MEDIÇÃO DE TERRA

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MEDIÇÃO DE TERRAS

domingo, 22 de janeiro de 2023

O ano do coelho

 

BLOG  ORLANDO  TAMBOSI

O relevante é a naturalidade com que se aceita na bolha pro-governamental que qualquer iniciativa de protesto possa ser denunciada como uma mostra dos piores ressaibos semifascistas. Fernando Savater para The Objective:


Según el horóscopo chino, entramos en el año del conejo. No dudo que el signo deberá traer muchas bendiciones a quienes se acojan bajo su protección, pero a mí me inspira poco. No logro asociar a los conejos con hechos esforzados, rebeldes y valientes. Claro que 2022 fue el año del Tigre y al menos en España tampoco se notó demasiado. La mayoría de nuestros compatriotas, sobre todo los más jóvenes (que son de los que uno espera el ímpetu renovador), rezongaron mucho, hicieron multitud de ingeniosos chistes sobre -¡contra!- el Gobierno, siguieron con pasión las series de personajes más heterodoxos e insumisos para vivir por procura la sublevación… Pero luego tragaron carros y carretas. A lo largo del año fueron pasando cosas cada vez más graves, el acercamiento de etarras al País Vasco y su paso a la semi-libertad (¡o sin semi!), la negativa de las autoridades catalanas a cumplir el escaso 25% de castellano en la educación que exigen sin éxito los tribunales, la rápida sustitución al frente de RTVE de un gerente discretamente objetivo por una señora entregada a la Santa Cruzada socialista, las leyes de anulación de los delitos de sedición y malversación política de fondos públicos con el único propósito inteligible de favorecer a los separatistas catalanes, la ley del «sólo sí es sí» tan mal hecha que ha conseguido lo contrario de lo que se proponía y la llamada ‘ley trans’ que bien pudiera conseguir la aberración que se propone, la ocupación descarada del Tribunal Constitucional por personas no sólo afines sino devotas de Sánchez, etc… Y a todo esto, la gente murmurando «no sé dónde vamos a ir a parar» pero sin mover un dedo en contra los indecentes culpables de tantos desafueros, porque sólo se movilizan un ratito cuando violan a una vecina o cuando un conductor borracho atropella a alguien. ¡Ah, se me olvidaba: y contra Ayuso, que ha maltrecho la sanidad pública! De modo que imagínense: si así nos ha ido en el año del tigre, ya me dirán cuánto vamos a medrar en libertades el año del conejo…

A todo esto se une la sumisión de la mayoría de los medios de comunicación al discurso hegemónico de la izquierda, que entre nosotros es abiertamente extremista y desconoce dudas o cautelas. Unos cuantos días antes de la manifestación del sábado 21, convocada por docenas de movimientos cívicos de todo tipo y tendencia, algunos comprometidos con la lucha social en ambientes muy hostiles, Jordi Amat publicó en El País un artículo cuyo título lo dice todo: «Nuestro trumpismo tiene una cita para ti». Digo que el título lo dice todo porque el resto de la columna no decía gran cosa salvo reiterar ataques nominales a algunos de los convocantes por sostener ideas contrarias a las de Amat. Para este aguerrido personaje de la rebelión confortable y si es posible subvencionada, los que protestamos muy razonadamente contra las fechorías gubernamentales somos el equivalente hispánico de los gamberros disfrazados de bisontes que asaltaron el Capitolio para denunciar un fraude electoral indemostrable. Y esta majadería sectaria, característica por otra parte del autor, no se proclama en una de esas tertulias de sayones sanchistas que tanto abundan, sino en las páginas de opinión de un periódico tenido por serio. Por cierto, los quisquillosos lectores de El País, tan dispuestos siempre a protestar contra los extremismos insultantes, no mandaron ni una cartita con motivo de este artículo infame y lelo (o no se la publicaron caso de mandarla, que todo puede ser). La respuesta cortés y mesurada (demasiado para mi gusto) que remitimos firmada por bastantes de los «trumpistas» de la manifestación no fue aceptada por el periódico por ser «demasiado larga» (un cuarto del artículo de Amat). Recuerdo, por cierto, que cuando aparecieron en el mismo medio algunas columnas mías que iban contra dogmas de la vulgata izquierdista fueron respondidas inmediatamente (¡a veces el mismo día!) por paniaguados del régimen con artículos siempre más largos que la columna culpable.

Lo relevante de este asunto es la naturalidad con que se acepta en la burbuja progubernamental que cualquier iniciativa de protesta puede ser denunciada como una muestra de los peores resabios semifascistas, salvo que provenga de grupos separatistas o comunistas cuyo apoyo en última instancia siempre regresará a la alianza mal llamada Frankenstein (¡que más quisiera ese hatajo de bribones políticos que parecerse a la melancólica criatura de Mary Shelley!).

La hegemonía del discurso izquierdista, a pesar de sus clamorosas carencias, sobre el titubeante ideario de la derecha ha tenido recientemente irrefutable confirmación en el tema del aborto planteado por una propuesta de Vox en Castilla y León. Dejemos a un lado si se ha planteado mal, por un personaje secundario más ignorante de lo corriente y con poquísimo acierto electoral. Pero desde luego no se trata de prohibir el aborto, ni de retroceder al tétrico pasado franquista, ni cosa parecida. Evidentemente es una iniciativa que viene de quienes quisieran que las abortistas se lo pensaran mejor y no abortasen. Bueno ¿y qué? ¿No tienen derecho muchos ciudadanos, religiosos y otros que no lo son, a pensar que los abortos son un último y lamentable recurso, no un método anticonceptivo? ¿Por qué debemos asumir que se trata nada menos que de un derecho humano, esa sandez (los más bobos se la cargan a la buena de Simone Veil)? ¿A santo de qué –nunca mejor dicho- tiene el Gobierno que tutelar desde su buenismo institucional las opciones morales de los ciudadanos, siempre que sean voluntarias y no conculquen las leyes? Y lo peor es que los políticos de derechas, en nombre de la estrategia electoral o para evitar «favores» a Sánchez, acaban suscribiendo la visión del aborto de la izquierda como si no pudiera haber otra, igual de legítima. Lo cual, naturalmente, es el mayor favor que pueden hacer a Sánchez y a sus peores amiguetes…

Ahora recuerdo que en uno de los tebeos de mi infancia (¿Pumby, quizá? ¿Tres Amigos?) leí las aventuras de un Conejito Atómico, superhéroe pueril que no se dejaba avasallar. Y no olvidemos desde luego a Super Ratón, mi preferido de todos los pesos y categorías. De modo que aunque ya no tengamos al Tigre, también el Conejo puede en su año demostrar fuerza y sublevarse. ¡Ánimo, a por ellos!
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