O escritor espanhol apresenta seu novo romance de aventuras, em que viaja ao convulso México de princípios do século XX com um jovem "sem ideologia", que aprende observado como é o ser humano. David Barreira para El Cultural:
Heroísmo,
valentía, la seducción ante los abismos del peligro, el coraje, la
camaradería, la impronta de situaciones extremas en la idiosincrasia del
ser humano… Son los elementos intrínsecos de la literatura épica de Arturo Pérez-Reverte
(Cartagena, 1951), y todos ellos están presentes en su nueva novela, la
número treinta y dos, Revolución (Alfaguara), con la que se adentra en
las entrañas del México de principios del siglo XX y en la sublevación
comandada por Pancho Villa.
Pero su protagonista en esta ocasión es un tanto diferente a Lorenzo Falcó y a Sidi, a los soldados republicanos y franquistas del baño de sangre de Línea de fuego
o al Teseo Lombardo de El italiano. Martín Garret Ortiz, un joven
ingeniero de minas español que acaba siguiendo, picado por la
curiosidad, al ejército revolucionario, no está enfangado en el fragor
de los combates, es un observador. "Es un chico joven donde no hay una
ideología en su comportamiento, un individuo que mira, que aprende sobre
el mundo y los seres humanos, y ser testigo de todo eso lo va a ir
cambiando", resume el escritor.
"Esta
es una novela de aventuras, de aprendizaje, un viaje iniciático. Martín
Garret no cree en la causa, cree en los seres humanos", añade
Pérez-Reverte durante la presentación de Revolución este lunes en el
Hotel Palace de Madrid. Es exactamente el reflejo de la creencia del
escritor y excorresponsal de guerra. ¿Pero no es inseparable la valentía
personal, el heroísmo de los individuos, de la causa por la que se
lucha?
"Prefiero
moverme con héroes donde no es la ideología lo que prima, aunque la
tengan", responde el autor. "Cuando lo ves desde fuera, las ideologías
son fáciles de identificar: esto es nazi, esto comunista. Cuando te
acercas al ser humano, lo que priman son las contradicciones. A mí no me
apetece hacer una novela ideológica, quiero contar cómo se comporta el
ser humano. Cuando estuve por primera vez en una guerra vi que aquello
era geometría, que el azar y el caos tenían reglas. Y me di cuenta que a
través de ellas podías acercarte a las fuerzas que mueven el universo.
Mi zambullida fue primero como testigo y a veces como novelista en los
mecanismos humanos que enlazan con esos códigos cósmicos que mueven el
mundo, la vida, la muerte. Para mí es más importante un hombre que viola
a una mujer que la ideología, que además puede engañar y manipular.
Pero cuando estás frente al ser humano no hay engaño ninguno".
En el protagonista de Revolución hay muchos elementos autobiográficos de Pérez-Reverte
y de cómo cubrir de joven conflictos bélicos en lugares tan distantes
como los Balcanes o Nicaragua moldeó su imagen del mundo. "La novela la
recorre un poso de melancolía al ver que tras tanta sangre derramada, en
el México actual sigue la injusticia, el caciquismo, la violencia…
Haber sido testigo de esas cosas provoca que uno no se haga muchas
ilusiones sobre las aspiraciones revolucionarias", zanja el autor,
aunque añade: "Las revoluciones hay que hacerlas con violencia, las
pacíficas es raro que consigan algo. Hay momentos en que hay que
levantarse y pelear, aunque sea sin esperanza".
El
académico también vuelve a incidir en que sus novelas no son
históricas, de recreación: "No escribo para reconstruir sino para
entender el presente. Que sea un héroe cansado o esté en proceso de
aprendizaje, son personas que tienen conflictos plenamente actuales. Sin
la historia, el hombre moderno es huérfano, por eso siempre tengo el
afán de que la historia sea el tejido de la novela. Una novela actual me
parece muy vulgar, el tiempo es vulgar narrativamente hablando. Yo soy
del siglo XX y estoy más cómodo así que utilizando teléfonos móviles".
Novelistas vivos y muertos
Revolución
es el regreso de Pérez-Reverte a México tras la exitosa La reina del
Sur. Y es una novela que ha ido creciendo en su cabeza desde que era
pequeño, desde que escuchó en su casa la historia de un amigo de su
bisabuelo, también ingeniero de minas, que se había ido a trabajar al
país latinoamericano y narró en frecuentes cartas los acontecimientos
imprevistos y sorprendentes de la Revolución mexicana.
Explica el escritor que durante toda su vida ha ido acumulando
materiales y documentación, que ahora ha combinado con un proceso de
documentación sobre la lengua hablada en esas primeras décadas del
siglo. "Quería que el lector oyese hablar mexicano", promete.
En
la ficción también tienen un preso importante los personajes femeninos.
Hay tres principales: una "niña bonita" de una familia acaudalada, una
intrépida periodista estadounidense con ecos de Nellie Bly y una
valerosa guerrillera que acompaña a los líderes revolucionarios como
Pancho Villa y Emiliano Zapata, de quienes, por cierto, opina el autor,
la gran pantalla ha dado "una imagen romántica, folclórica; el cine es
siempre una falsificación, no es una fuente fiable". Todas ellas
influirán en la evolución del protagonista. "La presencia de mujeres en
la vida de un hombre la hace avanzar, progresar mucho en ese viaje
iniciático", opina Pérez-Reverte.
"Sin ellas el aprendizaje sería incompleto. Sin los silencios y la
mirada de la mujer, el hombre nunca da los pasos completos".
Preguntado
por qué ha aprendido él al armar Revolución, el escritor hay lanzado
una sugerente reflexión: "Cuando uno llega a 71 años, piensa que puede
haber visto todo y aprendido todo, pero no es verdad. Cada novela con la
que trabajo me ayuda a aprender. Un novelista como yo es un cazador, y
mantener la gimnasia del aprendizaje te mantiene vivo. Una novela es una
forma no envejecer de forma miserable, triste o sórdida. El novelista
que deja de aprender está muerto y hay muchos novelistas muertos que no
lo saben".
Es
volcánico Pérez-Reverte en sus respuestas y exposiciones, pero deja
claro que lo que a él realmente le fascina, y sobre ello está construida
buena la mayor parte de su narrativa, es el comportamiento del ser
humano. "Es lo que me deslumbró en las primeras guerras y revoluciones
que cubrí. La causa por la que se mata y donde sea es lo de menos. Yo me
enganché a la guerra por los seres humanos y Martín Garret se engancha a
la revolución por la gente. En un mundo donde todo son consignas
fáciles y se resumen 3.000 años en un tuit, esta novela da una visión
diferente de lo que es lo habitual. Estoy orgulloso de ello; soy un
escritor honrado, no intento congraciarme con el mundo en el que vivo
ahora, sino decir cómo lo he visto".
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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