O liberalismo abre as portas a um processo de constante descobrimento, que facilita a evolução cultural, ao contrário do pacote fechado que constitui a ideologia. Alberto Benegas Lynch via Instituto Independiente:
Básicamente
hay tres acepciones de la expresión ideología. La interpretación
marxista del término consiste en afirmar que es una teoría falsa que
procede de una «falsa conciencia» que, a su vez, es consecuencia de la
lógica burguesa, la cual enmascara la realidad social.
Aunque
hay matices que provienen de raíces hegelianas, el poligolismo marxista
conduce a esta concepción de la ideología. Bien se ha señalado en
reiteradas oportunidades que Marx nunca explicitó en qué consisten las
diferencias entre la lógica burguesa y la lógica proletaria. Más aún,
nunca se explicó cómo opera y en qué consiste el cambio de la lógica de
quien pasa de la condición de proletario a la de burgués o viceversa ni
en qué consiste a lógica del hijo de un proletario y una burguesa.
Este
esquema sin fundamento también lo usaron los nazis en una especie de
polilogismo racista. Así es que Hitler en medio de su confusión sobre
raza y religión pudo afirmar que «la raza judía es, ante todo, una raza
mental».
La
segunda acepción a que quiero referirme en esta nota es la que define
la ideología como un conjunto de ideas, como el estudio sobre el origen y
la clasificación de las ideas.
En
este caso, toda, las concepciones son ideologías; incluso aquellos que
hablan de la muerte de las ideologías están, de hecho, esbozando una
ideología. El hombre se maneja con ideas. El ser humano recurre a
conceptos que son integraciones mentales, son ideas que concibe el
entendimiento, las cuales se exponen a través del lenguaje como medio de
comunicación con otros seres humanos.
En
este contexto, decir que las ideas o un conjunto de ideas (ideologías
en esta acepción) han muerto carece por completo de sentido.
Habitualmente, estas manifestaciones provienen de quienes se han
percatado de la inconveniencia de viejas ideas y no tienen el coraje de
declararlo.
Cuando
esa desilusión con las ideas sustentadas con anterioridad no ha sido
sustituida por otras concepciones filosóficas se opta par declamar la
defunción de todas las ideas y adherirse al pragmatismo, sin percibir
que ésta es también una idea (o una ideología en el sentido antes
apuntado). Una idea que da la espalda a principios éticos que se
traducen en el respeto al prójimo, pero una idea al fin. Diferente es la
posición de los llamados conversos, quienes no sólo perciben los
errores de las ideas a las que previamente se adherían, sino que son
reemplazadas por un cuerpo de ideas que se considera explican de mejor
modo la realidad. Estas personas declaran abiertamente su error e
incluso, en algunos casos, escriben sobre las características del
proceso que transitaron desde una posición hacia otra.
Por
último, la tercera acepción del término que ahora comentamos, expresa
un conjunto de afirmaciones, teorías y metas que constituyen un programa
socioeconómico.
Al
contrario de lo que se transcribe en la mayor parte de los diccionarios
del mundo hispanoparlante, esta última acepción se incluye con
frecuencia en diccionarios de la lengua inglesa. Una interpretación
contemporánea de esta acepción se ha extendido hasta asimilaría aun
esquema político cerrado por el que se pretende establecer desde el
poder el conjunto de fines y metas a que debe apuntar el ser humano.
En
este sentido, la ideología, constituye un verdadero peligro. Un peligro
mayor que la concepción marxista que por ser incomprensible e
inexplicable termina utilizándosela como herramienta de choque por parte
de activistas. Sin embargo, esta tercera acepción no es incomprensible
ni inexplicable. Se traduce en la expresión cabal del racionalismo
constructivista y la ingeniería social. Establece un sistema
predeterminado por las mentes de ciertos funcionarios encargados de
aplicarlo. Consiste en la imposición de valores específicos y detallados
para los gobernados. Constituye un sistema necesariamente autoritario.
Aquí
se pone de manifiesto con toda crudeza la arrogancia del intelecto que
pretende conocer lo que en realidad le conviene a los demás y lo impone
por la fuerza. Esta concepción ideológica pretende manipular al ser
humano como si se tratara de un objeto de arcilla que debe ser
configurado a imagen y semejanza de las ocurrencias caprichosas del
diseñador.
En
este sentido es que el liberalismo es la anti-ideología por
antonomasia. Su columna vertebral se basa en el respeto al prójimo. El
liberalismo qua liberalismo no se pronuncia sobre los fines que cada uno
persigue. Cada uno responderá a su conciencia y a Dios por sus actos y
también a los gobernantes por aquellos que lesionan derechos de
terceros. Esta postura sólo permite el uso de la fuerza gubernamental
con carácter defensivo.
El
liberalismo abre las puertas a un proceso de constante descubrimiento
que facilita la evolución cultural, al tiempo que pone de relieve que no
hay fronteras para el conocimiento y el autoperfeccionamiento. La
pretendida omnisciencia y omnipotencia del espíritu autoritario
contrasta con el rechazo del liberal a manejar la vida y el fruto del
trabajo ajeno.
Para
el liberalismo no hay listas cerradas que aseguren el respeto al
prójimo. Debates sobre privacidad, monóxido de carbono en la atmósfera,
decibeles, privatización de ondas aéreas de radio y televisión
constituyen sólo algunos ejemplos del desplazamiento de las fronteras
siempre móviles desde la perspectiva liberal a los efectos de permitir
que cada uno incorpore sus personales valores en concordancia con sus
personales proyectos de vida, sin agredir proyectos de vida de terceros.
Este
proceso de corrimiento de fronteras y refutación de teorías anteriores
requiere apertura mental, también en abierto contraste con el
relativismo epistemológico.
Sin
duda que este proceso requiere alimento permanente. Decir que
actualmente el mundo se mueve inexorablemente hacia la sociedad abierta
es, en el mejor de los casos, una torpeza.
No
debe caerse en el error del historicismo marxista al suponer «ciclos
inexorables de la historia». Nada hay inexorable en este terreno. Los
resultados nunca son definitivos. Todas las posiciones son provisorias.
El
éxito o el fracaso depende de la fertilidad de las respectivas
argumentaciones y, en esas argumentaciones, el valor de las palabras
tiene importancia. De ahí, en otras cosas, el cuidado que debe tenerse
con la expresión multívoca «ideología».

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