Aldous Huxley |
Em artigo publicado pelo Instituto Cato, o professor Alberto Benegas Lynch (h) critica a era do coletivismo:
Vivimos
la era del colectivismo de la consecuente colectivización, la
masificación y la paulatina desaparición de la persona como ser único e
irrepetible en la historia de la humanidad. Entre las obras del doctor
en bioquímica –y quien descubrió distintos aspectos de la vitamina B–
William J. Rogers se encuentran dos de gran interés: You are
Extraordinary y Free and Unequal donde detalla lo dicho de modo
especialmente didáctico.
La
diferenciación hace posible la cooperación social y la división del
trabajo puesto que si no hubieran muy distintos talentos y vocaciones
cada uno tendría las mismas inclinaciones y preferencias que su vecino
por lo que las actividades tenderían a concentrarse y no la necesaria
dispersión. Incluso la conversación entre las personas carecería de todo
interés puesto que la igualdad no tendría el atractivo del intercambio
de gustos, especialidades y variadas experiencias. Y esto último sucede
merced a que las personas son distintas desde la perspectiva anatómica,
bioquímica y sobre todo psicológica.
Aldous
Huxley en su libro Brave New World Revisited corrige algunas de sus
observaciones en su trabajo original de 1932 y agrega reflexiones de
gran interés en esta nueva presentación en 1958 que ya había
parcialmente adelantado en su prólogo de 1948 al libro inicial y en su
revisación advierte que el mayor peligro para el futuro de la humanidad
es la manipulación genética que apunta a la uniformidad –ese esperpento
que C. S. Lewis denominó “la abolición del hombre”– y la difusión de
drogas que hagan de apoyo logístico para lograr el conformismo y
sensaciones artificiales de felicidad para lograr un rebaño maloliente
con que machacan no pocos políticos con el disfraz de la felicidad
perfecta para manejar vidas y haciendas ajenas, mientras ellos se
embolsan el fruto del trabajo ajeno.
Huxley
resume sus preocupaciones en la alarmante moda de conceptos tales como
la necesidad de adaptarse y ajustarse a los otros, al pensamiento
grupal, a lo socialmente aceptado, en definitiva a la disolución de lo
personal en aras de la masa. José Ortega y Gasset y Gustave Le Bon
incursionaron en estos asuntos con gran disgusto por sus nefastas
consecuencias y Friedrich Hayek explicó los inmensos beneficios del
individualismo que no es más que respeto recíproco.
Esta
última tradición opera en el contexto de la mayor apertura posible a
los intercambios culturales, comerciales, médicos y comunicacionales
entre los miembros de la comunidad local e internacional. Resulta en
verdad curioso que los enemigos del individualismo son los mayores
patrocinadores del aislamiento y el desconocimiento del aludido respeto
puesto que invaden derechos vía la imposición del colectivismo con lo
que entronizan por doquier la tragedia de los comunes, es decir, lo que
es de todos no es de nadie con lo que irremediablemente irrumpen
contraincentivos que conducen al despilfarro, lo cual inexorablemente
reduce ingresos y salarios en términos reales de todos pero muy
especialmente de los más vulnerables que son los primeros en sufrir en
carne propia el antedicho derroche.
Es
curioso que los que usan la pantalla de la unión de todos en realidad
separan y generan aislamiento y conflictos permanentes entre los
miembros de la sociedad. Interfieren permanentemente en los arreglos
voluntarios de sus integrantes. En definitiva alimentan una secuencia
sin solución de continuidad de guerras sin cuartel de todos contra
todos. Para recurrir a terminología de la teoría de los juegos, en lugar
de abrir paso a la suma positiva donde ambas partes ganan en un acuerdo
voluntario, provocan la suma cero. Los megalómanos de siempre
intervienen en el mecanismo de precios con lo que indefectiblemente se
generan faltantes y desajustes de todo tipo al tiempo que desdibujan los
únicos indicadores con que se cuenta para saber dónde invertir y donde
desinvertir al efecto de aprovechar del mejor modo los siempre escasos
factores productivos.
El
colectivismo desafortunadamente tan en boga en la actualidad insiste en
una muy peculiar, incoherente y supuesta solidaridad social al imponer
sus fórmulas, sin percatarse que la solidaridad es por definición
voluntaria y ejercida con recursos propios. El uso de la fuerza para
disponer del fruto del trabajo ajeno no es solidaridad sino que se trata
de un atraco.
Son
los individualistas, a saber, los que consideran sagradas las
autonomías de las personas y la consecuente consideración a su dignidad,
los que patrocinan a los cuatro vientos la apertura de las fronteras a
contracorriente de las culturas alambradas que entronizan los
colectivistas. Son los que proponen asociaciones libres y voluntarias,
al contrario de afiliaciones y aportes coercitivos del espíritu
colectivista. Son los que reiteran la importancia de la
descentralización del poder político y el federalismo. Son los que
rechazan de plano las cargas fiscales insoportables, deudas estatales
astronómicas, inflaciones galopantes y gastos públicos desmesurados en
el contexto de regulaciones que asfixian las libertades. Son los que
consideran una estafa sideral sistemas denominados de seguridad social
pero que son de llamativa inseguridad antisocial debido a la succión de
ingresos de todos pero con especial saña contra los más débiles.
Las
discusiones semánticas a veces no son constructivas pero como las
palabras sirven para pensar y para comunicar pensamientos es a veces de
interés detenerse en algunos vocablos clave. Estimamos que ese es el
caso del individualismo tan vapuleado y poco comprendido en nuestra
época.
Huxley
sostiene que la importante y por cierto muy verdadera visión de Eric
Blair –que como es sabido firmaba con el pseudónimo de George Orwell– se
refiere a la acción imperturbable y maliciosa del Gran Hermano sobre
las libertades individuales, en cambio el primer autor apunta a algo
peor aún, es decir, al pedido de la gente para ser esclavizada en base a
lo antes descrito y especialmente debido a una educación perversa donde
más que educar se adoctrina con lo que las personas mutan a la
condición de autómatas esclavizados. He citado muchas veces un
pensamiento muy sustancioso de Huxley de su Ends and Means que vuelvo a
transcribir puesto que encierra una gran verdad y describe muy
ajustadamente el aspecto medular de nuestros problemas: “En mayor o
menor medida, entonces, todas las comunidades del mundo moderno están
formadas por una pequeña clase de políticos corruptos por demasiado
poder y por una muy extendida clase de súbditos corruptos por demasiada
obediencia pasiva e irresponsable”.
Tras
el colectivismo se encuentran errores garrafales de concepto. Tal vez
el principal radica en la incomprensión del origen de los salarios y el
desempleo por lo que reitero lo dicho en otras oportunidades en la
materia que se hacen necesarios en la línea argumental que estamos ahora
considerando. Seguramente en muchos casos los errores del colectivismo
se adoptan con la mejor de las intenciones y propósitos pero lo
relevante en este campo son los resultados.
La
única causa de salarios e ingresos en términos reales es la tasa de
capitalización lo cual significa la inversión en equipos, instalaciones,
maquinarias, tecnologías y conocimientos relevantes que hacen de apoyo
logístico al trabajo para aumentar su rendimiento. No hay magias ni
voluntarismos y aquellos resultados solo pueden lograrse en un clima
donde imperan marcos institucionales que garanticen los derechos de las
personas. A su vez, el derecho implica la facultad de usar y disponer de
lo propio que en el ámbito de la sociedad libre obliga a los agentes a
prestar debida atención a las necesidades ajenas al efecto de obtener
ganancias. Quienes no dan en la tecla de los reclamos de su prójimo
incurren en quebrantos. Esto ocurre en los mercados abiertos y no sucede
cuando operan empresarios prebendarios que se alían con el poder para
sacar partida a expensas de sus congéneres.
A
su vez en este terreno los sindicatos se desempeñan como asociaciones
libres y voluntarias y de ninguna manera como entidades que imponen
representaciones y aportes forzosos ni huelgas que sean distintas al
derecho a no trabajar para en vez imponer procedimientos violentos e
intimidatorios para los que quieren seguir con sus tareas laborales.
En
este razonamiento debe destacarse que las llamadas “conquistas
sociales” como la entronización de salarios mínimos y equivalentes
indefectiblemente provocan desempleo. Y debe tenerse en cuenta que la
incorporación de nuevas tecnologías liberan recursos humanos y
materiales para atender otras necesidades para lo cual los comerciantes
son incentivados en la capacitación de personal al efecto de sacar
partida de los nuevos arbitrajes que las circunstancia ofrecen.
Allí
donde hay acuerdos libres entre las partes no hay tal cosa como
sobrante de aquel factor indispensable para abastecer las ilimitadas
necesidades de la gente. Poner palos en la rueda conduce al
empobrecimiento. Cuando se dice que los gobiernos deben inmiscuirse en
esta materia para equilibrar las fuerzas dispares en la contratación
laboral no se tiene presente que es del todo irrelevante el estado de la
cuenta corriente de las dos partes, lo definitorio son las antedichas
tasas de capitalización. Las partes podrán disponer de recursos
suculentos o estar en la quiebra, esto es indistinto, lo trascendental
es que el ingreso se establece por las tasas de capitalización y no por
la voluntad y la condición de las partes.
Milton
Friedman escribe la introducción a la colección de la revista The
Individualist Review que se inauguró en abril de 1961 donde señala que
siguió las huellas de una entidad anterior de 1953 fundada por Frank
Chodorov bajo el nombre de Intercollegiate Society of Individualists.
Friedman destaca lo consignado en el editorial del primer número de la
referida revista académica que apuntaba a fortalecer los valores de “la
empresa privada y libre y a la estricta imposición de límites al poder
del gobierno” y anunciaba se abocaría al “compromiso con la libertad”,
una publicación en la que Friedman formaba parte de su Consejo Editorial
y también colaboraba con ensayos de su autoría junto con otros
destacados colegas. También en esa introducción Friedman apunta que el
establecimiento de la Mont Pelerin Society en 1947 –la academia
internacional como la denominaba Hayek– ayudó mucho a refutar las
falacias tejidas en torno al individualismo y a explicar sus enormes
beneficios respecto a su consideración por las autonomías individuales y
el consiguiente estímulo a las más extendidas aperturas a las
relaciones contractuales entre las personas de todo el globo.
En
resumen, el individualismo resalta y resguarda la condición humana de
cada cual en cuyo contexto la función de los aparatos de la fuerza que
denominamos gobierno deben cuidar y preservar el derecho de cada uno de
los miembros en su jurisdicción y abstenerse de manejar el fruto del
trabajo ajeno. La hipocresía colectivista pretende ocultar resultados
altamente negativos con un discurso mentiroso dirigido a conquistar a
incautos y desprevenidos frente a la avalancha de miserias que
invariablemente generan las granjas colectivas y equivalentes que
siempre hundieron a la gente en las hambrunas y las miserias más
desgarradoras. Si no prestamos atención a la dignidad y unicidad del ser
humano, las cosas terminan como había pronosticado Enrique Santos
Discépolo en una parte poco recordada de Cambalache: “Es lo mismo el que
labura noche y día como un buey que el que vive de los otros”.
Este artículo fue publicado originalmente en Infobae (Argentina) el 29 de mayo de 2021.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
Nenhum comentário:
Postar um comentário