O
descobrimento do Novo Mundo e o desenvolvimento do mercantilismo
introduziram novas mudanças na economia europeia dos século XVI e XVII.
José Luis Orella para El Debate:
Si
en el momento actual hiciésemos una encuesta sobre el origen de la
economía moderna, las miradas se irían al norte de Europa,
responsabilizando a la ética protestante de raíz calvinista la
disciplina, la moral y la responsabilidad del trabajo, por el libro de
Max Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo, que
publicó en 1905 cuando el Imperio Británico, el alemán y EE.UU.
dominaban el mundo, y los países de tradición católica vivían en un
claro subdesarrollo. Incluso en la crisis de 2008, los medios
financieros del norte europeo, calificaban como PIGS (cerdos) a los
europeos meridionales (Portugal, Italia, Grecia y España) junto a
Irlanda.
Sin
embargo, detrás de esta «leyenda negra» procedente del evidente racismo
norteño, la economía moderna tuvo su origen y desarrollo en el Imperio
español, como era lógico en quien fue la primera potencia del mundo y
primer imperio global durante dos siglos, y la tercera durante un siglo
más. El descubrimiento del Nuevo Mundo y el desarrollo del mercantilismo
introdujeron nuevos cambios en la economía europea de los siglos XVI y
XVII.
Primer modelo de comercio global
España
desarrolló y creó en América una nueva sociedad, mestiza pero unida en
religión, cultura y gustos, lo que la convirtió con el tiempo en el
mayor mercado de productos europeos. Desde una economía primitiva en los
antiguos imperios, hasta la más básica recolectora en amplias áreas
americanas, España generó un auge económico y estímulo al desarrollo, a
través de una emigración humana especializada (agricultores y artesanos)
y el envío de semillas, víveres, útiles agrícolas, animales domésticos y
toda clase de mercaderías. La explotación de estos recursos españoles
sería preferentemente de Andalucía, Extremadura y Canarias, que a su
vez, se vio recompensada por la contrapartida de la masiva afluencia de
metales preciosos, y otros productos agrícolas de gran importancia, como
fueron la patata, o el maíz a nivel de alimentación básica. El Imperio
español convirtió Lisboa y Sevilla en los centros comerciales y
financieros de un mundo que iniciaba su globalización. Los Países Bajos,
como centros de redistribución del norte de Europa y el mundo italiano,
a su vez, del Mediterráneo, estaban incluidos en él, desde el emperador
Carlos V.
La
Casa de Contratación de Sevilla fue el centro de intercambio mundial
más importante del mundo, con presencia de comerciantes y financieros
extranjeros, principalmente flamencos, genoveses y alemanes. La llegada
de los metales preciosos americanos en el siglo XVI, principalmente de
plata, favorecieron un incremento de precios, y las mejoras técnicas
aplicadas por Jerónimo de Ayanz, un aumento de la producción en la época
dorada del imperio español. Sin embargo, el movimiento del dinero, la
aplicación de tasas de interés, el derecho a la propiedad privada, el
disfrute de los beneficios etc., planteó inicialmente problemas morales
que debían ser solucionados para mantener el desarrollo económico del
imperio.
Los dominicos y la teoría económica
El
dominico Francisco de Vitoria (1480-1546), y creador de la denominada
Escuela de Salamanca, que se convertiría en el Harvard del mundo de
aquel entonces, fue un dominico que asentó las bases del Derecho
Internacional, y las bases morales de la economía moderna, al concebir
la libertad de movimientos de hombres, dinero y productos como algo
positivo para el bien común de la sociedad.
A
partir de él, otros dominicos obtendrán una gran importancia en el
origen de la teoría económica científica, como Tomás de Mercado
(1525-1575) cuyo libro más conocido es la Suma de tratos y contratos
escrito en 1571 como respuesta a las dudas de conciencia que le habían
formulado comerciantes de negocios de México y Sevilla. Domingo de Soto
(1494-1560), también dominico, renovó el Derecho de Gentes y expuso en
su De Iustitia e Iure, su teoría sobre el dinero. El navarro Martín de
Azpilcueta (1493-1586), ex rector de la Universidad de Coimbra, fue el
primer economista en la historia que describió correctamente el fenómeno
de la inflación, ocasionado por la afluencia de metales preciosos
procedentes de las Indias.
Martín de Azpilcueta (1492?-1586)
Desde
Tomás de Aquino, los dominicos habían defendido la propiedad privada,
frente a otras órdenes mendicantes, principalmente los franciscanos,
quienes resaltaban el fin social por encima del derecho de propiedad. No
obstante, el obispo Diego de Covarrubias y Leiva (1512-1577), partícipe
en el Concilio de Trento, pionero en la lucha contra la esclavitud, fue
un defensor del derecho de los propietarios a disfrutar en exclusividad
a los beneficios que pudieran derivarse de su actividad.
Los
escolásticos y teólogos españoles y prestaron atención a los asuntos
económicos, conscientes de que la riqueza particular contribuía a la
riqueza general, y aportaron nuevas interpretaciones extraídas de la ley
natural para una economía moderna, pero que debía ser justa, respetando
la dignidad de la persona. La segunda generación de la Escuela estará
formada por jesuitas, entre los que destacarán Luis de Molina
(1535-1601) y Francisco Suárez (1548-1617). El primero será un defensor
de la propiedad privada en la línea del dominico Domingo de Soto. En
cuanto al segundo tuvo un papel protagonista en la renovación del
pensamiento filosófico, de gran relevancia en el carácter hegemónico en
las escuelas católicas de España-Portugal e Italia, pero también en la
tradición reformista de las escuelas alemanas y neerlandesas, de la
tradición de Philip Melanchthon y Hugo Grotius.
La
expulsión de los jesuitas del mundo católico en el siglo XVIII y la
extinción de la Compañía de Jesús en 1773 condenó a nuestros países al
olvido científico. En España su reconocimiento vendrá en 1941 y 1942,
por el profesor Alberto Ullastres, quien analizó la teoría monetaria de
Martín de Azpilcueta, y fue posteriormente como ministro de comercio,
uno de los protagonistas del «milagro español económico» de los años
sesenta. A nivel internacional, el espaldarazo final vino dado por
Joseph Schumpeter en su Historia del análisis económico publicado en
1954, donde elogió el alto nivel de la ciencia económica en la España
del siglo XVI. Según él esta escuela fue el grupo que más se merece el
título de fundador de la Ciencia Económica. Posteriormente Marjorie
Grice-Hutchinson subrayó su importancia en su obra The School of
Salamanca, Readings in Spanish Monetary Theory, 1544-1605.
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