BLOG ORLANDO TAMBOSI
El principio del robot es exactamente el mismo que el de la máquina en general, antiguamente también muchos distraídos y mal informados objetaron la aparición de maquinaria como enemigo del trabajo. Alberto Benegas Lynch (h) para o Instituto Independiente:
En
demasiadas circunstancias se vienen reiterado alarmas debido al notable
avance tecnológico referido a los robots que se dice que, como cada vez
abarcan más áreas, se acentuará el desempleo. Resulta sumamente curioso
este razonamiento pues, si fuera cierto, no habría problema puesto que
dado que todas las necesidades estarían cubiertas y no habría necesidad
de trabajar. Es decir, se supone el paraíso ya que al no requerir
trabajo las condiciones de vida se tornan idílicas.
Pero
lamentablemente las cosas no son así, las necesidades son ilimitadas y
los recursos son escasos y el recurso por excelencia es precisamente el
trabajo. No solo por tratarse de humanos sino porque no puede concebirse
la producción de ningún bien ni la prestación de ningún servicio sin el
concurso del trabajo.
Es
menester aclarar que en un mercado libre en materia laboral nunca bajo
ningún concepto y circunstancia sobra aquel factor clave que, como queda
dicho, es siempre escaso en relación a las permanentes y estiradas
necesidades a medida que se progresa. No importa el grado de miseria o
de riqueza, nunca sobre ese factor esencial. Incluso en el caso de
náufragos que llegan a una isla desierta no dirán que como no hay
“fuentes de trabajo” pueden descansar. Al contrario, no le alcanzarán
las horas del día y de la noche para sobrevivir. Las remuneraciones en
ese caso consistirán en los intercambios: cocos recogidos por animal
apresado y así sucesivamente. En la medida en que se ahorre de lo
habitualmente consumido se podrá destinar tiempo para fabricar un equipo
de capital lo cual permitirá elevar el nivel de vida. Por ejemplo
invertir tiempo en fabricar una red de pescar lo cual habilitará recoger
mayor cantidad de peces en lugar de hacerlo a los cascotazos. Esa mayor
cantidad de peces por unidad de tiempo se traduce en un mejor nivel de
vida y así con el resto de las cosas.
Sin
duda que si la situación es miserable, serán miserables también los
ingresos de cada cual en el caso de la isla retribuciones en especies en
el contexto del trueque. En cambio, en lugares de altas tasas de
capitalización, es decir, instalaciones, equipos, herramientas,
maquinaria y conocimiento relevante, en esa media se incrementa el nivel
de vida. La diferencia entre un país rico y uno pobre estriba en las
tasas de capitalización y, a su vez, el ritmo de esas tasas depende de
marcos institucionales civilizados, o sea respeto a los derechos
individuales: la vida, la libertad y la propiedad de cada cual.
Los
salarios e ingresos en términos reales no son nunca consecuencia de
voluntarismos ni de decretos, son como queda dicho el resultado del
volumen de inversión. Los recursos naturales, los climas y las etnias no
definen el asunto, solo se trata del monto invertido. Cuando en un país
rico se retribuye con seguros de salud, con automotor, con pagos a
colegios, con jubilaciones, son vacaciones y con música funcional en las
oficinas no es por bondad de los empleadores, por el contrario están
obligados a retribuir de ese modo, de lo contrario no encuentran
colaboración.
Si
los aparatos estatales o grupos apoyados por los gobiernos imponen
salarios superiores a los de mercado, es decir, superiores a lo que
permiten las aludidas tasas de capitalización, el efecto inexorable es
el desempleo involuntario. A saber, ocurre que gente se ofrece para
trabajar, pero no hay demanda a ese salario artificial. Por otra parte,
el desempleo voluntario no constituye un problema pues se trata de
personas que no quieren trabajar dadas las circunstancias imperantes o
porque viven de rentas o porque estiman que lo que se ofrece no es
suficiente. La tragedia, el drama, el problema grave irrumpe cuando las
mal llamadas “conquistas sociales” se imponen pues en esa situación se
barren personas del mercado o, de lo contrario, se trabaja en el mercado
informal al efecto de salvarse del desempleo.
En
este contexto es pertinente subrayar que los sindicatos son de gran
utilidad en una sociedad libre siempre que se trate de asociaciones
voluntarias que, por ejemplo, informan cuanto se abona en las distintas
faenas, se ofrece obras sociales y equivalentes siempre que sean
competitivas y abiertas. Los aportes obligatorios, las afiliaciones
compulsivas, las representaciones coercitivas y las acciones
intimidatorias y violentas son incompatibles con la libertad y el
respeto recíproco. Esto desde luego incluye la imperiosa necesidad de
abrogar las denominadas retenciones que habitualmente llevan a cabo los
empleadores forzados por legislaciones inmorales.
Ahora
bien, cuando se introduce un adelanto tecnológico que produce mayor
cantidad y mejor calidad, se libera trabajo para dedicarse a otras cosas
ya que como apuntamos las necesidades son infinitas y cambiantes, de lo
contrario otra vez debemos aludir a Jauja o al paraíso donde no habría
necesidad de incurrir en el costo de trabajar puesto que todos estarían
satisfechos. Entonces esa liberación se emplea en otros sectores y los
empresarios y comerciantes siempre deseosos de incrementar ganancias
fruto de arbitrajes son los principales interesados en capacitar al
efecto de sacar partida de la situación. Es el caso del hombre de la
barra de hielo antes que apareciera la heladera o los fogoneros de las
locomotoras antes del los motores Diesel, el cartero antes de los mails,
los mecanógrafos antes de las computadoras o los cableados antes del
celular inalámbrico.
Por
eso es que las referencias a los acuerdos entre el capital y el trabajo
son impropias: se trata de formas distintas de trabajo, el capital está
formado por aparatos que no negocian. De allí que sea una sandez
mayúscula aludir a “la clase trabajadora” como si hubiera una clase que
trabaja y otra que la explota. Cuando un pintor de brocha gorda se muda
de La Paz Bolivia a Huston en Estados Unidos se observa que el candidato
en cuestión eleva exponencialmente su salario. No es porque el
estadounidense sea más generoso que el boliviano, es porque en el primer
caso está obligado a pagar más para lograr el trabajo.
A
veces se ha dicho que no es justo permitir que contrate un millonario
con una persona que no le alcanza el sustento para llegar a fin de mes, a
fin de semana o a fin del día puesto que se continúa diciendo hay una
“evidente desigualdad en el poder de contratación”. Pues no hay tal
cosa, el asunto está a todos luces mal analizado. Es irrelevante cuanto
tenga cada uno en cuenta corriente, el nivel del salario va por otro
andarivel. Como hemos visto, depende exclusivamente de las tasas de
capitalización. Ilustremos esto con el ejemplo de una billonario que en
cierto pueblo pregunta cuanto cuesta pintar su mansión. Supongamos que
le dicen mil, entonces ese rico concluye que como su cuenta corriente
está rebosante y su patrimonio es colosal pagará quinientos, el
resultado indefectible es que no pintará su casa. Es del todo
inatingente a cuanto asciende su riqueza, si en el mercado laboral la
cifra es mil no hay salida, el que ofrece menos se queda sin el servicio
y si se pretende pagar más esa persona tendrá sus días contados como
comerciante y consumirá su patrimonio.
Entonces
nada hay que preocuparse por la generalización de robots y similares,
solo hay que celebrar puesto que el nivel de vida necesariamente se
eleva a medida que se libera nuevo trabajo para llevar a cabo nuevas
tareas que dan lugar a nuevos bienes y servicios. Para no decir las muy
fascinantes tareas que han desempeñado robots durante el pico de la
pandemia para distribuir medicamentos sin peligro de contagios.
El
principio del robot es exactamente el mismo que el de la máquina en
general, antiguamente también muchos distraídos y mal informados
objetaron la aparición de maquinaria como enemigo del trabajo, en
realidad el verdadero enemigo del trabajo reside en las ideas
atrabiliarias de regulaciones y controles ejecutadas por politicastros
ignorantes del sentido elemental de la economía. El decimonónico
Frédéric Bastiat en el capítulo 20 de su célebre Sofismas económicos ya
había ridiculizado la absurda sugerencia de destruir maquinarias y
herramientas “para defender el trabajo” y establecía un correlato con
las restricciones al comercio exterior que obligan a comprar más caro y
de peor calidad “al efecto de proteger fuentes de trabajo” lo cual
empobrece al forzar a desembolsar más por unidad de producto que
necesariamente conduce a que hayan menos productos.
Y
respecto a la maquinaria no hay necesidad de circunscribirla a
sofisticadas para uso industrial, la idea, como decimos asimilable al
robot, va del uso cotidiano desde la máquina de coser, la licuadora, la
cortadora de pasto y el taladro. Si destruimos la maquinaria y
consecuentemente el robot cae precipitadamente el nivel de vida y nos
retrotraemos a la cueva y al taparrabos, ni siquiera al garrote pues se
trata de una herramienta. Además de todo lo expuesto debe agregarse el
trabajo que demanda la fabricación de robots, maquinaria y herramientas.
Por
supuesto que con robots o sin robots si se pacta una remuneración y
llegado el momento se paga otra menor esto es un fraude, un engaño, una
trampa que debe ser castigada con todo el peso de la ley puesto que se
trata de la lesión al derecho y nada tiene que ver con mercados abiertos
y competitivos donde el que sirve a sus semejantes obtiene ganancias y
el que yerra incurre en quebrantos. En esta línea argumental también
debe insistirse que los llamados empresarios prebendarios son la
antítesis del comportamiento decente ya que esos sujetos explotan a sus
semejantes vía privilegios atados a inaceptables alianzas con el poder
político de turno.
Lo
dicho no autoriza a recurrir a expresiones equivocadas como
“inteligencia artificial” puesto que inteligencia inter-legum es decir
leer adentro, captar esencias es propio de lo humano y del consiguiente
libre albedrío y no de un aparato sujeto a programación y por ende
determinado. Como hemos consignado antes, esto es similar a cuando se
pondera alegremente la “memoria” de la “computadora”. Pues ni lo uno ni
lo otro, cuando algunos de nuestros ancestros hacía un nudo en el
pañuelo para recordar algo no alabábamos “la memoria del pañuelo”. Del
mismo modo son los humanos los que en verdad computan, el aparato es
fruto de impulsos eléctricos. Una cosa es mostrar las inmensas ventajas
del progreso tecnológico y otra bien diferente es distorsionar
significados y conceptos cruciales.
Por
último, en el plano de la desocupación señalo que en los casos de
severos defectos físicos las consiguientes tareas filantrópicas se
llevan a cabo en la medida de la libertad que tenga lugar, por eso, para
ilustrar el punto si se quieren localizar obras de caridad debe mirarse
a países como Estados Unidos y no a la isla-cárcel cubana.
Postado há 2 days ago por Orlando Tambosi
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