Em artigo publicado pelo Instituto Independiente, Alberto Benegas Lynch (h) comenta as três interpretações do termo "ideologia":
Hay
tres interpretaciones de la expresión consignada en el título de esta
nota periodística. En primer lugar, la definición de diccionario como
conjunto de ideas, en segundo término la referencia marxista como falsa
conciencia de clase y, por último, la acepción más generalizada cual es
una doctrina cerrada, terminada e inexpugnable. Esto último es lo que
habitualmente predomina en la parla convencional.
De
ahí que un ideólogo es un dogmático. En este sentido escribí una
columna hace tiempo titulada “El liberalismo como anti-ideología” al
efecto de subrayar que la tradición liberal significa apertura mental a
procesos evolutivos, siempre en estado de ebullición atentos a nuevos
paradigmas, ya que como bien apunta Karl Popper el conocimiento tiene la
característica de la provisionalidad sujeta a refutaciones. Por eso es
que en la ciencia no hay tal cosa como verificación sino siempre
corroboración provisoria.
Dicho
esto irrumpen una seria de entuertos vinculados al vocablo de marras.
Por ejemplo, se dice que no deben juzgarse las vacunas contra el Covid
por la ideología que predomina en los países donde se producen sino por
la efectividad de las mismas. Esto es una verdad de Perogrullo, pero
también es menester tener en cuenta que no inspira la misma confianza la
producción de un medicamento por parte de Al Capone que si lo
recomienda Albert Schweitzer.
Por
otra parte, también se insiste que no hay que ideologizar debates
políticos sino circunscribirse a atender necesidades, lo cual
evidentemente no significa desconocer que para resolver problemas se
necesitan ideas, valores y principios de lo contrario se procedería a
los tumbos. Es peligros actuar a ciegas. Por supuesto que asiste toda
razón si lo que se quiere trasmitir es que un gobernante en funciones
no puede ni debe partidizarse puesto que un gobierno republicano es para
proteger los derechos de todos los gobernados y no para alimentar un
partido, de lo contrario degradaría su misión y lo convertiría en mero
sectarismo.
En
este contexto es oportuno protegerse de la peste del dogmatismo por eso
algunas veces cuando se tratan medidas de política económica se habla
de las ortodoxias y las heterodoxias lo cual confunde gravemente la
religión con la política. La ortodoxia no es un término adecuado para
evaluar decisiones gubernamentales ya que desconoce que la incorporación
de algo de tierra fértil en el mar de ignorancia en que nos
desenvolvemos siempre se traduce en un peregrinar entre sombras y luces.
Esto no significa adherir al contradictorio relativismo epistemológico
que para mostrar algo de coherencia no solo convierte en relativo al
relativismo sino que no permite detectar verdades como es la
correspondencia entre el juicio y el objeto juzgado, lo cual conduce
inexorablemente a las tinieblas.
Como
ha sentenciado Albert Einstein “todos somos ignorantes, solo que en
temas distintos”. La gran ventaja de la sociedad libre es que permite
que cada cual se dedique a su competencia e intercambie voluntariamente
con lo que otros hacen mejor. En este plano, el comerciante para mejorar
su situación debe atender las demandas de sus congéneres y el que
acierta obtiene beneficios y el que yerra incurre en quebrantos, lo cual
debe ser claramente diferenciado de los empresarios prebendarios que se
alían al poder para explotar a sus semejantes en base al privilegio y
la dádiva.
La
manía de megalómanos de dirigir vidas y haciendas ajenas, en lugar de
permitir la antedicha dispersión y fraccionamiento del conocimiento
entre millones de personas, concentra ignorancia con lo que el derrumbe
del sistema es seguro y aparecen faltantes de medicamentos, alimentos y
demás bienes y servicios. La incomprensión o comprensión de lo dicho es
lo que marca las diferencias entre países prósperos y países pobres. Esa
es la diferencia entre Singapur y Uganda, entre Alemania y Haití, entre
Suiza y Venezuela. Son marcos institucionales que respetan los derechos
de todos frente a estatismos que hacen estragos en la población que en
lugar de encontrar refugio y protección en los gobernantes, se topan con
enemigos que la esquilman.
Las
ideas, los valores y los principios de la sociedad libre permiten que
afloren energías creadoras adormecidas y aplastadas en regímenes
autoritarios. El nacionalismo es el peor de los venenos, especialmente
para los más necesitados. La apertura al mundo en el comercio de bienes y
servicios es la mayor contribución al progreso.
Mario
Vargas Llosa ha escrito con razón que “en los países subdesarrollados,
es donde el nacionalismo cultural se predica con más estridencia y tiene
más adeptos. Sus defensores parten de un supuesto falaz […] Luchar por
la ´independencia cultural´, emanciparse de la ´dependencia cultural
extranjera´ a fin de “desarrollar nuestra propia cultura” son fórmulas
habituales en la boca de los llamados progresistas del Tercer Mundo. Que
tales muletillas sean tan huecas como cacofónicas, verdaderos
galimatías conceptuales, no es obstáculo para que resulten seductoras a
mucha gente, por el airecillo patriótico que parece envolverlas.”
BLOG ORLANDO TAMBOSI

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