Está acontecendo na Espanha, a passos gigantes, uma série de fatos que prefiguram um manifesto retrocesso em relação ao plano institucional-democrático. Mateo Leygue para o Instituto Juan de Mariana:
“Todas
las organizaciones de la izquierda concebimos que la sociedad justa,
libre y soberana y el socialismo solo pueden surgir y sustentarse en la
voluntad de los pueblos, entroncados con sus raíces históricas.
Manifestamos, por ello, nuestra voluntad común de renovar el pensamiento
de izquierda y el socialismo, de reafirmar su carácter emancipador,
corregir concepciones erróneas, superar toda expresión de burocratismo y
toda ausencia de una verdadera democracia social y de masas”[1].
Con
esas palabras el Foro de Sao Paulo marca un hecho histórico para el
socialismo que trasciende las fronteras del esquema político de lo que
habían practicado hasta entonces los seguidores de esa ideología. El
hecho es, precisamente, la reflexión de la izquierda en la región sobre
los elementos de poder que interactúan en las sociedades de Occidente y
se articulan para la consecución de sus objetivos, es decir, cómo
alcanzar el poder bajo este paradigma de relación política con las
banderas de un socialismo reinterpretado de cara a la conquista social,
pero que en el fondo cambia poco.
Sabido
es que tras la caída del muro de Berlín y el fracaso de la URSS el
discurso del socialismo se agota y pretende renovarse dentro de los
límites impuestos por el ideario político entonces vigente: había que
apostar por el sistema democrático, dejando de lado las armas, y
acomodarse a esas reglas de juego para insistir en la “revolución” desde
el parlamentarismo y las instituciones democráticas.
Continúa
el documento: “El nuevo concepto de unidad e integración continental
exige un compromiso activo con la vigencia de los derechos humanos y con
la democracia y la soberanía popular como valores estratégicos,
colocando a las fuerzas de izquierda, socialistas y progresistas frente
al desafío de renovar constantemente su pensamiento y su acción”. En ese
punto, hay dos elementos relevantes para el análisis por su importancia
a la hora de estudiar los pasos que siguen distintos gobiernos con
tintes totalitarios en la región y en España. Por un lado, la
instrumentalización de la democracia y la soberanía popular como
herramientas para la conquista política del poder total y no como un
objetivo para el bien común y, por otro, la renovación permanente del
pensamiento y la acción, que es fundamental en su planteamiento para el
debate y el surgimiento de ideas hegemónicas en el esquema
institucional. Se trata de un proceso de búsqueda de la hegemonía en el
liderazgo y en la acción en el sentido puramente gramsciano, que algunos
denominan neo-marxismo.
A
partir de esas pautas podemos establecer que en los hechos tales
planteamientos se traducen en la captura de las ideas y la cultura por
una izquierda política que cada vez con menos fingimiento abandona la
esencia de la democracia liberal que persigue la igualdad ante la ley de
los ciudadanos, la división de poderes, la libertad de los individuos
frente a la colectividad, el Estado de Derecho y el respeto de la
Constitución y las leyes.
Conocidos
son los casos de países con regímenes totalitarios que siguieron este
planteamiento hasta el final, Venezuela y Nicaragua son ejemplos claros
de un proceso de destrucción autoritaria de las reglas democráticas y la
libertad de los individuos. Luego hay ejemplos de países que lo
intentaron o continúan en su pretensión como Ecuador o Bolivia. No
obstante, en España estas experiencias y, en concreto, las tensiones que
se suscitan día a día en el Ejecutivo y en el Congreso de los Diputados
deben llamarlos la atención inevitablemente.
Sin
duda, el diálogo, la cesión y el consenso son parte de la actividad
política en una democracia, el problema surge cuando motivado por
intereses espurios se aprovecha de los mecanismos que, precisamente,
facilita un régimen democrático para apropiarse de lo “políticamente
correcto” a través de la manipulación del lenguaje y la cultura para
poner en marcha un proyecto totalitario, o al menos, promoverlo. A
través de la estrategia de los golpes blandos el partido político
español, Podemos, externaliza una serie de acciones bajo la misma praxis
que los regímenes de países al otro lado del charco. Esa idea de
encarar el logro socialista totalitario desde el interior de las
instituciones y haciendo uso de las herramientas democráticas no es
nuevo.
La
sutileza a través de la cual los partidos políticos hacen uso de ese
radicalismo sin que ello repercuta en su valor social/electoral es un
motivo de alarma y a la vez de aprendizaje por los demócratas que creen
en la prevalencia de las instituciones frente a la arbitrariedad de las
mayorías dominantes, cuestión que hoy es evidente en España. Y es que el
socialismo nunca podrá ser adaptado al sistema democrático porque sus
principios rectores carecen de analogías. La diferencia entre los
líderes de un bando y de otro puede ser la medida de sus escrúpulos, un
problema al que se enfrentan los liberales en la pugna política. Por
ello la captura del discurso por la parte de los liberales es
fundamental para el futuro del debate de ideas.
Sin
duda, en España están ocurriendo a pasos agigantados una serie de
hechos que ponen de manifiesto un retroceso o, llámese suspensión, de
los avances en el plano institucional-democrático. Es democrático ser
republicano, el problema es atacar y aprovecharse de las circunstancias y
el cargo para pasar por encima de una autoridad vigente que es al fin y
al cabo una institución garantizada en la Constitución. La pluralidad
de partidos es una pieza clave en una democracia, el problema es cuando
existen partidos auspiciados por gente antisistema que se manifiesta
abiertamente en este sentido y con este lenguaje, y se depende de ellos
para gestionar el Estado. El problema es cuando se insinúa “tumbar el
sistema” en nombre de las mayorías absolutas y los pueblos. El resultado
de esa pretensión todos lo conocemos.
Por
ello, dar la batalla cultural es tan importante y no se acaba.
Omitiendo las categorías que suenan tanto los últimos días y más allá de
los adjetivos que tanto gustan a los políticos, Pablo Iglesias es
comunista y tiene un plan. Sobre ese axioma nadie tiene dudas y hay que
actuar en consecuencia. En algunos casos, el conflicto que ignoramos es
que sociedades con grandes avances morales y materiales, como la
española, dan por sentado el sistema imperante y las consecuencias de
ello son terribles. Jamás podemos dar por sentado que la democracia y la
libertad son eternas. Por ello, cabe una vez más mencionar aquella
frase de Jefferson que dice “el precio de la libertad es la eterna
vigilancia”. Y añadiría, es la eterna acción.
[1]
Declaración de São Paulo. Encuentro de Partidos y Organizaciones de
Izquierda de América Latina y el Caribe: São Paulo, 4 de julio de 1990.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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