BLOG ORLANDO TAMBOSI
La llegada de la IA ha revolucionado las expectativas de lograr una comunicación compleja con otras especies y permite analizar sus sonidos, movimientos y comportamientos con una precisión imposible para los humanos. Daniel Soufi para El País:
El
pasado diciembre, el equipo de científicos Whale SETI sostuvo una
conversación de 20 minutos con una ballena jorobada. El experimento,
realizado en la costa de Alaska, consistió en reproducir llamadas de
contacto de este animal a través de un altavoz submarino. Un ejemplar de
38 años, llamado Twain, se acercó y respondió con sus propias llamadas.
La Dra. Brenda McCowan, de la Universidad de California Davis y autora
principal del estudio, afirmó que este era el “primer intercambio
comunicativo entre humanos y ballenas jorobadas en el ‘lenguaje’
jorobado”. O, como diría Dory, el personaje de Buscando a Nemo, es la primera vez que los humanos logran “hablar balleno”.
La llegada de la inteligencia artificial (IA) y el machine learning
(aprendizaje automático) han revolucionado las expectativas de lograr
una comunicación compleja con otras especies. Estas tecnologías permiten
a los expertos analizar los sonidos, movimientos y comportamientos
animales a una velocidad y con una precisión que sería imposible para
los humanos. En el estudio del equipo de Whale SETI, por ejemplo, la
tecnología fue esencial para poder decodificar y reproducir las llamadas
de las ballenas. Se usaron equipos avanzados para escuchar y analizar
las grabaciones de los sonidos de estos animales, lo que ayudó a los
científicos a detectar patrones y diferencias en su comunicación, así
como variaciones en el tono de sus llamadas y en la manera en que
producen los sonidos.
Kate
Armstrong, directora del programa Interspecies Internet, está
convencida de que en el futuro seremos capaces de descifrar y entender
con alta precisión el lenguaje de varias especies animales. “En cierto
sentido ya lo estamos haciendo”, explica en una videollamada, y señala
que uno de los grandes desafíos en la recopilación de datos para la
comunicación con otras especies es la presencia de ruido. “Por eso la
mayoría de los estudios que se divulgan en los medios de comunicación
son proyectos de especies que viven bajo el agua, donde es más sencillo
extraer datos”, añade. “Este avance tecnológico conlleva la necesidad de
reflexionar cuidadosamente sobre cómo usamos estas herramientas y
considerar la implementación de regulaciones para asegurar un uso ético y
responsable”.
Los límites del mundo
Hablar
con un animal usando su propio lenguaje tiene ciertas limitaciones. Por
ejemplo, la reciente interacción con una ballena jorobada no fue una
conversación en el sentido humano, es decir, no intercambiaron ideas o
significados complejos. Fue, más bien, un intercambio de sonidos que
mostró que las ballenas pueden responder de forma inteligente y
adaptativa a las señales auditivas. Los investigadores interpretaron
esto como una prueba de que las ballenas pueden participar en un tipo de
“diálogo” usando su propio sistema de comunicación sonora. “Aunque
podamos decodificar sus sonidos o gestos, las diferencias en la
cognición y el comportamiento entre humanos y otras especies pueden
limitar la profundidad y el tipo de comunicación posible”, señala
Armstrong.
Una persona con un perro mira a través de la valla la Plaza del Palacio de Amalienborg en Copenhague, el 13 de enero de 2024.
Mamen
Hornos, lingüista y autora del libro Un cerebro lleno de palabras
(Plataforma, 2024), cuestiona “si realmente es posible traducir el
pensamiento entre especies”. Hornos argumenta que, aunque compartamos
algunas experiencias de la realidad con otros animales, como podrían ser
las las relaciones causa-efecto o la orientación espacial, no sabemos
si ellos pueden entender ideas humanas profundas. “Y también puede haber
cosas importantes para los animales que nosotros no entendemos”.
La
autora menciona el célebre aforismo del filósofo Ludwig Wittgenstein:
“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Esta idea
sugiere que nuestra forma de ver y entender el mundo está muy conectada
con nuestro lenguaje. En la comunicación entre humanos y animales, eso
se traduce en que cada especie puede estar limitada por su propia
percepción lingüística y conceptual del mundo. La comunicación
inter-especies podría nunca ser completamente simétrica o total, ya que
cada especie percibe y entiende el mundo a través de su propio “lente”
lingüístico y cognitivo.
Los límites del lenguaje
Antes
de que alguien creyera que era posible descifrar el lenguaje de las
ballenas, hubo científicos que hicieron célebres experimentos intentando
enseñar a los animales el lenguaje humano. Por ejemplo, en 1966, solo
tres años después de que saliera la novela El Planeta de los Simios,
dos investigadores llamados Allen y Beatrix Gardner adoptaron a la
chimpancé Washoe para investigar la capacidad lingüística de los
primates. Le trataron como si fuera un niño humano y le enseñaron a
comunicarse usando la Lengua de Señas Americana, una forma de
comunicación que usan las personas sordas. Washoe aprendió más de 350
señas y podía usarlas para hacer frases simples y expresar ideas de
cierta complejidad.
En
otro caso, en 1977, una investigadora llamada Irene Pepperberg trabajó
con un loro llamado Alex. Le enseñó más de 100 palabras, y además, Alex
aprendió a reconocer formas, materiales y números. Incluso inventó una
palabra nueva para decir “manzana” porque le costaba mucho decir “apple”
(manzana en inglés) con su pico, que está hecho para romper nueces y
semillas. La Dra. Pepperberg recordó después que las últimas palabras
que Alex le dijo antes de morir en su jaula fueron: “Sé buena. Te
quiero. Nos vemos mañana”.
J. M. Mulet, investigador científico, y autor del libro Comemos lo que somos
(Ediciones Destino, 2023) afirma que, aunque en su momento hubo
estudios “muy optimistas” que declararon haber logrado una comunicación
compleja con animales, estos finalmente no convencieron a expertos en
lenguaje. Cita el caso del chimpancé Koko, que fue entrenado por la
psicóloga Francine Patterson. Se decía que Koko había aprendido más de
1.000 palabras en lenguaje de señas y podía tener conversaciones. Pero
Mulet duda de si Koko realmente entendía que estaba usando un lenguaje
nuevo.
Koko,
la gorila, junto a la entrenadora Francine Patterson, que le enseña el
lenguaje de signos, en una foto del 3 de marzo de 1978.
“No
es normal que si un chimpancé es consciente de tener un nuevo sistema
de comunicación, no intente enseñárselo a otros chimpancés, ni formule
ninguna pregunta”. De hecho, no existen pruebas de que algún animal no
humano haya formulado una pregunta en el sentido en que los humanos
entendemos y utilizamos las preguntas. Hacer preguntas no es solo usar
un lenguaje simbólico; también requiere autoconciencia y entender
conceptos más complejos que simplemente comunicar necesidades básicas.
“El chimpancé solo utilizaba ese lenguaje cuando el instructor humano se
dirigía a él. Para él, no era una comunicación, sino más bien un
juego”, añade el experto.
Para
Mamen Hornos, lo que impide que un animal de inteligencia superior,
como puede ser un primate, pueda llegar a utilizar el lenguaje humano
como nosotros lo hacemos, es que ellos no tienen una comprensión
jerárquica del lenguaje, sino lineal. Para entender esto, pensemos en la
frase “el gato come pescado”. En un procesamiento lineal, entenderíamos
esta frase simplemente leyendo palabra por palabra en orden: “El”,
“gato”, “come”, “pescado”. Cada palabra se entiende individualmente, una
tras otra. Ahora, en un procesamiento jerárquico, analizamos cómo se
agrupan y relacionan los términos. “El gato” es el sujeto y “come
pescado” es el predicado. En esta visión, no solo vemos palabras
individuales, sino también cómo se relacionan entre sí: el sujeto “El
gato” realiza la acción de “comer” sobre el objeto “pescado”. Así,
mientras el procesamiento lineal ve palabras una tras otra, el
procesamiento jerárquico ve relaciones y estructuras más complejas entre
grupos de palabras.
“Hay
una estructura jerárquica en el lenguaje humano que los animales no
poseen”, explica la experta. “Los animales entienden signos y símbolos,
pero no poseen la capacidad de entender la estructura sintáctica y las
implicaciones más complejas del lenguaje”.
Sin
embargo, algunos científicos argumentan que, dado que los humanos
evolucionaron de ancestros comunes con otras especies, debería existir
cierta continuidad o relación evolutiva entre nuestros sistemas de
comunicación y los de otras especies. Hornos defiende que la evolución
del lenguaje no tiene por qué ser un proceso lineal o progresivo. “La
evolución no es siempre gradual. Al igual que en la vida, donde hay
momentos significativos que nos cambian, en la evolución también ocurren
saltos importantes”, señala.
¿Cambiará nuestra relación con los animales?
Kate
Armstrong afirma que uno de los grandes propósitos del proyecto
Interspecies Internet es que una mayor comprensión del lenguaje de los
animales contribuya a aumentar nuestra empatía hacia ellos. “Entender el
lenguaje de las especies amenazadas puede proporcionar información
valiosa para su conservación. Por ejemplo, saber lo que los animales
comunican sobre sus amenazas o necesidades de apareamiento puede ayudar a
los conservacionistas a tomar decisiones más informadas para proteger
hábitats y especies”. Según la experta, a medida que comprendemos mejor
cómo se comunican los animales, podríamos llegar a reconocer y valorar
más su inteligencia y capacidades cognitivas, y a cambiar la forma en
que los vemos y tratamos legal y socialmente.
Según
Marta Amat Grau, doctora en Veterinaria y responsable del servicio de
etología en la Facultad de Veterinaria de la Universitat Autònoma de
Barcelona, el avance en la comprensión del lenguaje y la comunicación
animal está influenciando positivamente nuestra relación con las
mascotas. Grau explica que “muchos problemas de conducta se originan en
la falta de comprensión de cómo nos comunicamos con perros y gatos”.
“Actualmente,
tenemos un conocimiento amplio para interpretar, por ejemplo, los
maullidos de un gato o los ladridos de un perro, especialmente cuando
los analizamos en conjunto con su postura corporal, lo que nos puede
indicar si están experimentando ansiedad o buscando atención”, explica.
Además, menciona que en los últimos años han aparecido aplicaciones diseñadas para traducir,
de cierta forma, los sonidos o comportamientos de las mascotas a un
lenguaje más comprensible para los humanos. No obstante, advierte que la
mayoría de estas aplicaciones no tienen validación científica.
Postado há 2 days ago por Orlando Tambosi
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