O muro de
Berlim foi derrubado em 1989 - seguido da implosão da URSS, em 1991 -,
mas a nefasta ideia comunista sobrevive na mente de milhões de imbecis
que, diante da realidade, viram as costas para a história. A América
Latina é exemplo dessa cegueira, apesar de a democracia estar
conquistado algum espaço na região. A propósito, segue texto do site Libertad.org:
En 1990,
exactamente cincuenta años después de los hechos, Mijaíl Gorbachov
admitió oficialmente que la NKVD había asesinado en 1940 a los miles de
polacos enterrados en las fosas de Katyn, así como en las de Mednoye y
Piatykhatky. Y dos años después Borís Yeltsin entregó al presidente
polaco Lech Walesa los documentos firmados por Beria y Stalin en los que
ordenaron aquella masacre.
Por el
camino habían quedado ocultaciones de los gobiernos aliados para no
entorpecer el esfuerzo de guerra contra Hitler, acusaciones falsas a los
nazis en el juicio de Nuremberg y, sobre todo, confesiones arrancadas
mediante tortura y varios oficiales alemanes ahorcados por un crimen que
no cometieron.
Una
minucia si se compara con el genocidio cometido por Stalin, en tiempo de
paz y contra su propio pueblo, para meter en vereda a unos ucranianos
que no mostraron todo el entusiasmo que hubieran debido ante el proceso
de colectivización. Entre 1932 y 1933 murieron de hambre planificada por
el Estado alrededor de tres millones de personas en lo que
posteriormente sería bautizado como Holodomor (“matar de hambre” en
ucraniano), uno de los episodios más espantosos de toda la historia de
la Humanidad y que, sin embargo, casi nadie conoce. Y podríamos
continuar con el horror del gulag soviético, con las decenas de millones
de muertos a manos de Mao o Pol Pot y con mil y una maravillas más de
la ideología política ganadora de la medalla de oro en producción de
cadáveres. Pero todo esto no son más que unas breves notas al pie en una
historia de los crímenes políticos casi monopolizada por los de los
regímenes antagonistas del comunismo, sobre todo durante la Segunda
Guerra Mundial.
El eximio
historiador francés Emmanuel Le Roy Ladurie, antiguo militante de los
partidos comunista y socialista, resumió así este curioso desequilibrio:
"Existe una
amnesia hacia el pasado del comunismo, mientras que sobre el nazismo y
sus secuelas, tanto las reales como las supuestas, lo que domina es la
hipermnesia".
¿Cuáles
son las causas de este desequilibrio? Le Roy Ladurie señaló que mientras
que los campos nazis fueron fotografiados y publicitados por los
vencedores de 1945, ningún ejército extranjero llegó a derribar y filmar
el gulag soviético. A ello habría que añadir que los crímenes nazis
fueron condenados con efectos universales y perdurables en el Juicio de
Nuremberg, mientras que los de sus victoriosos enemigos fueron olvidados
o al menos justificados. Finalmente, del mismo modo que las películas
de John Wayne han hecho más por la consolidación de la nación
estadounidense que todos los artículos de su Constitución,
Hollywood lleva setenta años sacando jugo a la victoria sobre el
nazismo, mientras que Katyn y el Holodomor no han tenido ni un Gerald
Green que los novele ni un Stanley Kramer que los juzge ni un Steven
Spielberg que los eleve a la cima del Oscar.
Por todos
estos motivos el totalitarismo fascista, que cometió el insuperable
error de perder la guerra, ha sido condenado a la ignominia eterna
mientras que el totalitarismo socialista, que tuvo la suerte de estar en
el bando vencedor, sigue gozando de una respetabilidad inmerecida. Y no
sólo por sus enormes crímenes, sino también por tratarse de unos
regímenes que tuvieron que levantar un muro, no para defenderse de los
enemigos exteriores, sino para impedir que el paraíso proletario se les
vaciara; y que, finalmente, acabaron derrumbándose por su propia
ineficacia e injusticia.
A pesar
de todo ello, los últimos restos del naufragio socialista, la estrábica
China capitocomunista, la alucinante Corea, la paupérrima Cuba y la
esperpéntica Venezuela, siguen cautivando la imaginación de millones de
gente bien de Occidente, españoles sobre todo, de ignorancia sólo
superada por su irresponsabilidad.
Lo
trágico de este inconmensurable disparate es que la gran mayoría de
incautos sólo acabarán dándose cuenta de su error cuando ya no haya
curación para los males causados.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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