Fundadora da célebre Editorial Sur e da revista de mesmo nome, Victoria Ocampo foi próxima de Jorge Luis Borges e Bioy Casares. María Celia Vázquez para Letras Libres:
En
la narración de su historia como editora, Victoria Ocampo (Buenos
Aires, 1890-Béccar, Argentina, 1979) dedicó un párrafo aparte a la
cuestión de las dificultades económicas. Cuenta que fue José Ortega y
Gasset quien le sugirió crear una editorial para evitar la caída en
bancarrota a la que la iban arrastrando los gastos generados por Sur, la
revista que ella fundó en 1931 y dirigió hasta su muerte. Así como se
empeñó en precisar que fue en 1933 cuando se lanzó con la editorial Sur
siguiendo los consejos del director de Revista de Occidente, también lo
hizo en advertir que no obtuvo los mismos resultados que el filósofo
español. En la aclaración deja oírse una queja: “El publicar en
Argentina libros de calidad tampoco nos salvó de las angustias
económicas.” Otras veces por la vía del humor ironizó sobre su ineptitud
en materia financiera y coqueteaba en broma con la superstición del
fracaso. Hubo un plan de recuperación que había elaborado en serio y
minuciosamente uno de los empleados de maestranza. El chiste es que ella
se lamenta por haberse rehusado a rifar dos veces por año una billetera
con plata adentro, un traje de gran casa parisiense y un perro de
pedigrí.Su insistencia en publicar libros que están a nivel literario
highbrow, según James Laughlin, para escasos lectores que de vez en
cuando leen libros así, hace que resulte aún más descabellada la
política editorial de Sur que el descabelladísimo plan de recuperación y
las rifas. Al tiempo que separaba la paja del trigo, definía su
emprendimiento como cultural y contabilizaba, junto a las económicas,
las desventuras propias de un oficio sacrificado. Ella conocía bien el
pronóstico sombrío que había trazado para las revistas y publicaciones
literarias de baja intensidad comercial su par norteamericano, el
también editor de New Directions. Se forjó como una editora capaz de
capear tempestades “contra viento y marea”, por citar la fórmula que
ella misma imaginó.
A
estas desventuras se sumó la imposibilidad de la literatura, aquello
que le había anticipado Jorge Luis Borges a Adolfo Bioy Casares cuando
le advirtió que, si quería escribir, no dirigiese una revista ni una
editorial. Victoria temía que ocuparse tanto en dar a conocer a otros
escritores pudiese confundirse con “una incapacidad innata para
escribir”. Si, de acuerdo con este razonamiento, ser editora implicaba
no ser escritora (otra vez despuntó la coqueta, ella es autora de una
obra de más de veinte títulos), en su caso podríamos decir que hubo
recompensa, dado que se desplegó como editora por partida doble. En cada
aniversario “número redondo” de la revista volvía a hacer una
retrospección panorámica donde incluía también la historia de la
editorial. La mancomunión no solo se materializó en el nombre
compartido, sino que podríamos decir que la editorial profundizó la
labor de anticipación de obras, figuras y tendencias que llevó adelante
la revista. En ambos casos, la editora aspiró a poner en circulación
obras de calidad, preferentemente contemporáneas, de América y Europa.
Si
bien Victoria Ocampo priorizó la edición de material que ella misma
valoraba, los criterios de selección no respondían únicamente a
predilecciones personales. Valor literario y contemporaneidad son dos de
los fundamentos que definieron la política editorial en su conjunto.
“Raras veces hemos recurrido a otros siglos en Sur”, se defendía
Victoria ante un malicioso comentario de Borges. La calidad se extendió
también a las traducciones, como no podía ocurrir de otra manera, si
pensamos que quien estaba a la cabeza de ambas empresas simultáneamente
se desempeñaba como editora, escritora y traductora. Por eso mismo, el
catálogo se luce combinando libros de autores argentinos con excelentes
traducciones de autores extranjeros (preferentemente ingleses y
franceses). Pero el conjunto de los títulos también sugiere el perfil de
una lectora con fino olfato para “pescar” lo que vendrá.
Como
afortunadamente no solo estaba hecha de desventuras su carrera como
editora, Victoria con el tiempo empezó a manifestarse alegre y orgullosa
por haber “dado en el clavo” al descubrir, para el público
sudamericano, el primer Huxley en castellano (Contrapunto), el primer
Lawrence (Canguro), el primer Malraux (La condición humana), el primer
Joyce (Exiliados), los primeros Virginia Woolf. También, los primeros
Borges. La revista brindó hospitalidad a los cuentos del escritor cuando
todavía la legitimación francesa no lo había convertido en “Borges”.
Sin embargo, el hallazgo de estos escritores no redundó en beneficios
materiales. Fue después, cuando en manos de editoriales comercialmente
poderosas, sus obras se convirtieron en best sellers.
Las
recompensas obtenidas fueron sobre todo simbólicas. La concreción del
proyecto en buena medida dependió de haber aceptado como una evidencia
que Sur no había nacido bajo el signo de los negocios suculentos o, para
decirlo de manera afirmativa, de que la directora haya priorizado ser
fiel a sus intuiciones y no traicionar criterios estéticos ni
convicciones literarias. Si bien las premuras económicas estuvieron en
el origen de la creación de la editorial, business are not business fue
desde siempre la consigna de acción. Lejos de resignarse a que prestara
una labor de salvataje, Ocampo la proyectó en consonancia con el
programa de la revista. Aunque ella personalmente se haya ocupado de
atender aspectos comerciales y de resolver las tareas administrativas
inherentes a la edición, renegó de su condición de management. Por
aquello del nivel highbrow y en nombre de la ilusión de crear una
comunidad de lectores, fue en el rol de tastemaker como mejor encaró su
trabajo.
Mientras
que la creación de la élite futura definió una aspiración compartida
por el grupo, el feminismo fue el credo que profesó Victoria Ocampo más
bien en soledad. Aunque no se haya perfilado de modo tan programático
como los cruces entre lo americano y lo extranjero y el sesgo entre
exclusivo y cosmopolita que identifican el proyecto editorial entendido
en un sentido amplio, el ideario feminista se destacó como una línea
presente, con distintas intensidades, tanto en la revista como en la
editorial desde sus comienzos hasta el final. A los ochenta años, en
1970, Victoria celebró la aparición del número especial que Sur dedicara
a “La mujer”; según ella misma se ocupó de aclarar; aunque era un sueño
que venía de lejos recién al final logró concretarlo. Las reticencias
de los compañeros, la mayoría varones, no pudieron con la tenacidad de
quien manifestó un interés genuino por la emancipación femenina a lo
largo de la vida. Así como es política la decisión de incluir
publicaciones en clave feminista, los ensayos seleccionados en el marco
de esta política pueden leerse en sintonía con el conjunto de acciones
que integran las prácticas militantes de Victoria feminista.
A
principios de la década de los treinta, se lanzó a la escena pública
interviniendo simultáneamente en varios frentes: la acción directa como
presidenta de la Unión Argentina de Mujeres, la escritura y el diseño de
un catálogo con perspectiva de género. En 1936 la editorial publicó,
con traducción de Borges, la primera edición de Un cuarto propio, de
Virginia Woolf. El pie de imprenta del libro declara, con orgullo
diríamos, que se trata de la “primera y única traducción española
autorizada por la autora”. Sin embargo, el ensayo ya había sido
publicado por entregas en cuatro números sucesivos de la revista, entre
diciembre de 1935 y marzo del año siguiente. La duplicación aporta un
interesante ejemplo de cómo funciona este proyecto editorial bifurcado
en dos canales. La edición en formato libro expresa el deseo de difundir
el ensayo más allá del ámbito de la revista, entre un público más
amplio. En el mismo año la editorial incluyó, entre otros títulos, “La
mujer y su expresión” y “La mujer, sus derechos y sus
responsabilidades”, dos escritos que Victoria Ocampo sumó al conjunto de
acciones encaradas por aquel colectivo de mujeres presidido por ella,
que se levantó en contra del proyecto de reforma constitucional alentada
por el gobierno de facto del general Agustín Pedro Justo, porque
amenazaba con eliminar derechos adquiridos. La decisión de publicar
ensayos propios casi en simultáneo con el ensayo insignia de quien por
lo demás era apreciada por Ocampo como su escritora feminista faro,
advierte que, a la voluntad de difusión, se suma una estrategia de
posicionamiento. Asimismo, en 1938, la publicación de Cumbres
borrascosas coincidió con la de la lectura crítica de Victoria sobre
Emily Brontë.
En
este sentido, la política de copresencia orquestada por la editora se
revela como una maniobra que, además de servirle como un recurso para
crear un horizonte de lectura para los ensayos propios, expresa la
voluntad de atribuirse un linaje. Me gusta pensar cómo, a través de la
ejecución de esta política editorial, Victoria Ocampo montó un operativo
de lanzamiento de su imagen pública como escritora feminista. Más allá
del merchandising, la mecánica del operativo desmiente el silogismo ser
editora/no ser escritora. Por el contrario, el lanzamiento se basó en la
superposición de ambos roles y en el tejido de una red que entrecruzaba
filiaciones, autorías y textualidades.
También
en los comienzos, se fue entretejiendo una cadena de solidaridad
alrededor de la novel editora que configuró otra red. Victoria Ocampo
contó con el respaldo de un grupo de mujeres que le prestó valiosa
colaboración. Esta trama femenina consistió menos en una constelación
discursiva que en sentimientos de hermandad. La argentina nunca se
olvidó del apoyo y aliento que recibió, en ocasión de dar sus primeros
pasos, de parte de Sylvia Beach, Adrienne Monnier y la propia Virginia
Woolf. Apreciaba de modo superlativo el hecho de que hayan sido mujeres
quienes la alentaron porque, a su juicio, la mirada de ellas no está
teñida de otros intereses, a diferencia de la de los hombres que juzgan a
una mujer según las reacciones que experimentan. “Sobre todo si no es
contrahecha y no tiene una cara desagradable”, como graciosamente
aclaraba en la misma carta donde le confesó a Woolf que si había alguien
en el mundo que podía darle valor y esperanza era ella. Así también
reconoció una deuda con la mínima pero insoslayable Shakespeare and
Company que le ofreció una fuente de inspiración y le agradeció a su
dueña, la editora y librera norteamericana Sylvia Beach, por haberle
recomendado leer Un cuarto propio y aconsejado que, cuando fuese a
Londres, conociera a su autora. María de Maeztu, la pedagoga española,
por su parte, tuvo a su cargo la resolución de múltiples y engorrosas
tareas administrativas concernientes a los derechos de propiedad
intelectual, traducción y contratos, cuando la editorial Espasa-Calpe
era intermediaria entre los escritores y Sur. En su relato, Victoria
hace que estos gestos y acciones fraternas compensen la incomprensión y
los prejuicios de los que ella fue objeto por parte de algunos conocidos
suyos. Mientras que Woolf la estimulaba para que escribiese y se
maravillaba con la calidad alcanzada por los libros editados, Paul
Groussac se escandalizaba por la audacia que representaba que una mujer
se hubiese lanzado a escribir sobre Dante, y Borges menospreciaba el
proyecto editorial con picardías, por no decir mentiras.
Leídas
en este contexto, las reiteradas expresiones de gratitud de Victoria
Ocampo hacia las escritoras editoras pone de manifiesto la real
importancia que tuvo para ella contar con el apoyo de estas mujeres. Más
allá del aliento sororo, a cuyo calor fueron armando comunidad casi sin
darse cuenta, la directora de Sur encontró en estas colegas un espejo
donde mirarse en un momento en que era casi imposible agenciarse un
lugar como mujer en un campo intelectual argentino “muy masculino”,
según lo describe Manuela Barral, quien además nos invita a pensar cómo,
a diferencia de lo que ocurría noventa años antes, “la palabra
feminismo forma parte de nuestro léxico cotidiano y connota algo más que
un movimiento, una ideología y una pertenencia”. En aquellos tiempos en
que Victoria comenzó con su carrera, aventurarse a ser feminista, lejos
de estar a la moda, era un sortilegio, resultaba toda una extrañeza. ~
María Celia Vázquez es
doctora en humanidades y artes por la Universidad Nacional de Rosario y
especialista en literatura argentina del siglo XX. Es investigadora y
docente en teoría literaria en la Universidad Nacional del Sur. En 2019
publicó el libro Victoria Ocampo, cronista outsider (Beatriz Viterbo
Editora)
Postado há 3 weeks ago por Orlando Tambosi
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