O isolamento de Putin é, sobretudo, ocidental. Os antigos países não alinhados esperam para ver quem ganha. LLuís Bassets para El País:
Un mes llevamos ya de guerra a gran escala, con bombardeos y cercos medievales, ataques a civiles en hospitales,
colegios y colas del pan, desplazamientos de poblaciones como no se
veían desde tiempos de Hitler y Stalin, incluso deportaciones forzadas,
uso de armas prohibidas como bombas termobáricas y de fragmentación y
exhibición, de momento solo amenazadora, de las más temidas, las
químicas, biológicas e incluso nucleares.
Es propiamente una guerra europea
que afecta, ante todo, a los europeos, aunque algunos al parecer
todavía no se hayan enterado. No digamos ya los ciudadanos de otros
continentes, lejos de los escenarios bélicos
y con frecuencia también de los valores e ideas que están llevando a
cerrar filas entre quienes los comparten en solidaridad con Ucrania. En
realidad, parte de los países que no están directamente concernidos
prefieren mirarlo con distancia y sacar el máximo partido tanto de las
dificultades europeas y estadounidenses como de la Rusia debilitada que
salga de la contienda.Más información
La
guerra es el horror para unos, los que la libran y sufren, y, como toda
crisis, y esta lo es a lo grande, también una oportunidad para quienes
saben aprovecharla. La de Irak en 2003 fue presentada por quienes la
promovieron como una estupenda ocasión para disponer de petróleo y hacer
negocios. Allí se organizó la privatización de la guerra, en la que
participaron 180.000 mercenarios, contratados por 60 empresas de
seguridad, entre las que destacó Blackwater, el modelo seguido por Wagner, la compañía militar rusa promovida en los aledaños del Kremlin.
El aislamiento de Putin es, sobre todo, occidental. China e India, la mitad de la humanidad, prefieren abstenerse en Naciones Unidas
en vez de votar contra Rusia. Están por esperar y ver quién sale
vencedor del envite. Hay países que aprovechan las sanciones para
obtener contratos de gas y petróleo a buen precio. También cuentan los
añejos sentimientos antioccidentales y antiamericanos, compartidos de
algún modo por ciertas extremas derechas e izquierdas occidentales.
Prefieren el cinismo de la fuerza exhibido por Putin a la hipocresía de
la legalidad mostrada especialmente por Estados Unidos, la superpotencia
que más regalos ha hecho a los autoritarios en cuanto a doble vara de
medir en derechos humanos.
Las sanciones económicas, el aislamiento en las organizaciones internacionales y el encausamiento de Putin por crímenes de guerra,
independientemente de sus efectos más o menos mediocres, están
levantando el mapa de una nueva división del mundo, en el que ya se
identifica el bloque occidental cohesionado por la guerra de agresión
contra Ucrania y luego el resto, los No Alineados de antaño, entre los
que cunde, más de lo que pensamos en Europa, tanto la simpatía hacia el
brutal caudillo antioccidental como la máxima atención al carro del
vencedor, al que todos quieren uncir sus intereses.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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