mercado para el mejor
abastecimiento de las necesidades de la gente. La información dispersa
se coordina a través de los precios y va mostrando qué grados de
especialización se requiere para el progreso social. A su vez, ese
progreso y el consecuente aumento en el nivel de ingresos y salarios en
términos reales hace posible que las jornadas laborales se acorten, lo
cual, a su turno, brinda mayor tiempo disponible.
Ahora bien, ese mayor tiempo disponible -dejando de lado los espacios
para la recreación- debe aprovecharse para seguir profundizando la
especialización o para ampliar el horizonte de conocimientos ajenos a la
propia profesión, no solo para enriquecerla sino para saber más del
mundo que nos rodea y del sentido de nuestras vidas.
La clave para estos interrogantes se encuentra en el equilibrio en la
distribución del conocimiento que desde luego será en concordancia con
los deseos de cada uno, pero es bueno prestar atención al mencionado
equilibrio, si se quiere ajeno a lo meramente subjetivo. El prestar
atención al valor de mirar al campo debe balacearse con la importancia
de escarbar más en el hoyo de la propia especialidad. Esto es más humano
para no ser un bruto que solo entiende de cierto tipo de tornillos y
nunca se dio tiempo para siquiera meditar para que está vivo.
Sin duda que primará la decisión individual. En economía nos
referimos a la utilidad marginal como el factor valorativo determinante
para la asignación de esfuerzos. A medida que se va disponiendo de una
mayor cantidad de un bien, la utilidad marginal, es decir, la de la
última unidad, va decreciendo puesto que es marginal el uso que se le da
y, por ende, simultáneamente se van apreciando más otros bienes. Es lo
que ocurre con el antedicho tiempo libre, tienden a igualarse las
utilidades marginales, pero reiteramos que es un buen consejo a tener en
cuenta la valorización equilibrada del conocimiento.
Antaño, en la época de las cavernas de nuestros ancestros, las
personas eran una especie de hombres orquesta que para sobrevivir no
concebían la especialización, literalmente andaban a salto de mata.
En otras palabras, se suele considerar que las lecturas y estudios
que apuntan a lograr lo crematístico son útiles e inútiles los
conocimientos que genéricamente se denominan “humanistas” pero esto no
es así. Más aun, estos últimos estudios forman a la persona e incluso
permiten alcanzar otros objetivos lo cual queda reflejando cuando, por
ejemplo, se invita a doctores en historia o en filosofía a reuniones con
banqueros al efecto de proporcionar perspectivas enriquecedoras y fuera
de lo habitual y rutinario.
En otra oportunidad he subrayado el rol decisivo del trabajo teórico y
lo absurdo de resaltar la tarea práctica como se ésta no fuera una
consecuencia directa del andamiaje teórico ya que nada de lo que existe
hubiera podido concretarse “y practicarse” si previamente no hubo
teóricos que concibieron lo que está hoy entre manos desde la medicina,
las computadoras, los transportes terrestres, aéreos y marítimos, las
formas de producir alimentos, la vestimenta, los libros y las ideas que
conciben principios que permiten que la energía aflore, junto a todo los
que nos rodea.
Pienso que en la educación de la juventud esta perspectiva que
exponemos resulta de gran importancia trasmitirla para lograr personas
adecuadamente formadas cuyas potencialidades sean bien logradas, de lo
contrario, el desprecio por áreas aparentemente disociadas a sus vidas y
la valorización solamente de lo que puede atraer mayores patrimonios,
es una visión muy opaca de la realidad que, en última instancia, le da
la espalda a la vida y a la condición propiamente humana.
Como queda consignado, lo dicho para nada niega la necesidad de
proveerse de los mejores niveles de vida posibles, de lo que se trata es
de ubicar el tema en perspectiva y dar espacio a los fines y relegar
los medios como medios. Es a lo que apunta Donald Andrews en su The
Symphony of Life respecto al disfrute de la música, las pinturas y
esculturas que subraya son parte de una formación de excelencia.
En general, la forma de establecer criterios valorativos extendidos
consiste en dejar que transcurra el suficiente tiempo al efecto de
recabar la mayor cantidad de opiniones que se estiman competentes para
poder escoger y concluir en la respectiva materia, según sean nuestros
conocimientos o la confianza que depositamos en otros opinantes que
consideramos de valía.
En la ciencia o para el caso en cualquier contribución nueva o aporte
al acervo cultural, en un primero momento el público desconfía. En la
primera etapa puede aparecer como una idea estrafalaria que con el
tiempo y los suficientes debates queda claro si se trata de una sandez o
de un avance científico. En el momento en que aparece en escena lo
nuevo no resulta posible juzgarlo con la debida ponderación ni con el
debido detenimiento y perspectiva. Lo que si puede sostenerse es que el
arte, la ciencia o una manifestación cualquiera de cultura no radica en
cualquier cosa en cualquier sentido y que las valoraciones subjetivas en
cuanto a los gustos y preferencias deben distinguirse de la objetividad
de la cosa sujeta a juicio.
En todo caso, del mismo modo que Umberto Eco aplica el método
popperiano a la interpretación de textos para acercarse lo más posible
al sentido de lo que se lee, puede aplicarse esa metodología de
refutaciones y corroboraciones provisorias a las nuevas contribuciones.
Los elementos subjetivos y las características objetivas suelen
ilustrarse en diversos ensayos con la temperatura que existe en una
habitación: objetivamente es susceptible de medirse en el termómetro y
subjetivamente, cada uno, puede pronunciarse de diferente manera según
sienta más o menos calor o frío en concordancia con el contraste de la
temperatura ambiente de donde proviene el sujeto y según el
funcionamiento del termostato individual.
El notable J. F. Revel ha publicado un libro titulado El conocimiento
inútil donde, entre muchas reflexiones de gran calado, plantea algo
bien distinto de lo que dejamos dicho en esta nota periodística. De
todos modos es muy relevante mencionar la preocupación de Revel que
subraya la paradoja de que en un mundo de eficaces comunicaciones y por
ende de notables posibilidades de contar con información, en ese mismo
mundo hay sistemas que emplean “todas las maniobras y contorciones
mentales y morales” posibles para distorsionar y desfigurar la
información transformándola en escombros de conocimientos no solo
inútiles sino del todo contraproducentes.
Termino con un conocimiento que se trata como si fuera innecesario o
inútil pero que es indispensable y que debe repasarse y profundizarse
para que tenga lugar el respeto recíproco: la importancia de los
fundamentos del ideario liberal al efecto de remover la pesada bota de
los aparatos estatales y sus cómplices los empresarios prebendarios que
se alían al poder político para asfixiar y aplastar al individuo.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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