Seu compromisso não passava pela obediência a um partido ou ideologia, mas por uma independência radical e imprevisível. Elvira Navarro para El Confidencial:
Curzio Malaparte
es uno de los grandes escritores europeos del siglo XX y resulta
particularmente apropiado de leer en este verano en el que estamos viviendo una guerra en Europa, pues fue un testigo excepcional de los desastres de las dos guerras mundiales y narró como nadie la descomposición europea.
Afirma Milan Kundera, en un librito delicioso titulado ' Un encuentro '
—el librito reúne un puñado de ensayos sobre algunos de sus artistas
más admirados—, que Malaparte ejerció de escritor comprometido unos
veinte años antes de que Sartre acuñara el término. Su compromiso no
pasaba por la obediencia a un partido o ideología, que es como lo
entendemos ahora, sino por una independencia radical e imprevisible. De
origen pequeñoburgués —su madre era lombarda y su padre un alemán que
comerciaba con telas—, se crio con una humilde familia campesina de la
Toscana afín al republicanismo garibaldino. Su verdadero nombre es Kurt Erich Suckert, y
eligió muy elocuentemente 'Malaparte' —que significa “de mal lugar”—
para firmar sus numerosos artículos y obras. Fue siempre un tocapelotas y
su actitud le salió cara. Le encarcelaron varias veces y una de sus
novelas sería prohibida por el Santo Oficio.
Nacido en 1898, con tan solo dieciséis años abandonó sus estudios secundarios y se fugó a Francia para combatir en la Primera Guerra Mundial
con la Legión Garibaldina. Le hirieron gravemente, lo que le acarrearía
una dolencia crónica de pulmón. De vuelta en Italia, se hizo
diplomático, y en 1922 se adhirió al partido fascista seducido por un
Mussolini que venía del socialismo, con la esperanza de que la
revolución acabara con el mundo que llevó a Europa a la guerra. Fue
director del semanario fascista 'La Conquista dello Stato' y del diario
turinés 'La Stampa', y sus diferencias con el Duce comenzaron a raíz de
los pactos de Letrán. En 1931 Malaparte rompe públicamente con el
fascismo a través del ensayo ' Técnica del golpe de estado ',
donde ataca tanto a Hitler como a Mussolini, motivo por el cual se le
condenó primero a la cárcel y luego al exilio interno en la isla de
Lipari. Mussolini arrestaría a Malaparte en cuatro ocasiones más.
Pero lo decisivo para que Malaparte se convirtiera en un escritor imprescindible viene con la Segunda Guerra Mundial,
a raíz de ser enviado como oficial del Ejército italiano y corresponsal
del 'Corriere della Sera'. Fue el único que estuvo en la primera línea
del frente ruso. Iba acompañando al Ejército alemán, y Joseph Goebbels
le expulsó por no obedecer las consignas oficiales. Mussolini censuró
sus artículos, pero estos se recopilaron en 1943 y se publicaron bajo el
título 'El Volga nace en Europa', donde sostiene la tesis de que la
guerra alemana contra la Rusia soviética no era una guerra de Europa
contra Asia, sino de la Europa alemana contra el resto de los pueblos
europeos, de los que la Rusia bolchevique formaba parte.
Su experiencia en el frente daría lugar a la primera de sus dos obras capitales, ' Kaputt '
(1944), donde mezcla magistralmente autobiografía y ficción a través de
pasajes expresionistas y surrealistas para alzar un retrato feroz de la
derrota moral de Europa a través de algunos aristócratas, como su gran
amigo Agustín de Foxá —otro
personaje incómodo e incorregible—, y de altos cargos militares y
políticos. De estos últimos hace una crítica salvajemente mordaz
mediante el contraste de sus vidas con la de las pobres gentes que
sufren la contienda. Fue asimismo de los primeros en hablar de la
persecución de los judíos en todos los países ocupados, cuando todavía
se ignoraba lo que estaba sucediendo con ellos. Por ejemplo, cuenta esta
repugnante anécdota del gobernador nazi de Polonia: después de una cena
opulenta, este se sienta al piano para tocar algunas composiciones de
Chopin. Tras dejarse besar las manos por las damas que acuden a la cena,
asesina en un paseo a un niño judío que cruzaba el muro del gueto de
Varsovia para buscar alimento. Los nazis llamaban a esos niños
“ratones”, y los cazaban como tales.
El
mismo estilo de narración casi delirada, cínica, piadosa, dolida y
poética, sumamente adecuada para contar el mundo dislocado y agonizante
de la guerra, usa para ' La piel '
(1949), donde ahonda en lo que significa cualquier contienda: pura
destrucción de la que, antes o después, todo el mundo sale envilecido.
El libro empieza en el Nápoles
del desembarco americano, comprendiendo desde 1943 hasta 1945. Se abre
con una cita de Esquilo —“Si respetan los dioses y los templos de los
vencidos, los vencedores se salvarán”— para, acto seguido, ofrecer un
retrato no exento de crueldad sobre la inocencia de los soldados
americanos, que a menudo acaba pervertida por aprovecharse de lo que el
pueblo napolitano se ve obligado a hacer para sobrevivir. “Todos los
vencedores necesitan ver estas cosas para sentirse héroes”, dice el
Malaparte personaje en el segundo capítulo del libro, titulado “La
virgen de Nápoles”. “Necesitan meterle el dedo a una pobre chiquilla
vencida”, continúa. La virgen es una chiquilla que se deja meter el dedo
por los soldados norteamericanos para ganarse un dinero. “Si hubieseis
perdido la guerra, sería una virgen americana la que estaría en esa
cama”.
Dividida
en doce capítulos, destaca el que ocupa la parte central, “El viento
negro”, donde el autor construye una metáfora con un viento que lo cubre
todo, como un heraldo de la muerte, hasta llegar a una escena
aterradora donde el narrador se encuentra con un grupo de judíos crucificados por los nazis en Ucrania.
El pasaje es una feroz crítica al cristianismo que consintió la
barbarie. “¿Es esta vuestra piedad?”, grita un crucificado. “¿Nos
claváis a los árboles para matarnos de un tiro en la cabeza?”. La
crítica motivó que el Vaticano colocara esta obra en el Índice de libros prohibidos.
Lo
más sobrecogedor de la novela le da título y sintetiza su idea central:
un hombre aplastado por las orugas de un tanque cuya piel, al
levantarla, forma una alfombra de piel humana que Malaparte convierte en
bandera: “Esa era la bandera de Europa”, afirma, y más adelante: “una
bandera de piel humana, la bandera de nuestra patria, era nuestra patria
misma. Y así fue cómo vimos arrojar la bandera de nuestra patria, la
bandera de la patria de todos los pueblos, de todos los hombres, al
vertedero de la fosa común”.
Y es que se empieza por colgar trapos en los balcones, se sigue por convertir al otro en un enemigo y se termina justificando la guerra. Cuando lo lamentamos, ya es demasiado tarde.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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