O
escritor italiano Roberto Saviano, ameaçado e perseguido pela máfia,
recorda quando conheceu Salman Rushdie, um homem acossado pelo
islamismo, mas que professa amor pela vida e a liberdade. Seu artigo,
publicado por El País:
Cuando, hace casi 13 años, me convocaron junto a Salman Rushdie a la Academia Nobel de Estocolmo, me dijo públicamente: “Te culparán por no estar muerto”.
No logré comprender del todo esta frase. Entendí, desde luego, su
significado lógico, intuí su alcance simbólico. También comprendí que se
refería a la desconfianza mediática que se genera cuando sobre alguien pende una sentencia de muerte, pero el condenado sigue viviendo.
Sin embargo, no lo había entendido completamente. Hicieron falta años,
deslegitimaciones, aislamiento y dolor para entender lo que me decía.
Rushdie quería decir: no vivas como si ya te hubieran matado,no te obligues a sentirte culpable por no estar muerto, no te conviertas en un mártir que se ha salvado.
Así resiste Rushdie a la persecución de la que es objeto desde hace 30 años. Las puñaladas que han cercenado la carne de Salman Rushdie
han golpeado a un hombre libre. Decidió luchar contra el fanatismo
islámico no con proclamas o libelos, sino eligiendo vivir un amor
fanático por la vida y la libertad. Tras unos primeros años en los que,
literalmente, desapareció en una burbuja de protección total, cambiando
constantemente de domicilio, viviendo entre policías y coches blindados,
Salman decidió recuperar su vida.
¿Y cómo lo consiguió? Escapando literalmente de los policías que lo
protegían y eludiendo cualquier petición de comentar acontecimientos de
terrorismo islámico o fanatismo religioso. La fetua lo había obligado a
vivir con la obsesión por la muerte, la gente tenía miedo de acudir a
alguno de sus eventos, pero, sobre todo, le estaban quitando lo que más
cuenta para un escritor: su mirada sobre el mundo, el lenguaje con el
que contarlo e inventarlo. De modo que decidió volver a la vida. Su
fanatismo vital se alimentó de reuniones, de cenas, de la alegría de los
debates literarios. Rushdie también supo liberarse del peso de tener
que ser el símbolo de la lucha contra el islamismo, del mundo libre contra los fanáticos del régimen.
Eligió
no estar condenado a ser igual a sí mismo, a escribir solo lo que se
esperaba de él. Ha escrito novelas ambientadas en el Renacimiento,
historias futuristas, sobre familias neoyorquinas devastadas por el
poder y la ambición, relatos sobre personajes míticos en tramas
satíricas, mitológicas y surrealistas, cuentos de hadas. Ha ido a la
televisión, al teatro, ha participado en videos musicales y películas.
Rushdie se salvó con la literatura, es decir, practicando el mundo de lo
posible, creando mundos, sondeando relaciones, convirtiéndose en sí
mismo: un hombre que experimenta la vida y no un mártir.
No se dejó condicionar por las declaraciones de un Jomeini moribundo,
ni aterrorizar por la supuesta recompensa millonaria que algunas
autodenominadas organizaciones cercanas al régimen de Teherán prometían a
quien lo atacara. Esto le costó mucho en cuanto a credibilidad y
ataques por parte de la comunidad de periodistas y escritores dispuestos
a leer cualquier cosa que le pase a un autor en función del efecto que
tenga en las ventas y la fama: “Pero, ¿cómo es posible? ¿Toda la umma
quiere matarte y tú te vas de fiesta?”, o “aquí está el listillo que
utiliza la persecución para seducir a mujeres hermosas”, o incluso por
directamente por compañeros: “Deberías llevar un ramo de flores a la
tumba de Jomeini, que es el que te ha hecho tan famoso; nadie habría
comprado tus libros incomprensibles”. Estas son las frases a las que se
refería en Estocolmo; Salman nunca se ha sentido culpable por estar
vivo. Rushdie opta por ignorar, por dejar en la cloaca de la difamación
la constante sospecha de que todo era falso, exagerado, porque un
condenado a muerte no podía vivir una vida tan libre, libertina e
intensa e intentar incluso divertirse.
Decidió
determinar por sí mismo el perímetro de lo que era, sin permitir que lo
dibujara el fanatismo religioso, que se sirvió de la condena de Rushdie
para condenar a todas las intelectuales y todos los intelectuales de
origen islámico que no defendieran al régimen iraní. Usar la fetua para
enviar un mensaje claro: para ellos, los escritores islámicos libres no
deben ser escuchados, no deben leerse y, de hecho, como pueden ver,
“insultan el Corán, ensucian al profeta, traen la vergüenza a nuestra
casa”.
Rushdie y Los versos satánicos
se utilizan para crear un frente de ataque y deslegitimación: quien no
defiende el régimen no pertenece a la comunidad. Es la declaración
oficial de guerra contra cualquier tipo de diálogo con el mundo
intelectual de la formación islámica y lo hacen disfrazándolo de
argumento teológico. No se debate con los escritores que no defienden el
régimen, se los condena. Salman Rushdie no imaginaba que esto pudiera
ocurrir; su escritura es imaginativa, la trama fantasiosa es solo un
escenario en el que luego suceden acontecimientos de todo tipo que solo
siguen el flujo de su escritura.
Mi primer pensamiento, al saber que lo habían apuñalado,
no fue semejante al de muchos otros amigos, que condenaron la elección
de Salman de no tener escolta, porque si hubiera estado protegido no
hubiera pasado, sino que pensé, por el contrario, en su valor para vivir
la vida plenamente. Y la herida de este puñal es el dolor de un momento
frente a años de vida que logró sustraer a la condena del fanatismo y a
las amenazas de los fanáticos religiosos. Salman ya ha ganado, el
fanático amor a la vida ha logrado hacer retroceder al fanatismo de
muerte que quería encerrarlo, prudente y silenciosamente igual a sí
mismo. Pase lo que pase, esta es la verdad última de su triunfo.
Roberto Saviano es periodista, escritor y ensayista, autor, entre otras, de Gomorra y CeroCeroCero.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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