BLOG ORLANDO TAMBOSI
José Carlos Rodríguez para Disidentia:
"Entre
muchas reformas, el decreto incluye: uno, derogación de la ley de
alquileres, para que el mercado inmobiliario vuelva a funcionar sin
problemas, y alquilar no sea una odisea. Dos, derogación de la ley de
abastecimiento, para que el Estado nunca más atente contra el derecho de
propiedad de los individuos. Tres…”.
Javier Milei había asumido ocho días antes la presidencia de Argentina. Desgranaba así, una por una, 30 de las más de 300 medidas que buscan darle la vuelta al sistema económico argentino.
Antes
de hacerlo, el presidente hizo una exposición de motivos a los que los
políticos no nos tienen acostumbrados. Primero, porque habla de los
políticos en tercera persona. Segundo, porque es muy difícil ver a un
representante político abrazar el liberalismo con ese convencimiento y
esa desenvoltura. Y tercero, porque incluso entre los liberales no es
habitual hacer un análisis político de tan hondo calado.
“Después
de décadas de fracasos, empobrecimiento, decadencia y anomia, hoy
comenzamos formalmente el camino de la reconstrucción”. No habla de
cambiar el rumbo del kirchnerismo, fase superior del peronismo, sino de
desmantelar legal, económica e ideológicamente a este último.
Limpiar
los establos de Augías fue siempre un trabajo hercúleo. Pero Milei se
ha dispuesto a hacer bueno el mito. Para ello, como el hijo de Júpiter,
va a tener que desviar la corriente de un Río. No necesariamente el Río
de la Plata, pero sí la corriente ideológica que asola el país, y que le
ha llevado hasta donde está. Vamos, que no basta con un decreto, aunque
arrastre a más de tres centenares de grilletes en la economía
argentina.
No
ha citado a Friedrich A. Hayek, pero ha dicho esto: “Un grupo de
burócratas, sentados en una oficina, pueden planificar las vidas de
millones de seres humanos. Considerando sus deseos, capacidades,
preferencias, y circunstancias. Es una doctrina que considera que los
políticos, en consecuencia, son omnipresentes, omniscientes y
omnipotentes. Es decir, que en esencia, es una doctrina que considera
que los políticos son Dios”.
Nosotros
sabemos que, ni por conocimiento, ni por poder, qué más quisieran, ni
por perfección moral, se acercan a Dios los políticos. “Pues bien,
nosotros hemos venido a decirles que los políticos no sólo no son Dios,
sino que son la causa de nuestros problemas”. Y los ha mencionado uno a
uno. El problema fiscal que deviene en inflacionismo, que deviene en un
mayor problema fiscal. La incesante lucha del peronismo contra la
riqueza de los argentinos, que contra todo pronóstico ha llevado a la
pobreza a la mayoría. En fin, un apocalipsis económico y social que
llamamos progresismo, y del que se escapan la clase política y los
empresarios asidos al poder, que acumulan fabulosas fortunas.
Todo
ello resulta de lo más conveniente. Porque en esas condiciones parece
adecuado renovar el discurso contra la desigualdad que les mantiene a
ellos nadando en la abundancia y al pueblo argentino dialogando con el
hambre.
Milei
compareció acompañado de todo su gobierno. Parecía un tenor rodeado de
un coro, entonando una canción fúnebre. El decreto comienza proclamando
que hay situación de “emergencia pública” en materia económica,
financiera, fiscal y social. En su segundo artículo, declara que “el
Estado Nacional promoverá y asegurará la vigencia efectiva, en todo el
territorio nacional, de un sistema económico basado en decisiones
libres, adoptadas en un ámbito de libre concurrencia, con respeto a la
propiedad privada y a los principios constitucionales de libre
circulación de bienes, servicios y trabajo”. Y el tercero, que el Estado
promoverá “una mayor inserción de la República Argentina en el comercio
internacional”. Todo un programa político, en tres artículos.
El
decreto restituye la libertad de precios; pone fin a todo tipo de
controles máximos y mínimos. Deroga una ley de alquileres que ha
separado las viviendas de las familias que las necesitan. Hace lo propio
con la Ley de Abastecimiento, quizás la última ley aprobada en vida de
Perón, y que impide el libre juego del mercado para la provisión de
bienes de primera necesidad. Desaparece la Ley de Góndolas (palabra que
se refiere a las estanterías de los supermercados), y que imponía
limitaciones a lo que pueden ofrecer los mercados a sus clientes. Había,
hasta ahora, una Ley Compre Argentino que no es necesario detallar.
Desregula el mercado laboral, con el objetivo de que las condiciones de
trabajo las fijen sindicatos y directivos, en el ámbito de la propia
empresa.
En
materia sanitaria, el decreto introduce la receta electrónica. Y prevé
que se pueda recetar el genérico, y no una marca. Es una medida que “es
anti casta sindical y anti casta empresaria”, dicen desde el gobierno, y
que se espera que rebaje los precios de los medicamentos en hasta un 90
por ciento. También liberaliza el sector del turismo.
Ha
convertido a todas las sociedades del Estado en sociedades anónimas.
Ahora, pasarán a estar controladas por los órganos reguladores y, por
supuesto, podrán quebrar. Por otro lado, ofrece un marco legal a la
privatización de Aerolíneas Argentinas, para que acabe en manos de sus
trabajadores. Me pregunto con qué argumento van a luchar los socialistas
contra esta privatización.
No
se ha destacado mucho, pero de un plumazo se ha cargado el curso legal.
Los argentinos podrán realizar contratos en monedas que no sean el peso
(léase dólares), y los jueces no podrán obligar a una de las partes a
satisfacer las cláusulas en la degradada moneda nacional. También abre
la puerta a que se extiendan las transacciones en bitcoin.
Estas
son sólo una parte de las medidas que ha adoptado, y que a su vez son
únicamente una porción de lo que espera poder sacar adelante. Prevé
adoptar nuevas desregulaciones en materia laboral, y una reforma fiscal
que aún no conocemos. Pero para ello tiene que contar con el Parlamento.
Los grupos que le apoyan tienen una pequeña mayoría en el Congreso,
pero están en minoría en el Senado.
Hasta
ahora, la eficacia de su acción política es total, pero porque ha
actuado por decreto. Lo puede hacer en una situación de emergencia; por
eso el primer artículo la proclama. Pero ahora tendrá que negociar con
los distintos grupos políticos para acercarse a su modelo de lo que
puede ser una Argentina más libre.
El
riesgo que corre el proyecto de Milei es que se produzca una
hiperinflación, lo que no es en absoluto descartable. No es lo más
probable, quizás, pero puede llegar a presentarse. Mas, si sujeta y
elimina el déficit, y aguanta la inflación, tiene opción de que la parte
de su programa que pueda implementar cambie lo suficiente la economía
del país como para darle la vuelta a la actual miseria. En dos años se
renuevan la mitad del Congreso y un tercio del Senado. Si se ha vuelto a
ganar la confianza de los argentinos, también en el Parlamento, puede
ser el comienzo de un vuelco al sistema político de los que marcan
época.
La
portada del diario argentino Página 12 retrata al presidente argentino
sentado frente a la mesa que recoge los papeles del decreto, y sus
gafas. Javier Milei mira al frente, serio, desafiante. A diferencia de
la realidad que, esperamos, reflejen sus páginas interiores, el
economista está solo. Tiene una aparatosa corona sobre su cabeza. Y por
cima de la escena, dos palabras: “Mi ley”.
Pero “su ley” lo que hace es abrir la mano que asfixia a los argentinos
en sus interacciones económicas. Elimina las disposiciones por las que
los políticos habían sustituido las decisiones de los ciudadanos por las
suyas propias. Luego la realidad es la contraria que lo que sugiere la
portada.
Postado há 3 days ago por Orlando Tambosi
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