BLOG ORLANDO TAMBOSI
A primeira grande surpresa dessa guerra, além da imprudência de Putin em colocá-la em marcha, está no fracasso dos altos comandos em aproveitar sua prolongada acumulação militar para desenhar e executar uma ofensiva eficaz. Artigo do professor Lawrence Freedman, publicado por Letras Libres:
En un artículo anterior he explicado
por qué pensaba que esta guerra había empezado mal para Rusia y que
probablemente terminaría mal. Incluso si la campaña militar avanzaba con
mayor eficiencia, era probable que Putin perdiera porque estaba
siguiendo una estrategia delirante, que reflejaba su creencia de que
Ucrania no es un Estado y carece de identidad nacional, de que Kiev
podía ser tomada rápidamente, para deponer al presidente Zelensky e
instalar un régimen títere obediente en su lugar. Todavía no ha ocurrido
nada que me haga cambiar esa opinión.
También
advertí que los días venideros serían más duros y difíciles, y
lamentablemente así está siendo, aunque quizá subestimé el carácter
vacilante de las primeras oleadas de la ofensiva rusa. Moscú está
pagando un alto precio humano y estratégico por una planificación
desordenada y arrogante, y por no haber pensado tanto en el peor caso
como en el mejor.
Podría
pensarse que unos pocos días de progreso limitado pronto serán
irrelevantes una vez que la potencia bruta de las fuerzas armadas rusas
se ponga en marcha, pero eso es un error. Los primeros días establecen
las condiciones para los que vendrán después. Afectan a la transición de
la primera fase de la guerra convencional hacia la siguiente fase de la
guerra urbana y, potencialmente, a la fase posterior de la resistencia a
una ocupación no deseada.
LO QUE SE ESPERABA
La
primera gran sorpresa de esta guerra, además de la imprudencia de
Vladimir Putin al ponerla en marcha, radica en el fracaso de los altos
mandos rusos a la hora de aprovechar su prolongada acumulación militar
para diseñar y luego ejecutar una ofensiva eficaz. Era natural suponer
que tenían planes para cortar las defensas ucranianas y dejarlas
indefensas, y también que esos planes tendrían éxito. Las fuerzas
ucranianas estarían en desventaja desde el principio frente a una
formidable, moderna y profesional fuerza rusa que se había beneficiado
de años de inversión.
A
los rusos también se les atribuyó haber desarrollado una forma de hacer
la guerra que aumentaría sus ventajas; a los instrumentos clásicos de
poder militar añadirían fuerzas especiales y capacidades de ciberataques
y campañas de información. En lo que se ha llegado a describir como
“guerra híbrida”, se coordinarían para lanzar un ataque sincronizado que
dejaría a sus enemigos maltrechos, confusos y dislocados. Algunos
incluso sugerían que existía una “zona gris”, donde habría conflictos
sin llegar a la guerra real, donde habría formas de alterar la
infraestructura nacional y desorientar a la población con mensajes
falsos, de modo que ni siquiera sería necesario recurrir a la fuerza
armada. Aunque está claro que los rusos no tenían intención de ceñirse a
esta zona gris, esos métodos seguirían siendo importantes para
confundir y desmoralizar a los ucranianos, que así podrían aceptar
dócilmente el nuevo orden que se estaba preparando para ellos.
LA GUERRA DE LOS RELATOS
Sin
embargo, cuando llegó el momento, después de todos estos meses de
preparación, en lugar de un equivalente ruso de “conmoción y pavor”,
hubo una ofensiva curiosamente desordenada e incoherente. Hubo algunos
ciberataques antes del comienzo de la invasión, pero nada inusual para
los ucranianos, que han estado sometidos a ellos de forma regular
durante ocho años. El servicio ucraniano de internet y de telefonía
siguió funcionando. Mientras tanto, los sitios del gobierno ruso han
sido derribados por cortesía, al parecer, del grupo de piratas
informáticos independientes, Anonymous.
En
cuanto a la campaña de información, llevada a cabo a través de los
medios de comunicación sociales y tradicionales, los rusos han sido
ampliamente derrotados. El increíble y apenas comprensible relato con el
que Putin comenzó esta guerra condenó a los portavoces al absurdo con
sus afirmaciones de que esta “operación especial” era una misión
humanitaria para proteger a la vulnerable población del Donbás, que por
alguna inexplicable razón los ucranianos habían decidido atacar a
sabiendas de que había 180.000 soldados rusos en su frontera.
Los
ucranianos han dominado el espacio informativo. Han proporcionado
comunicados fácticos que pueden dar importancia a las pérdidas rusas,
pero también hablan de sus propios reveses. Y lo que es más importante,
las redes internacionales informan con simpatía desde las ciudades
asediadas y los puestos fronterizos abarrotados de refugiados
angustiados. Mientras que Rusia ofrece un presidente que se presenta
cada vez más como un villano de caricatura, el de Ucrania dirige con
valentía y elocuencia a su pueblo en un momento de grave peligro.
Estas
guerras de relatos pueden parecer irrelevantes mientras los tanques
rusos avanzan y la potencia de fuego se dirige hacia las ciudades y sus
defensores. ¿Qué consuelo se puede encontrar en tener todas las mejores
líneas mediáticas si tus fuerzas deben retirarse constantemente? Sin
embargo, sí son importantes por el impacto que tienen en las actitudes y
el comportamiento de tres audiencias clave: la población tanto de
Ucrania como de Rusia, y la comunidad internacional.
La
característica más importante del relato ucraniano ha sido su realismo.
Carece de bombos y platillos. Es significativo que no haya reivindicado
la derrota inminente de las fuerzas armadas rusas, sino que haya sido
capaz de demostrar que no son invencibles, al tiempo que ha animado a la
población a movilizarse y prepararse para la siguiente fase de la
guerra urbana. Se ha generado suficiente sentimiento e impulso nacional
para mantener la lucha, aunque ahora tenga que ser con armas pequeñas y
cócteles molotov. (Como nota histórica podemos señalar que el nombre de
estas botellas llenas de líquidos inflamables fue acuñado por los
finlandeses en su “guerra de invierno” de 1939 contra los rusos. Molotov
era el ministro de Asuntos Exteriores ruso de la época, al que se
culpaba de crear las condiciones para la guerra con su pacto con los
nazis. Tal vez ahora podrían actualizarse a “Cócteles Lavrov”.)
En
cuanto a la audiencia internacional, ha ejercido una enorme presión
sobre los gobiernos occidentales para que se impliquen más, e incluso
los más próximos a Moscú han mantenido las distancias (sobre todo China,
que se abstuvo en la votación clave de condena del Consejo de
Seguridad, que Rusia pudo vetar). Aunque ahora es difícil que los países
occidentales envíen más equipos y municiones por vía aérea, los
convoyes siguen llegando por tierra y, mientras puedan mantenerse,
permitirán a las fuerzas ucranianas seguir luchando. Es posible que
Rusia tenga que desviar algunas unidades para intentar interceptar el
material que llega de Occidente.
Lo
más importante es que ha provocado un endurecimiento de las sanciones,
ya que se buscan formas no solo de respaldar a los ucranianos, sino
también de garantizar que los rusos no se impongan. Ahora algunos bancos
rusos serán excluidos del sistema de pagos SWIFT. La economía rusa
(pero también la economía mundial) recibirá un golpe mientras dure esta
guerra.
¿Qué
pasa entonces con el público ruso, el que está sometido a la mayor
censura y exposición al relato oficial del Kremlin? No se les dice nada
sobre las bajas en su propio bando o las atrocidades cometidas en su
nombre. Sin embargo, las noticias llegan y la evidencia de descontento y
disidencia es palpable. La represión puede ser más dura, pero si el
descontento se extiende a los ciudadanos de a pie, preocupados por sus
jóvenes en el frente, por sus familias y amigos en Ucrania, y por el
desplome del valor de su moneda, los problemas internos de Putin pueden
aumentar. Otra razón por la que quiere que la guerra termine
rápidamente.
EL CURSO DE LOS COMBATES
La
prisa por acabar la guerra explica muchos de los errores cometidos por
las fuerzas rusas al inicio de esta guerra. El primer error fue no dar
prioridad a la eliminación de la fuerza aérea y las defensas aéreas
ucranianas. Estas siguen operando y los cielos de Ucrania pueden ser
peligrosos para los aviones rusos. El segundo fue apresurarse a entrar
en Kiev utilizando fuerzas especiales y unidades ligeras para destituir a
Zelensky e instalar un títere. Eso salió mal desde el principio. La
unidad encargada de tomar y mantener el aeropuerto cerca de Kiev fue
eliminada antes de que pudieran entrar más tropas. Luego se destruyeron
los puentes, lo que aumentó el recorrido de las fuerzas rusas que se
desplazaban a su posición.
Esto,
a su vez, ha ejercido presión sobre las líneas de suministro. Hay
pruebas, al menos en las redes sociales, de que los vehículos rusos se
quedan sin combustible e incluso de que hay problemas para mantener
alimentados a los soldados en las posiciones avanzadas. Las cadenas
logísticas más exigentes añaden complejidad a las operaciones, pero
también altos costes. Se han producido importantes pérdidas de hombres y
equipos. Los ucranianos han afirmado haber infligido grandes pérdidas a
los rusos: miles de muertos, lo que significaría muchos más heridos.
Mientras los rusos no hablen de las bajas, los rumores no tardarán en
extenderse entre otras unidades de la línea de frente y eso será malo
para la moral. Una vez más, observando en gran medida los medios de
comunicación social, que por supuesto solo proporcionan una visión
parcial, la moral de los rusos parece baja y su actitud hacia la
población local que los reprende parece más desconcertada que hostil.
Aun cuando están en sus tanques, no siempre parecen saber lo que
deberían hacer o a dónde deberían ir.
Después
de haber intentado avanzar utilizando solo una parte de sus fuerzas
disponibles, los rusos parecen haber optado por una estrategia más
despiadada, confiando más en la artillería, lo que a su vez se sumará al
terrible coste de la vida y la propiedad de los civiles. Los ataques al
depósito de petróleo cerca de Kiev causarán daños duraderos. El alto
mando ucraniano tendrá que enfrentarse a algunas decisiones difíciles en
los próximos días sobre las evacuaciones y las retiradas tácticas. Ya
ha ocurrido: como de nuevo se pudo ver desde el primer día, la posición
en el sur es muy difícil de sostener. Las unidades del este, que llevan
mucho tiempo desplegadas cerca de los territorios separatistas, corren
el riesgo de quedar aisladas por las columnas rusas que llegan desde
Crimea y que aún no han encontrado mucha resistencia. De momento se
mantiene la ciudad de Mariupol, que está en primera línea desde 2014.
Pero ya han caído otras ciudades de la zona y las fuerzas ucranianas
corren el riesgo de quedar atrapadas.
La
atención principal se centra ahora en las dos ciudades clave de Kiev y
Járkov, puesto que entramos ahora en la siguiente etapa de la guerra
urbana. De nuevo, es algo que Putin esperaba evitar, ya que pocos
acontecimientos son menos propensos a crear una población hosca y
obediente que días de bombardeos mal dirigidos y a menudo inútiles pero
crueles. La metodología rusa para hacer frente a la resistencia en las
ciudades se estableció en las dos guerras chechenas de mediados de los
años 90 y principios de los 2000, que redujeron la capital Grozny a
escombros. Más recientemente, en Siria, la aviación rusa bombardeó
enclaves rebeldes, por ejemplo en Alepo, incluyendo ataques deliberados
contra hospitales, para obligar a los residentes a huir. En Mosul, entre
2016 y 2017, la aviación estadounidense colaboró con las fuerzas
iraquíes para expulsar al ISIS en una batalla que duró 9 meses. El coste
humano fue inmenso, aunque aquí la disposición de los yihadistas a
utilizar a los civiles locales como escudos y rehenes tuvo mucho que ver
con la carnicería.
Aunque
los rusos quieran evitar más acusaciones de crímenes de guerra, es
imposible luchar en las ciudades sin causar muchas muertes y
destrucción. Pero el principal desafío para las fuerzas rusas es tomar
las calles y ocupar el centro. Los primeros informes sobre los combates
en las calles de Kiev y Járkov sugieren que hasta ahora solo han
penetrado vehículos ligeramente armados, lo que ha resultado arriesgado
ya que son vulnerables a los contraataques ucranianos. Fuerzas más
sustanciosas están entrando en posición, pero hay límites en lo que
puede entrar en una ciudad en cualquier momento. Cuanto más estrechas
sean las calles, más difícil será la guerra urbana, ya que los vehículos
pueden quedar atrapados. La toma de esas ciudades requiere de la
infantería, que ofrece objetivos para emboscadas. Ahí es cuando la moral
empieza a ser realmente crítica.
¿CÓMO TERMINA ESTO?
Las
guerras rara vez se deciden en días y es poco probable que esta sea una
excepción. Frustrados hasta ahora, los rusos presionarán más, esperando
agotar y superar a los defensores. Putin debe estar frustrado por no
haber expulsado ya a Zelensky, pero ahora está demasiado comprometido
para considerar siquiera la retirada. Después de decir a las fuerzas
armadas ucranianas que depusieran las armas y expulsaran a Zelensky,
ahora debe derrotarlas. Zelensky seguirá reuniendo a su gente desde el
interior de la capital. Es de suponer que él y sus colegas tienen un
plan sobre cómo actuar en caso de que lo maten o lo capturen. Aunque
estuviera tentado a capitular, lo que obviamente no es el caso, los
ucranianos están demasiado enfurecidos ahora para rendirse sin
resistencia. Por el contrario, en el improbable caso de que se produjera
algún tipo de golpe de Estado contra Putin, la guerra terminaría casi
inmediatamente.
Ni
Putin ni Zelensky han descartado las conversaciones de alto el fuego.
Putin ofreció a Zelensky la oportunidad de visitar la capital
bielorrusa, Minsk, para negociar los términos de la rendición. Allí es
donde tuvieron lugar las negociaciones anteriores, pero Bielorrusia es
ahora un co-beligerante. Su territorio ha sido utilizado para lanzar
algunos de los ataques más mortíferos contra Ucrania. Zelensky ha
ofrecido los nombres de numerosas capitales como lugares alternativos
para que una delegación ucraniana se reúna con una rusa. Es posible que
esta guerra concluya así, pero es posible que los combates tengan aún un
largo camino por recorrer antes de llegar a ese punto. Mientras tanto,
las bajas seguirán aumentando.
El
problema de diseñar un acuerdo de paz es el mismo que ha rodeado este
conflicto desde el principio, y se remonta a la guerra de los relatos.
Putin ha descrito lo que está en juego para Rusia en términos
fantásticos que tienen poca relación con la situación real. Quiere
desnazificar un país que tiene un presidente y un primer ministro
judíos, y proteger a la población del Donbás de un “genocidio” que es
una invención completa. Así que Zelensky puede prometer sin dificultad
no ser un nazi y no llevar a cabo un genocidio. Lo que no puede hacer es
negar el derecho de Ucrania a existir como un Estado independiente que
siga su propio camino. La gente de Putin afirma que eso no está en duda.
El problema, dicen, es que las personas equivocadas están al mando. Si
así fuera, presumiblemente no tendrían ninguna dificultad para aceptar
elecciones libres bajo supervisión internacional. Se puede animar a
Putin a que ponga a prueba sus teorías sobre las simpatías de los
ciudadanos comunes de Ucrania.
Lawrence Freedman es profesor emérito de War Studies en el Kings College de Londres.
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