BLOG ORLANDO TAMBOSI
O relevante é a naturalidade com que se aceita na bolha pro-governamental que qualquer iniciativa de protesto possa ser denunciada como uma mostra dos piores ressaibos semifascistas. Fernando Savater para The Objective:
Según
el horóscopo chino, entramos en el año del conejo. No dudo que el signo
deberá traer muchas bendiciones a quienes se acojan bajo su protección,
pero a mí me inspira poco. No logro asociar a los conejos con hechos
esforzados, rebeldes y valientes. Claro que 2022 fue el año del Tigre y
al menos en España tampoco se notó demasiado. La mayoría de nuestros
compatriotas, sobre todo los más jóvenes (que son de los que uno espera
el ímpetu renovador), rezongaron mucho, hicieron multitud de ingeniosos
chistes sobre -¡contra!- el Gobierno, siguieron con pasión las series de
personajes más heterodoxos e insumisos para vivir por procura la
sublevación… Pero luego tragaron carros y carretas. A lo largo del año
fueron pasando cosas cada vez más graves, el acercamiento de etarras al
País Vasco y su paso a la semi-libertad (¡o sin semi!), la negativa de
las autoridades catalanas a cumplir el escaso 25% de castellano en la
educación que exigen sin éxito los tribunales, la rápida sustitución al
frente de RTVE de un gerente discretamente objetivo por una señora
entregada a la Santa Cruzada socialista, las leyes de anulación de los
delitos de sedición y malversación política de fondos públicos con el
único propósito inteligible de favorecer a los separatistas catalanes,
la ley del «sólo sí es sí» tan mal hecha que ha conseguido lo contrario
de lo que se proponía y la llamada ‘ley trans’ que bien pudiera
conseguir la aberración que se propone, la ocupación descarada del
Tribunal Constitucional por personas no sólo afines sino devotas de
Sánchez, etc… Y a todo esto, la gente murmurando «no sé dónde vamos a ir
a parar» pero sin mover un dedo en contra los indecentes culpables de
tantos desafueros, porque sólo se movilizan un ratito cuando violan a
una vecina o cuando un conductor borracho atropella a alguien. ¡Ah, se
me olvidaba: y contra Ayuso, que ha maltrecho la sanidad pública! De
modo que imagínense: si así nos ha ido en el año del tigre, ya me dirán
cuánto vamos a medrar en libertades el año del conejo…
A
todo esto se une la sumisión de la mayoría de los medios de
comunicación al discurso hegemónico de la izquierda, que entre nosotros
es abiertamente extremista y desconoce dudas o cautelas. Unos cuantos
días antes de la manifestación del sábado 21,
convocada por docenas de movimientos cívicos de todo tipo y tendencia,
algunos comprometidos con la lucha social en ambientes muy hostiles,
Jordi Amat publicó en El País un artículo cuyo título lo dice todo:
«Nuestro trumpismo tiene una cita para ti». Digo que el título lo dice
todo porque el resto de la columna no decía gran cosa salvo reiterar
ataques nominales a algunos de los convocantes por sostener ideas
contrarias a las de Amat. Para este aguerrido personaje de la rebelión
confortable y si es posible subvencionada, los que protestamos muy
razonadamente contra las fechorías gubernamentales somos el equivalente
hispánico de los gamberros disfrazados de bisontes que asaltaron el
Capitolio para denunciar un fraude electoral indemostrable. Y esta
majadería sectaria, característica por otra parte del autor, no se
proclama en una de esas tertulias de sayones sanchistas que tanto
abundan, sino en las páginas de opinión de un periódico tenido por
serio. Por cierto, los quisquillosos lectores de El País, tan dispuestos
siempre a protestar contra los extremismos insultantes, no mandaron ni
una cartita con motivo de este artículo infame y lelo (o no se la
publicaron caso de mandarla, que todo puede ser). La respuesta cortés y
mesurada (demasiado para mi gusto) que remitimos firmada por bastantes
de los «trumpistas» de la manifestación no fue aceptada por el periódico
por ser «demasiado larga» (un cuarto del artículo de Amat). Recuerdo,
por cierto, que cuando aparecieron en el mismo medio algunas columnas
mías que iban contra dogmas de la vulgata izquierdista fueron
respondidas inmediatamente (¡a veces el mismo día!) por paniaguados del
régimen con artículos siempre más largos que la columna culpable.
Lo
relevante de este asunto es la naturalidad con que se acepta en la
burbuja progubernamental que cualquier iniciativa de protesta puede ser
denunciada como una muestra de los peores resabios semifascistas, salvo
que provenga de grupos separatistas o comunistas cuyo apoyo en última
instancia siempre regresará a la alianza mal llamada Frankenstein (¡que
más quisiera ese hatajo de bribones políticos que parecerse a la
melancólica criatura de Mary Shelley!).
La
hegemonía del discurso izquierdista, a pesar de sus clamorosas
carencias, sobre el titubeante ideario de la derecha ha tenido
recientemente irrefutable confirmación en el tema del aborto
planteado por una propuesta de Vox en Castilla y León. Dejemos a un
lado si se ha planteado mal, por un personaje secundario más ignorante
de lo corriente y con poquísimo acierto electoral. Pero desde luego no
se trata de prohibir el aborto, ni de retroceder al tétrico pasado
franquista, ni cosa parecida. Evidentemente es una iniciativa que viene
de quienes quisieran que las abortistas se lo pensaran mejor y no
abortasen. Bueno ¿y qué? ¿No tienen derecho muchos ciudadanos,
religiosos y otros que no lo son, a pensar que los abortos son un último
y lamentable recurso, no un método anticonceptivo? ¿Por qué debemos
asumir que se trata nada menos que de un derecho humano, esa sandez (los
más bobos se la cargan a la buena de Simone Veil)? ¿A santo de qué
–nunca mejor dicho- tiene el Gobierno que tutelar desde su buenismo
institucional las opciones morales de los ciudadanos, siempre que sean
voluntarias y no conculquen las leyes? Y lo peor es que los políticos de
derechas, en nombre de la estrategia electoral o para evitar «favores» a
Sánchez, acaban suscribiendo la visión del aborto de la izquierda como
si no pudiera haber otra, igual de legítima. Lo cual, naturalmente, es
el mayor favor que pueden hacer a Sánchez y a sus peores amiguetes…
Ahora
recuerdo que en uno de los tebeos de mi infancia (¿Pumby, quizá? ¿Tres
Amigos?) leí las aventuras de un Conejito Atómico, superhéroe pueril que
no se dejaba avasallar. Y no olvidemos desde luego a Super Ratón, mi
preferido de todos los pesos y categorías. De modo que aunque ya no
tengamos al Tigre, también el Conejo puede en su año demostrar fuerza y
sublevarse. ¡Ánimo, a por ellos!
Postado há 42 minutes ago por Orlando Tambosi
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