BLOG ORLANDO TAMBOSI
Polêmico, violento e misógino feroz, o escritor e diretor norte-americano retratou como ninguém as contradições, assombros e fracassos do sonho americano. José Antonio Gurpegui para El Cultural:
En 1959 publicaba Norman Mailer
Advertisement for Myself (Publicidad para mí mismo), una recopilación
de escritos previos en el que intentaba, según confesó años más tarde,
“separar mi bilis espiritual de mi autocompasión y tal vez fuera aquella
la tarea continua más difícil que me he propuesto hasta ahora”.
Manifestaba
en una de las piezas de ese mismo volumen que “el fin último del arte
es intensificar, incluso, si es necesario, exacerbar la conciencia moral
de las personas” llegando a calificar al género novelístico como el
“más moral de las formas de arte porque es el más inmediato, el más
autoritario, por así decirlo.”
Al
revisitar ahora el impresionante corpus literario de Mailer —trece
novelas, dos obras teatrales y otros tantos poemarios, más de una decena
de biografías, centenares de artículos y ensayos, y unas cuarenta mil
cartas— en el centenario de su nacimiento, me planteo si las dos
aseveraciones recuperadas sintetizan no solo su obra, sino también su
vida. Siendo la nómina de autores norteamericanos que vivieron vidas tan
turbulentas como novelescas —nunca mejor dicho— impresionante, la de
Norman Mailer ocupará un lugar distinguido en el pelotón de cabeza.
Parte de guerra
Para
empezar, el escritor no solo apuñaló a su segunda esposa, sino que se
presentó a la alcaldía de Nueva York —también se planteó presentarse a
la presidencia de la nación—; le puso un ojo morado a Gore Vidal;
fue arrestado por conducta indecente y por manifestarse contra la
guerra de Vietnam; se casó en seis ocasiones —tuvo nueve hijos—, aunque
en algún caso su matrimonio apenas si duró unos días y boxeó con John
Updike en plena calle.
Sí,
Norman Mailer fue, sin duda, el indiscutible verso libre de la
contracultura norteamericana tanto por el ácido contenido de sus ensayos
como por la extravagancia de sus manifestaciones, como cuando confesó a
Robert Lowell que “algunos días se consideraba el mejor escritor
norteamericano” avivando su imagen de ególatra —lo cierto es que se
trataba de una ironía más, en respuesta a la apreciación de Lowell con
motivo de la presentación de Los ejércitos de la noche, en la que
calificó a Mailer como “el más aventajado periodista norteamericano”.
En
cualquier caso, se trató de un autor siempre listo para llevar a cabo
actuaciones próximas al esperpento. Justificó su decisión de presentarse
a las primarias demócratas para la alcaldía de Nueva York —quedó el
cuarto de cinco aspirantes— porque Gore Vidal se había presentado al
Congreso de los Estados Unidos.
El provocador
Reputado
polemista, no perdía ocasión de enfrentarse al feminismo de la
denominada “segunda ola” en la década de los 60, publicando obras como
Prisionero del sexo (1971) en respuesta a Sexual Politics (1970), de
Kate Millett. En este ámbito, su más controvertida frase la pronunció en
una televisiva conversación con Orson Welles
al afirmar, no sin cierta ironía, que “todas las mujeres deberían estar
enjauladas”, dilatando su establecida reputación de escritor misógino y
machista.
Su
familia materna, judía de origen lituano, llegó a Estados Unidos a
finales del siglo XIX y se asentó en Nueva York. Las mafias irlandesas
hostigaron el negocio de prensa que adquirió y se mudaron a New Jersey
para regentar un pequeño hotel, en el que Fanny, la madre, se enamoró
del joven contable, también judío y de origen sudafricano, Barney
Mailer.
El
futuro doble ganador del Pulitzer nació el 31 de enero de 1923 en Long
Branch, Nueva Jersey, pero, como el padre no había solicitado la
ciudadanía norteamericana al casarse —la obtuvo en 1926—, el recién
nacido era legalmente ciudadano británico y no estadounidense.
Escogieron el nombre de Nachem Malech en recuerdo de un hermano de la
abuela.
La
inteligencia del muchacho era tal que con tan solo dieciséis años
ingresó en la Universidad de Harvard, donde obtendría el título de
ingeniero aeronáutico, aunque su interés por la literatura ya resultaba
patente en aquella época, al escoger un curso de “literatura creativa”
como asignatura opcional. Siendo estudiante universitario participó y
ganó el concurso literario auspiciado por una incipiente y reconocida
publicación de relatos, Story, donde también publicarían sus primeros
cuentos autores como J. D. Salinger, Carson McCullers o Charles Bukowski.
Su
precocidad traspasó el terreno intelectual y también afectó al ámbito
amoroso. Ante la negativa de su familia y de la de su amor juvenil, Bea,
la joven pareja decidió fugarse y casarse cuando Mailer ni siquiera
había cumplido veinte años, pero sus continuas infidelidades,
recurrentes en su vida, desembocaron en el divorcio y posterior
matrimonio con su amante, Adele Morales. Fue precisamente Adele la
protagonista del episodio más escabroso de la vida de Mailer.
En
la fiesta donde comunicó su intención de presentarse a la alcaldía de
Nueva York, el aspirante reunió a un nutrido y variopinto grupo de
invitados, desde Allen Ginsberg
hasta vagabundos “sin techo” que recogió de la calle (el Aga Khan
declinó la invitación). La fiesta derivó en peleas y altercados de todo
tipo y Mailer, con bastante más alcohol del recomendable, apuñaló a su
esposa con un abrecartas.
Adele
salvó milagrosamente la vida y no cursó denuncia alguna, pensando en
los dos hijos del matrimonio. Diagnosticado con tendencias suicidas y
homicidas, el escritor estuvo a punto de ser internado en un centro
psiquiátrico, lo que para él hubiese supuesto la condena más
inmisericorde, pues si así sucedía, su producción artística sería
considerada como la de un trastornado. Finalmente la sentencia fue de
tres años en libertad condicional.
Objetor fracasado y escritor
Tras
divorciarse de Adele, llegarían a su vida Jeanne, Beverly, y Carol, con
quienes contrajo matrimonios de efímera duración, como ya se ha
comentado, hasta que en una firma de libros conoció a la también
novelista Barbara Davis, con quien contrajo su sexto matrimonio y con
quien compartió el resto de vida hasta la muerte.
Regresemos
a su primera esposa, Bea. Estar casado no fue motivo suficiente para
librarse del enrolamiento bélico para la II Guerra Mundial, como tampoco
lo fue “estar escribiendo la gran novela americana”, como argumentó en
su solicitud de objeción de conciencia. Fue destinado al Pacífico y
participó en misiones de fuego real. Finalizada la guerra, formó parte
de las tropas acantonadas en Japón.
Tras
licenciarse, regresó a Estados Unidos para escribir una novela narrando
sus experiencias bélicas, obligándose a escribir veinticinco páginas
semanales. Para un joven de veinticinco años como él, el París de
posguerra era el lugar donde se habían refugiado, huyendo de todo tipo
de convencionalismos, quienes eran sus referentes literarios: Ernest Hemingway, John Dos Passos, Francis Scott Fitzgerald, Stephen Crane… todos ellos autores a los que admiraba, como James Joyce, a quien había leído y estudiado en Harvard, así que se mudó a París tras terminar y entregar al editor su novela.
Heredero de Tolstói
The
Naked and the Dead, Los desnudos y los muertos, en referencia a que los
soldados se enfrentan desnudos a la muerte, fue un inmediato éxito
editorial, llegando a permanecer durante sesenta y dos semanas en la
lista de The New York Times de novelas más vendidas. La crítica ha
considerado de forma unánime esta obra como la más lograda en toda su
creación artística.
En
ella se narra la historia de un pelotón de soldados americanos que
deben expulsar a los japoneses de Anopopei, ficticia isla del Pacífico.
Mailer, según confesó, se inspiró en Ana Karenina, de Tolstói
(“Un Tolstói vale más que 10.000 buenos autores”, afirmó); la trama
surgía de forma tan natural y fluida que al concluir estaba convencido
de haber escrito la mejor novela de contenido bélico desde Guerra y Paz.
Más
allá de tratar temas variopintos, desde la deshumanización de la guerra
hasta los significados del poder pasando por la solidaridad o la
homosexualidad, en Mailer es especialmente interesante la creación de
tipos singulares como el despiadado Sam Croft, personaje literario a la
altura de Yossarian en Trampa 22, de Joseph Heller; Zizendorf en El
caníbal, de John Hawkes, o Billy en Matadero Cinco de Vonnegut.
Cuando,
poco después de publicar la novela, Mailer regresó a los Estados Unidos
era uno de los escritores más populares y conocidos pese a ser autor de
una única novela. En ocasiones, y esta fue una de ellas, los jóvenes
encajan el éxito con no pocas dificultades. Los Mailer se asentaron en
Hollywood y las drogas y el alcohol comenzaron a formar parte de su
rutina diaria. Será tras la publicación de su polémico The White Negro
(1957), cuestionando el liberalismo de Eisenhower y respondido tanto por
Allen Ginsberg como por James Baldwin, cuando se establece
definitivamente su reputación de enfant terrible en la intelectualidad
norteamericana.
El escritor Norman Mailer en un cameo de la serie 'Las chicas de Gilmore', donde se interpreta a sí mismo
Su
corpus literario nos ha legado mucho más que las ya mencionadas Los
desnudos y los muertos o Los ejércitos de la noche, esta última
merecedora del Pulitzer en 1968 en la categoría de No Ficción. Títulos
como Un sueño americano (1965); ¿Por qué fuimos a Vietnam? (1967); o La
canción del verdugo (1980), que le supuso su segundo Pulitzer, ahora en
la categoría de ficción –se impuso a Philip Roth con La visita al maestro–.
Son
auténticas delicias literarias en las que el compromiso social de su
autor se expone con la crueldad propia de los temas tratados: en la
primera, el protagonista Stephen Rojack, epítome del sueño americano,
sufre una profunda crisis existencial; la segunda narra las peripecias
de un padre y su joven hijo tratando de cazar un oso en Alaska como
metáfora de las acciones americanas en Vietnam; en la última se plantea
la (in)moralidad de la pena de muerte. También fue autor de numerosas
biografías entre las que destacan las de Marilyn Monroe, Mohamed Alí, Lee Harvey Oswald, y Pablo Picasso.
Murió
el 10 de noviembre de 2007, a los ochenta y cuatro años, a causa de un
fallo renal, y fue enterrado en el cementerio de Provincetown,
Massachusetts. The New York Times destacó en su necrológica que
“pertenecía a la vieja escuela literaria para quienes escribir novelas
era una tarea heroica realizada por personajes heroicos con egos al
mismo nivel”.
Postado há 8 hours ago por Orlando Tambosi
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