BLOG ORLANDO TAMBOSI
Em entrevista publicada pelo Instituto Cato, o professor Carlos Rodríguez Braun fala de seu novo livro, 'Panfleto Liberales V':
El
profesor Carlos Rodriguez Braun es, posiblemente, uno de los
economistas más mediáticos y más didácticos. Sus análisis son tan
acertados como entretenidos, como bien saben quienes le escuchan a
diario en la radio. En esta ocasión hemos conversado con él con la
excusa de la publicación de su nuevo libro Panfletos Liberales V (editorial Lid, 2022)
en el que recopila parte de sus interesantes y mordaces artículos
periodísticos con los que se ha centrado en cuestiones morales o
culturales para destacar que el liberalismo es mucho más que economía.
Quinta entrega de sus panfletos liberales, ¡esto es constancia!
Pues
la verdad es que sí. Probablemente lo más notable de este libro sea el
número. Llevamos cinco, la verdad es que son muchos años y tengo que
agradecer el interés de mi editorial Lid de haber aceptado y pensar que
esto se podía vender. La verdad es que no se han vendido mal así que
tampoco es pura generosidad de la editorial.
Llama la atención la importancia que da en esta ocasión a temas culturales o morales.
Quizá
es lo más importante. Desde hace muchos años llevo batallando contra la
idea de que el liberalismo es solo una cuestión económica. Comprendo
que exista esa relación. Este año han aparecido las actas de la primera
reunión de la Sociedad Mont Pelerin que convocó Friedrich Hayek en Suiza
en 1947 con un puñado de liberales. Y todavía hoy asombra la cantidad
de economistas que había, muchos de ellos brillantísimos. Cuatro de
ellos premios Nobel: Milton Friedman, George Stigler, Maurice Allais y,
por supuesto, el propio Hayek. Yo reconozco la razonabilidad del aspecto
económico del liberalismo porque a los economistas nos entra por los
ojos. ¡Es tan evidente que el mercado libre funciona mucho mejor que el
mercado intervenido! Es tan obvio que si los cubanos viven mejor en
Miami que en La Habana esto no es por el clima, que es prácticamente el
mismo, sino porque en Miami encuentran, más o menos, instituciones de
mercado y en La Habana, no. Esto está claro. Dicho esto, corremos el
riesgo de convertir el liberalismo en una especie de instrumento en el
sentido de decir que el liberalismo está bien porque sus resultados son
buenos, adoptar una visión consecuencialista. Esto, que es verdad porque
tiene buenas consecuencias, es un argumento débil porque, ¿qué pasaría
si las tuviera malas? Que pasa si nos convencen que la mejor economía es
la de Hitler, la de Stalin o la de Pol Pot, ¿entonces qué pasaría?,
¿renunciarías al liberalismo? Pues no, uno es liberal por la libertad,
no por sus consecuencias. Con esa idea que dicen en inglés “in the back
of my mind” he ido incrementando gradualmente los análisis que hago del
liberalismo apartándolo de la economía. Por supuesto que en este libro
hay economía pero hay mucha más cultura. De hecho la primera sección
habla de cine, de teatro, literatura así como otros temas de religión o
moral.
Hay artículos sobre personajes de películas o libros como el Joker o Frodo y series como Succession.
Pues
sí, porque me gusta la cultura en todos sus aspectos. Y después porque
uno quiere que la gente lo lea. Sé muy bien que si yo escribo una cosa
sobre el liberalismo en Platón va a ser menos atractivo para el lector
promedio de nuestro tiempo que si hago un artículo sobre la serie del
juego del Calamar que es lo que todo el mundo ve.
¿Todas estas ficciones actuales tienen moraleja, incluso económica?
Desde
luego economía sí, porque hay economía en todas partes. Yo siempre digo
que la economía no es una parte del mundo sino que es una forma de
mirarlo. Miramos al mundo de manera económica. Y por supuesto las obras
de arte siempre han procurado tener algún mensaje, y esas ideas pueden
ser económicas o no. Pueden tener que ver con la moral, con la
tradición o con la religión y ahí me parece también que es un punto para
reflexionar desde el liberalismo.
¿Ha sido fácil seleccionar los artículos?
Es
un tema que he manejado con mucho cuidado. Creo que era Manolo Martin
Ferrand quien decía que no se podía publicar un libro de artículos
periodísticos porque es como publicar un libro con páginas de periódicos
y todo el mundo sabe que tienen una mortalidad muy alta, el periodismo
es la literatura efímera por excelencia. He tenido mucho cuidado en no
seleccionar aquellos artículos que son muy pegados a la actualidad por
lo que he procurado seleccionar artículos cuyos temas puedan ser
permanentes y que si los relaciono con alguna cosa que sea de actualidad
que sea más bien para reenganchar a la gente.
Uno
relee artículos que usted escribió hace cuatro años y mantienen su
actualidad. ¿Cómo de parecida es la situación actual a la de 2008?
(Risas)
Hay una frase que dice “para novedades los clásicos”. Si seguimos
leyendo a los griegos y seguimos emocionándonos con Lope de Vega es
porque claramente lo que han hecho no se refiere a su tiempo. Está claro
que lo que nos cuenta Shakespeare en Hamlet no es una crónica de la
Dinamarca medieval, es un un mensaje ético, moral y para todos los
tiempos con las complejidades que esto tiene. Y para las cuestiones
económicas más o menos vale lo mismo, si te encuentras con un episodio
de burbujas especulativas todo el mundo recuerda los tulipanes de
Holanda o la crisis del 30. Y naturalmente cuando se produce una crisis
ahora recordamos la de 2007-2008 que es la última. Es verdad que la
historia parece repetirse pero si esto fuera así exactamente no habría
muchos problemas de interpretación porque estaríamos repitiendo siempre
lo mismo. En realidad la historia no describe círculos perfectos sino
unas extrañas espirales, de alguna forma el presente evoca al pasado
pero no lo reproduce perfectamente.
Pero
hay problemas que no se solucionaron en su momento y ahora nos han
estallado, como esa política monetaria cuyas consecuencias sufrimos
ahora en forma de inflación.
Esto
es muy cierto. Hace un siglo el “problema” de los gobernantes era el
patrón oro porque como decía Keynes muy bien el patrón oro maniata al
ministro de Hacienda. Efectivamente, tienes una política monetaria
estricta como la del patrón oro y hay algunas cosas que no puedes hacer:
no puedes aumentar el gasto público indefinidamente porque no lo puedes
financiar. Y no puedes recurrir al impuesto inflacionario que ha vuelto
a aparecer ahora aunque para los argentinos es un viejo conocido. No es
exactamente igual que antes pero siempre está dando vueltas por ahí el
papel del Estado, de la política y la idea de romper este lazo que
maniata al ministro de Hacienda que antes era el patrón oro y que ahora
es la estabilidad de precios o el euro. Es verdad que tenemos unos
estados infinitamente más grandes que hace un siglo pero es el mismo
problema que se produce cuando los estados gastan más de lo que ingresan
y acuden al banco central para que les tape las vergüenzas. Es lo que
vemos ahora con el Banco Central Europeo que dice que va a proteger la
deuda de España y de Italia, más o menos igual que otras veces.
Lo llevan haciendo desde hace una década…
Es
que los bancos centrales no surgen por casualidad, son creados por los
estados para que les faciliten la vida a ellos. Todas las instituciones
creadas por los estados tienen ese objetivo. El Fondo Monetario
Internacional, absurdamente caracterizado como liberal como explico en
el libro, fue inventado para resolverle la vida a los estados.
Concretamente para prestar dinero a los estados cuando nadie más se lo
presta, es decir para facilitarles la vida porque si te enfrentas a un
déficit público y nadie te presta, un día vas a tener que reducir el
gasto público o aumentar los impuestos. Estas dos cosas tienen coste
político por lo que el Estado quiere que alguien le resuelva la
papeleta. Ese alguien es un clásico como el FMI y ahora el BCE.
¿Cómo
explicar fácilmente que las causas de los problemas de hoy son más
complejas y están más alejadas en el tiempo? Lo fácil es decir que la
inflación es culpa de la guerra en Ucrania…
Después
de todo los economistas debemos nuestra profesión a que la economía no
es puro sentido común. El problema del sentido común es que no hay que
olvidarlo nunca pero si te basas solo en el sentido común entonces vas a
terminar concluyendo que la tierra está quieta y lo que gira es el sol.
Efectivamente hay que ir más allá del sentido común y es complicado que
la gente entienda las cosas pero no es imposible. A mí me impresiona, y
yo lo hablo en el libro, como hemos ido mejorando sobre todo en lo que
tiene que ver con la fiscalidad y las cuestiones microeconómicas. Me
explico, hace unas décadas el proteccionismo estaba bien visto, los
países se cerraban y la gente aplaudía, lo decían en los periódicos como
el Times, no en los órganos fascistas o comunistas, que también. Ahora
no, cuando Trump intentó cerrar la economía todo el mundo lo criticaba. O
el control de los precios a cargo del Estado, cuando yo llegué a España
en el año 77 hasta el precio del pan estaba fijado. Lo fijaba el
Ministerio de Comercio que fijaba unos 200 precios y nadie protestaba
salvo un puñadito de liberales. En cambio ahora si dices que vas a fijar
los precios del pan desde un ministerio te corren a gorrazos. Hace 50
años los precios de las rentas de alquiler de viviendas estaban fijadas,
qué cosa más curiosa que los ultras de Podemos que fingen ser
antifranquistas son una verdadera réplica de la dictadura franquista en
todas sus medidas. Bueno, pues la comprensión popular ha ido cambiando. Y
otra cosa que me parece espectacular son los impuestos, es que hace
unos años Felipe González subía los impuestos y ganaba las elecciones.
Eso se acabó, la gente está hasta las narices de los impuestos, es un
aprendizaje que debería darnos una alegría y es que la gente no se
trague masivamente ya los cuentos clásicos de los impuestos como que en
España se pagan pocos impuestos, que solo se los vamos a subir a los
ricos, que usted señora no va pagar nada. De repente la gente deja de
creer eso que siempre fue mentira pero que antes se lo creían y ahora
no. O sea que hay que mirar el futuro con optimismo.
Esta entrevista fue publicada originalmente en La Gaveta Económica (España) el 4 de agosto de 2022.
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