Tomás de Kempis, agostiniano do século XV, mostrava um espírito próximo de certos contemporâneos quando solicitava a seus leitores que se mantivessem na ignorância e desinteressados em relação às artes e às "vãs ciências". Artigo de David Toscana para a revista Letras Libres:
Amado Nervo escribió un poema titulado “A Kempis”, que termina diciendo:
¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,pálido asceta, qué mal me hiciste!¡Ha muchos años que estoy enfermo,y es por el libro que tú escribiste!
El
poema puede tomarse por el lamento de un hombre que se contagia de asco
por la existencia o puede leerse como un reclamo o un texto irónico.
Pero La imitación de Cristo, el libro de Tomás de Kempis, no tiene
vuelta de hoja: es una bajeza, un compendio de hipocresías, un supuesto
discurso amoroso que no muestra sino desprecio por el ser humano.
Mientras en Italia celebraban con gran arte y literatura que el hombre
fuera hombre, el grisáceo y germano Kempis buscaba desdichar al ser
humano. Para esto se inventó un cristo que muy poco resembla el de los
evangelios.
Entre
sus dorados consejos, Kempis solicita a sus lectores mantenerse en la
ignorancia, pues el que más sabe, más duramente será juzgado. Mejor es
saber poco y poco entender. “No tengas deseo demasiado de saber porque
en ello se halla grande estorbo y engaño”. Al igual que ciertos
iluminados contemporáneos, se lanza contra los intelectuales: “Los
letrados gustan de ser vistos y tenidos por tales”. Solicita con
autoridad que “callen los doctos”. Juzga que “muchos estudian más para
saber que para vivir bien”, como si no se diera cuenta de que enorme
placer hay en saber y que quien sabe más vive mejor. Supongo que
recomienda leer revistas de TVbasura, pues dice: “Nunca leas cosas para
mostrarte más letrado o sabio”.
También
con un espíritu muy de nuestros días, Kempis aconseja no interesarse
por las artes o las “vanas ciencias”. Mejor es temer el conocimiento que
de ellas resultan. “No quieras con presunción saber cosas altas, mas
confiesa tu ignorancia.” Supone que allá en el cielo Dios prefiere a los
babosos, y quién sabe, tal vez en eso tenga razón. Para dejarlo claro,
enuncia el lema de los ignorantes: “Ciertamente en el día del juicio no
nos preguntarán qué leímos”.
La
máxima de la sabiduría griega de “Conócete a ti mismo”, él la convierte
en “Despréciate a ti mismo”. Nos pide que aprendamos a despreciarlo
todo y, en el colmo del odio por la humanidad, proclama: “Verdaderamente
es cuerdo el que todo lo terreno tiene por estiércol”. Ya me veo
invitando a casa al pesado de Kempis. Le preparo una deliciosa paella de
mariscos y:
“¿Qué te pareció la cena, Kempis?
“Estiércol.”
“¿Estaba bueno el vino?”
“Una mierda.”
Ya
es raro que el cristo enseñara a pedir el pan de cada día cuando el
padre había dejado claro que ese se gana con el sudor de la frente, pero
Kempis, como mal padre, es de los que darían una piedra al hijo que
pide pan: “Dame, Señor, de comer el pan de lágrimas”. Para machacar más
en la desgracia de haber nacido, resopla: “Bienaventurado el que tiene
siempre la hora de su muerte delante de sus ojos y se dispone cada día a
morir”. Y agrega para acabar de lanzar un escupitajo al ser humano: “En
muchas cosas te conviene ser ignorante, y estimarte como muerto sobre
la tierra”.
La
imitación de Cristo hace evidente que Kempis es precisamente lo que
critica: un letrado soberbio. Su soberbia es tal, que destila gran
desprecio en su fingida caridad. Y es que suele agazaparse mucho odio
detrás de los que dicen amar. Le ocurre a quienes creen imitar a un
cristo hecho a modo. Lo que acaban tomando de él es una supuesta
supremacía y una emponzoñada pureza moral; entonces se creen envueltos
en coraza de santidad o divinidad. “Mis juicios han de ser temidos, no
examinados; porque no se comprenden con entendimiento humano”. Con tal
sentencia se mata todo argumento. “Yo soy digno de ser alabado y
ensalzado sobre todas las cosas.”
Cada loco con su cristo.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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