Carlos Alberto Montaner comenta, via Instituto Cato, as teorias conspiratórias em relação às vacinas e as eleições nos EUA em 2020:
Una
encuesta reproducida por la BBC Mundo “reveló que el 28% de los
estadounidenses creía que Bill Gates quiere usar las vacunas para
implantar microchips en la gente. Entre los republicanos esa cifra
alcanzó el 44%”.
El
reportaje de marras se titula Vacuna del coronavirus: 4 teorías
conspirativas desmentidas por expertos. Además de la que culpa a Bill
Gates, hay al menos otras tres que no tienen nombre ni apellido. La que
afirma, sin ninguna base científica, que la de Pfizer y Moderna
“cambian” el ADN de las gentes al inyectar una sustancia llamada ARNm.
La que asegura que la vacuna vinculada a la Universidad de Oxford
utiliza tejido fetal producto de abortos. Y la más peligrosa, la que
despacha a todas las vacunas con la falsedad de que es igual vacunarse o
no hacerlo, porque el contagio espontáneo logrará en algún momento la
“inmunidad de rebaño” que permite ignorar el virus, como sucedió hace un
siglo con la mal llamada “fiebre o gripe española”.
Quienes
sustentan esta última teoría conspirativa olvidan el daño permanente
que les deja a algunos supervivientes el COVID-19. Más allá del carácter
letal del virus, produce unas secuelas en algunas personas que tiende a
saturar las redes hospitalarias.
Hay
sorteos y premios de hasta un millón de dólares para alentar a la
población a vacunarse. Esto sucede en el Estado rural de Ohio donde el
incentivo ha dado resultado y se han multiplicado los “vacunantes”. En
la Florida, aunque nadie lo ha dicho a las claras, parece que las
autoridades han descubierto las ventajas del “turismo de vacunas”.
Vienen a Miami de toda Latinoamérica a recibir la vacuna salvadora. No
sólo se benefician quien expone su brazo a la inyección y el país de
donde procede el viajero, sino la castigada industria hotelera, incluida
la línea aérea, los restaurantes y las tiendas. Es una operación buena
para todos.
Lo
que no resulta óptimo ni conveniente es la proclividad de los
republicanos a darles cabida a las “teorías conspirativas”. Pregunto,
desde mi total y absoluta independencia, equidistante de demócratas y
republicanos: ¿por qué afirman, mayoritariamente, que la presidencia de
Joe Biden es producto de un fraude electoral?
Si
esto fuera cierto, los manifestantes que penetraron en el capitolio el 6
de enero del 2021 serían considerados héroes por tratar de ahorcar a
Mike Pence, ex vicepresidente de Donald Trump. Si esos republicanos
tienen razón, Pence es un despreciable traidor, que habría vulnerado las
instituciones electorales estadounidenses.
¿Por
qué Trump, ante el fraude de Biden y los demócratas, les pidió a sus
partidarios que se marcharan del capitolio, en lugar de convocar al
pueblo a que secundara a los patriotas, incluso poniéndose él mismo al
frente de la manifestación? ¿Es Trump un cobarde que olvidó sus
responsabilidades como jefe del país y del partido fundado por Lincoln?
Traicionar
la forma de transmisión de la autoridad en EE.UU. es hoy una causa más
importante que la secesión de los 15 estados sureños contra los 20 del
norte en 1861. ¿Por qué Donald Trump no presentó las pruebas del fraude?
La opinión pública lo hubiese respaldado vehementemente.
¿Por
qué en 63 oportunidades los tribunales, sin una sola excepción,
incluida la Corte Suprema con mayoría conservadora, declararon “sin
lugar” la denuncia de fraude hecha por Rudy Giuliani y otros trumpistas
prominentes?
¿En
qué momento el FBI, mayoritariamente compuesto por caballeros (y
algunas damas) republicanos, los campeones de la ley y el orden desde su
fundación por John Edgar Hoover, abrazó el ideario liberal de los
demócratas, en el mal sentido de la expresión?
Hay muchas más preguntas, pero las guardo para un próximo artículo.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Carlos Alberto Montaner (EE.UU.) el 30 de mayo de 2021.
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