Alguém ordenou disparar contra a multidão em um Primeiro de Maio na Sicília. Foi o massacre de Portella della Ginestra, há exatamente 75 anos. Luis Reyes para The Objective:
Los
primeros disparos sonaron hacia las 10 de la mañana, y la gente pensó
que eran cohetes, estaban de fiesta. Pero de pronto empezaron a caer
personas e incluso alguna mula. ¡Les estaban disparando! La gente se
puso a correr despavorida, pero ¿a dónde? Portella de la Ginestra es un
descampado rodeado de elevaciones, donde los campesinos de los
alrededores hacían una especie de «romería roja» todos los Primero de
Mayo desde finales del siglo XIX. No hay un sitio donde esconderse,
además les disparaban desde varias direcciones.
En
lo alto de una peña del Monte Pelavet se podía distinguir una figura
familiar para cualquiera que viviese en el campo siciliano, un hombre
con gabardina blanca. Era el legendario «Duridu», Salvatore Giuliano, el
último bandolero de Europa. Él era evidentemente el director de aquella
orquesta de pólvora y plomo, aunque no controlaba a todos los músicos.
Al pie del monte había un grupo de cinco hombres que disparaban
metralletas, miembros de otra banda. Y desde la dirección opuesta,
todavía había otro grupo de cuatro mafiosos conocidos de la zona,
disparando por su cuenta.
Cuando
alguien vive un tiroteo el tiempo se le hace eterno, pero los testigos
más fiables coinciden en la duración extraordinariamente larga de
aquellas descargas del Primero de Mayo, más de diez minutos. Teniendo en
cuenta esto, y lo indefensa que estaba la multitud de unas 2.000
personas, los once muertos y 27 heridos graves de Portella della
Finestra parecen pocos. Quizá fuese verdad lo que declararon los
lugartenientes de Giuliano, que Duridu había ordenado «disparar por
encima de la cabeza de la gente», para asustarlos solamente. Quizá
fuesen únicamente los de la otra banda, los de las metralletas –los
hombres de Giuliano disparaban con fusil- los responsables de las
muertes.
Pero
esos cinco bandidos nunca hablarían, porque murieron a su vez en un
encuentro con la policía en el que parecía existir la orden de no hacer
prisioneros. La muerte de los implicados en la masacre del Primero de
Mayo fue una epidemia general que impediría conocer lo que de verdad
importaba, que no es quién disparó en Portella della Ginestra, sino
quién les ordenó hacerlo.
¿Quién dio las órdenes?
El
hombre que mejor conocía a esos responsables era, naturalmente, el
propio Giuliano, que recibió las instrucciones por escrito y quemó la
nota inmediatamente después de leerla. Pero tres años después de
Portella della Ginestra, en julio de 1950, Giuliano murió en un
encuentro con los Carabinieri, oficialmente por los disparos que le hizo
el capitán Perenze cuando el bandido empuñó su metralleta. En realidad
todo indica que Salvatore Giuliano fue asesinado a traición por su
lugarteniente Gaspare Pisciotta, y que luego se colocó el cadáver en un
montaje teatral, como si hubiera habido enfrentamiento.
Pisciotta
jugaba a agente doble y tenía un salvoconducto como colaborador de los
Carabinieri, pero también pagaría con su vida saber demasiado.
Encarcelado y procesado como el resto de la banda de Giuliano, ante el
tribunal Pisciotta acusó de haber ordenado la matanza a tres diputados
monárquicos, pero también al ministro del Interior, el democristiano
Mario Scelba, y a Bernardo Mattarella, el número dos de la Democracia
Cristiana y padre del actual presidente de la República Italiana. Su
testimonio no fue tomado en serio por los jueces.
Pero
otros sí se tomaban en serio las acusaciones de Pisciotta, que parecía
determinado a echar culpas sobre todo el mundo. Pisciotta temía por su
vida y tomaba precauciones: no compartía la celda con nadie y solamente
comía la comida que le traía su madre. Pese a ello, el 9 de febrero de
1954 fue envenenado con estricnina, concretamente con el matarratas que
se usaba en la cárcel de Palermo contra los roedores.
La
versión oficial, la que aparece en un monolito conmemorativo en el
lugar de los hechos, presenta como instigadores de la masacre a los
«Agrarios» y a la Mafia. Los «Agrarios» eran los aristócratas
terratenientes del estilo de los de El Gatopardo, que seguían existiendo
en Sicilia, y temían
que los campesinos ocupasen sus tierras. Doce días antes del Primero de
Mayo el Bloque del Pueblo, una coalición de comunistas y socialistas,
había ganado las elecciones autonómicas en Sicilia, provocando el pánico
del sector más conservador de la sociedad siciliana.
El
Partido Comunista, que en 1947 todavía formaba parte del gobierno de
coalición, pretendía hacer una reforma agraria, expropiando las fincas
de más de 100 hectáreas. El jefe de los comunistas en Sicilia, Girolamo
Li Causi, iba a hablar a los concentrados en Portella della Ginestra. Li
Causi estaba obsesionado con acabar con los latifundios, y los nobles
terratenientes temían que desde Portella della Ginestra la gente se
fuera directamente a ocupar sus fincas.
En
cuanto a la Mafia, un gobierno comunista en Sicilia era temible, podía
suponer su fin en vista de cómo actuaban los comunistas en los lugares
donde alcanzaban el poder. Los «hombres de honor», como se llamaban a sí
mismos los mafiosos, estaban dispuestos a hacer cualquier cosa para
impedirlo. Investigaciones norteamericanas han descubierto recientemente
que Giuliano había sido «bautizado» como miembro de la Mafia. Por
cierto, a Li Causi le advirtieron que no fuese a Portella della
Ginestra, no está claro si el gobierno o… la propia Mafia, cosas de
Sicilia.
Siempre
flotará en el ambiente la sospecha sobre la Democracia Cristiana. La
colaboración entre democristianos y comunistas forjada durante la Guerra
Mundial en el enfrentamiento al fascismo, había llegado a su fin, la
Guerra Fría estaba en marcha y Estados Unidos presionó a Italia para que
echase del gobierno a los comunistas. Precisamente la víspera del
Primero de Mayo, el democristiano Alcide de Gasperi, primer ministro de
los sucesivos gobiernos de coalición, anunció en una reunión del
gabinete que la alianza de la Democracia Cristiana con comunistas y
socialistas «ya no era válida para gobernar el país».
El
ala más progresista de la Democracia Cristiana siempre pensó que esa
alianza con la izquierda era necesaria para gobernar a Italia. Pero
también había un ala conservadora muy alejada de tales ideas, que podía
buscar la estrategia de la confrontación. Nunca se conocerá a todos los
culpables de aquel Primero de Mayo de sangre de hace tres cuartos de
siglo.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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