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Com os genes de um Neandertal
As hipóteses engendram os argumentos, e não o contrário: se certos alimentos são salutares ou não, ainda se está por demonstrar. David Toscana para Letras Libres:
Cada
vez que hallo en la prensa información sobre cierto estudio que
demuestra algo, sé que habrá otro estudio que demuestre lo contrario;
así es la ciencia de caprichosa, a veces negra y a veces color rosa.
Me
encuentro con este encabezado: “El consumo de alcohol provocó cáncer a
cien mil bebedores moderados el año pasado”. Esta paparrucha se publicó
en la prestigiosa revista The Lancet. Sus conclusiones son que “el
consumo de alcohol, sin importar la dosis, provoca un aumento sustancial
de casos de cáncer, lo que pone de manifiesto la necesidad de implantar
políticas y acciones eficaces para aumentar la concientización sobre
los riesgos de cáncer asociados al consumo de alcohol y disminuir el
consumo general de alcohol para prevenir la carga de cánceres
atribuibles”.
La
ciencia podría llegar hasta donde dice “sustancial de casos de cáncer”.
El resto es política o activismo o moralina. A partir de ahí se
desprendieron más comentarios en la prensa, y el gobierno de España se
apuntó para recomendar que no se sirviera vino o cerveza en los menús
del día.
Otro
estudio reciente asegura que, para una mujer, beber una botella de vino
a la semana da el mismo resultado que fumar diez cigarrillos en cuanto a
los riesgos de cáncer de mama. Nada nos informa sobre las mujeres que
fuman y beben.
Algunos
estudios dicen que el vino contiene antioxidantes que ayudan a prevenir
el cáncer, además de que favorece el buen funcionamiento del corazón y
previene el Alzheimer. Según la Universidad de Leicester, el vino tinto,
además, “destruye las células cancerosas y mejora la efectividad de los
tratamientos de radiación y quimioterapia contra el cáncer”.
También
leí sobre dos estudios de genes que heredamos de los neandertales.
Desde el encabezado se nota la oposición de ambos. “Un gen de neandertal
nos protege de la covid-19”, dice uno. El otro: “El principal riesgo
genético para enfermar gravemente de covid-19 lo heredamos de los
neandertales”.
Luego
de décadas en que la ciencia médica recomienda evitar las carnes rojas,
leo en el New York Times que un equipo de investigadores
internacionales produjo una serie de análisis con los que se concluyó
que tal consejo “no está respaldado por ninguna evidencia científica”.
No faltaron voces que pidieran a estos investigadores que no publicaran
sus conclusiones, pues podrían afectar la reputación de los nutriólogos.
El
queso es otro favorito de los científicos descarrilados. Un estudio de
cierta asociación médica vegana asegura que el queso aumenta en un 53%
el riesgo de sufrir cáncer de mama. Mientras que el Centro de
Investigación del Cáncer en el Reino Unido asegura que no existe
evidencia de que el queso propicie algunos cánceres, y en cambio sí
reduce el riesgo de los de estómago o colon.
Medical
News Today publica un estudio que afirma que consumir queso reduce en
14% el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares. Mientras tanto,
Harvard publica que el queso, debido a sus grasas saturadas, aumenta el
colesterol dañino y puede multiplicar el riesgo de enfermedades
coronarias.
Y
vaya uno a saber qué significa “queso” en cualquier estudio. ¿Asadero?
¿Mozzarella? ¿Manchego? ¿Parmesano? ¿Oscypek? ¿Comté? ¿Azeitão? ¿De vaca
o cabra u oveja o búfala? ¿Fresco o curado? ¿Crudo o pasteurizado? ¿En
rebanadas o en quesadillas? Solo un paladar gringo puede hablar
genéricamente de queso o carne o pan.
Y hablando de pan… Mejor no hablo, pues son interminables los estudios discordantes.
Por
cosa de tales estudios poco confiables, la OMS hace sus
recomendaciones; y, también en España, con esos gobernantes siempre
maternalmente preocupados por los intestinos del español, el pan será
más insípido, pues por ley llevará menos sal, lo cual no hará a los
españoles más sanos, pero sí más desventurados.
Y
ojo, que no toda la comida sana es sana, pues el pescado tiene
mercurio, las hortalizas contienen nitratos, ciertos mariscos tienen
cadmio y la carne contiene carne.
Buscando
apenas en la superficie, me encuentro estudios que aseguran que la
dieta vegana es la opción más saludable, y reduce en un 14% el riesgo de
cáncer. Pero igual tropiezo con estudios que dicen: “No hay evidencia
de que una dieta vegetariana o vegana reduzca el riesgo de morir de
cáncer”.
En el mundo de la ciencia se suele decir que un estudio está hecho para demostrar la hipótesis.
Ya
hace más de mil ochocientos años, el filósofo escéptico Sexto Empírico
escribió: “Si uno asume algo por hipótesis y considera que lo que de
ello se sigue es digno de confianza, es de temer que esté con ello
destruyendo toda posible investigación”.
Las hipótesis engendran los argumentos y no al revés.
Si
ciertos alimentos son sanos o no, está aún por demostrarse. Aunque
quizá con la comida pueda hacerse la apuesta de Pascal, y optar por lo
vegano y sin alcohol.
Exactamente
eso hice, mas tal dieta ofrece tanto sinsabor, que he preferido
quitarme la vida a base de suculentos cortes de res, abundantes botellas
de vino, mucho queso y quesadillas, riñones y mollejas, pollos asados,
guajolotes y cabritos, cerveza, chorizo, jamón, tequila y peces de
colores, tortas de pierna, albóndigas de lo que sea, rabo de toro,
conejo, lechones y lechazos, huevos al gusto, lengua y barbacoa y todo
eso que tanto disfruta mi gen de neandertal.
(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.
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