A visão de Putin sobre a Ucrânia não se ajusta à realidade. Mas, que entenda mal o mundo não significa que não possa mudá-lo, adverte o historiador Timothy Snyder em artigo publicado por Letras Libres:
Me
siguen preguntando si Rusia volverá a invadir Ucrania. No lo sé. La
última vez que Rusia atacó Ucrania, en 2014, hice una predicción
correcta en contra de la opinión generalizada. Esta vez todos somos
conscientes de que Rusia podría invadir Ucrania: después de todo, ya
ocurrió una vez, no hace mucho tiempo, y Rusia tiene más de cien mil
soldados en la frontera, además de los estacionados en las partes de
Ucrania que ya ocupa. Pero no estoy seguro de lo que ocurrirá a
continuación. No estoy seguro de que el Kremlin sepa lo que va a pasar
después. De hecho, no estoy seguro de que exista un acuerdo entre las
élites rusas sobre lo que debería ocurrir a continuación.
Una
invasión de Ucrania sería un horror para los ucranianos, que no han
hecho nada para provocarla. Ucrania tiene unos catorce mil muertos a
causa de la guerra y unos dos millones de refugiados internos por culpa
de la última invasión rusa, y el sufrimiento esta vez sería mucho peor.
Las fuerzas que Rusia ha desplegado son capaces de un nivel de
destrucción aterrador. Pero invadir Ucrania también sería un movimiento
increíblemente estúpido por parte de Rusia, y más de un ruso es
consciente de ello. Probablemente se parecería mucho a la invasión
soviética de Afganistán en 1979: aparentemente exitosa al principio, y
luego destructora del sistema al cabo de unos años.
¿Pero
de qué se trata? ¿Por qué ahora, y por qué Ucrania? En 2014, la
invasión rusa de Ucrania fue parte de una ofensiva más amplia contra la
democracia en Europa y Estados Unidos. Rusia fue capaz de impulsar sus
propios memes políticos a través de los medios de comunicación
occidentales, e incluso crear dudas sobre sus operaciones ofensivas
mientras estaban en marcha. La victoria propagandística de Rusia en
Ucrania en 2014 la impulsó a la ciberguerra contra miembros de la Unión
Europea y Estados Unidos. Esta vez, la propaganda rusa ha sido mucho
menos eficaz. Parece torpe y aburrida.
La
amenaza de Putin de invadir Ucrania está claramente vinculada a Europa y
Estados Unidos, pero esta vez quizás de forma diferente. En lugar de
invadir sin avisar, Rusia se ha preparado ostentosamente para una
invasión, y luego ha advertido a Occidente de que cualquier cosa que
ocurra será culpa suya. Rusia ha dado un codazo a los europeos,
insistiendo en hablar directamente con los estadounidenses. Esto ha
llevado a Ucrania (una vez más) a la política interna estadounidense, en
una configuración incómoda para el presidente Biden. Tal vez esa sea la
cuestión. Moscú prefiere una administración Trump a una administración
Biden. Trump ha dicho que retiraría a Estados Unidos de la OTAN en un
segundo mandato. Cualquier cosa que debilite a Biden podría considerarse
entonces en el interés ruso, o más bien en el interés del régimen de
Putin.
¿Pero
es todo estratégico? El pasado mes de julio, el presidente Putin
publicó una extraña misiva sobre Ucrania y Rusia y su relación
histórica. Presentaba el tipo de argumento que hace estremecer a los
historiadores. La idea básica es que hace mil años había un país llamado
Rus, la ciudad más importante de Rus era Kyiv, y ahora mil años después
Kyiv es la capital de Ucrania, y por lo tanto Ucrania no puede ser un
país real, y todos los involucrados y sus descendientes deben ser rusos o
una nación hermana de los rusos. Un historiador que se enfrenta a este
tipo de lío se encuentra en la misma desgraciada situación que un
zoólogo en un matadero. Tienes experiencia, y sientes que tienes que
decir algo, y así: ah, sí, eso es claramente un fémur, y ese cartílago
era probablemente de un hocico, y hay un poco de hígado; pero este no es
tu trabajo, y deseas profundamente estar en otro lugar. Así que podría
decir: “Rus” fue fundada por los vikingos, Moscú no existía entonces,
Kiev no fue gobernada desde Moscú hasta muy tarde en su historia, la
historia de los pueblos hermanos es reciente, como lo es la identidad
nacional en el sentido moderno. Pero en realidad no se puede entablar
una discusión histórica con personas que se empeñan en creer un mito, y
mucho menos con presidentes que creen que el pasado solo está ahí para
confirmar sus prejuicios presentes.
UNA CRISIS DE IDENTIDAD
Lo
más sorprendente del ensayo de Putin es la incertidumbre subyacente
sobre la identidad rusa. Cuando uno afirma que sus vecinos son sus
hermanos tiene una crisis de identidad. Hay un bonito dicho alemán al
respecto: “Und willst Du nicht mein Bruder sein, so schlag’ ich Dir den
Schädel ein”: si no quieres ser mi hermano, te parto la cara. Esa es la
postura de Putin. En su ensayo, lo que le falta a Rusia es un futuro, y
la nación trata mucho más del futuro que del pasado.
La
nacionalidad tiene que ver con la forma en que la gente del presente
piensa en lo que está por venir. Si los ucranianos se consideran a sí
mismos una comunidad nacional con un futuro en un Estado, entonces la
cuestión está resuelta. Históricamente, la idea de que un dictador en
otro país decida qué es una nación y qué no se conoce como imperialismo.
El
hecho de que Putin entienda mal el mundo no significa, sin embargo, que
no pueda cambiarlo. Parece posible que realmente crea lo que ha
escrito. Hay personas en el Kremlin y en las fuerzas armadas rusas que
saben perfectamente que la visión de Putin sobre Ucrania no se ajusta a
la realidad. Si así fuera, los ucranianos habrían dado la bienvenida a
la última invasión de Rusia. La opinión oficial es que lo hicieron, pero
hay muchos rusos que saben que no fue así. Y hay aún más rusos a los
que no les importa ni lo uno ni lo otro, pero no comparten la visión
extrema del asunto expresada por su presidente.
El
hecho de que todos los representantes rusos tengan que actuar como si
el ensayo de Putin fuera cierto crea un problema para los negociadores
estadounidenses y europeos. Putin atribuye a Occidente la
responsabilidad de algo que hizo Rusia, que es empujar a la opinión
pública ucraniana hacia la OTAN. En el ensayo de Putin se afirma que los
ucranianos pertenecen a una comunidad mayor con Rusia, pero que han
sido engañados por la perfidia occidental. Ahora bien, siempre hay mucha
perfidia, y las personas razonables pueden discrepar sobre si Ucrania
debería ser invitada a entrar en la OTAN. Pero el simple hecho es que la
actual orientación occidental de Ucrania es el resultado de la última
invasión rusa. Así que los estadounidenses se encuentran en una
situación imposible. Es culpa de Estados Unidos, supuestamente, que los
ucranianos se hayan apartado de su destino natural ruso. Si los
estadounidenses señalan que Rusia invadió Ucrania en 2014, y que esto
está detrás de la impopularidad de Rusia en Ucrania y de los deseos
ucranianos de garantías de seguridad, se encuentran con una negación
obstinada y una hostilidad bruta. La ideología oficial de Putin se
enfurece ante los hechos básicos.
Cuando
Rusia invadió Ucrania la última vez, demostró una asombrosa capacidad
para ganar en los titulares. Las fuerzas rusas fueron menos capaces de
mover las líneas del frente. La península de Crimea, donde Rusia ya
tenía bases navales, fue rápidamente ocupada por fuerzas rusas regulares
sin insignias. En otros lugares, dependiendo de irregulares locales y
rusos y de unidades del ejército ruso enviadas desde muy lejos, Moscú
consiguió controlar mucho menos territorio del que esperaba. La guerra
fue cruel, con amplios bombardeos desde el lado ruso de la frontera, y
el uso de antiaéreos rusos para derribar aviones de transporte
ucranianos (por no hablar de un avión de pasajeros civil, el MH17). Pero
la estrategia básica rusa de simular rebeliones contra el gobierno
ucraniano fracasó en la mayoría de los lugares donde se intentó. Rusia
ocupa ahora partes de dos distritos del sureste de Ucrania, Luhans’k y
Donets’k, bajo la cobertura de falsas “repúblicas”.
Esta
vez las fuerzas comprometidas serían más numerosas y estarían mejor
entrenadas. El ejército ruso está en mejor forma ahora que en 2014. Por
otro lado, también lo está el ejército ucraniano. En 2014 Ucrania estaba
en plena revolución y era singularmente incapaz de defenderse. Ahora no
está en condiciones de igualar a Rusia, pero sería capaz de infligir un
daño mucho mayor que hace ocho años. En estos momentos no hay una
euforia patriótica en Rusia por invadir de nuevo Ucrania. Aunque a los
líderes rusos les gusta alardear de su dureza, son casi tan sensibles a
las bajas como podrían serlo los líderes estadounidenses. En 2014, los
valientes reporteros rusos que escribieron sobre rusos muertos en acción
fueron todos silenciados. La sociedad civil rusa está bajo un control
más estricto ahora que en 2014, y sería un reportero ruso valiente y
hábil el que consiguiera informar sobre esta guerra. Pero es probable
que siga siendo difícil suprimir las noticias sobre las bajas rusas.
PROPAGANDA Y DISTRACCIÓN
La
propaganda rusa que funcionó la última vez se dirigió contra Ucrania,
que fue retratada como reaccionaria u homosexual, nacionalista o
cosmopolita, dependiendo del público objetivo. Esta vez, es más bien
como si se pretendiera que no pensáramos en Ucrania en absoluto, y
permaneciéramos fijos en la geopolítica. La línea rusa de que la culpa
es de Estados Unidos sugiere que Ucrania no es realmente soberana y que
las experiencias de guerra de su pueblo no importan realmente. También
nos distrae de lo que ha sido realmente la política ucraniana.
Una
de las primeras acciones de la Ucrania independiente fue el desarme
nuclear. Ucrania fue en su día la tercera potencia nuclear del mundo, al
menos según el número de armas en su territorio. Renunció a sus armas
nucleares en 1994 a cambio de garantías de seguridad por parte del Reino
Unido, Estados Unidos y Rusia. Las pasadas y amenazantes invasiones de
Rusia a Ucrania perjudican la causa mundial de la no proliferación
nuclear, porque parecen indicar que los países que renuncian a las armas
nucleares son atacados por sus vecinos. Bajo la actual administración
presidencial, Ucrania se ha mostrado conciliadora con Rusia. El
presidente de Ucrania, Volodymyr Zelens’kyi, fue elegido en 2019 por una
sociedad cansada y con la promesa de poner fin a la guerra. Sus gestos
de reconciliación con Putin se han encontrado ahora con la amenaza rusa
de una escalada bélica. Esta es quizás una de las razones por las que la
propaganda rusa se centra en Occidente y en Estados Unidos. Si nos
detenemos a pensar en Ucrania como país, nos preguntamos inmediatamente:
¿por qué hay que invadir a ese pueblo? ¿Otra vez?
A
diferencia de Rusia, Ucrania es una democracia. A diferencia de Putin,
Zelens’kyi llegó al cargo en unas elecciones creíbles en las que los
candidatos opuestos (uno de ellos era el presidente en ejercicio)
tuvieron acceso a los medios de comunicación y pudieron competir. (Esta
es una diferencia fundamental entre Ucrania y Rusia: en Ucrania, los
presidentes han perdido las elecciones y han dejado el cargo. Eso aún no
ha ocurrido en Rusia). Uno de los elementos centrales de los ataques
tradicionales de Rusia contra Ucrania ha sido que los “rusoparlantes” de
Ucrania son objeto de opresión. Esto es conceptualmente engañoso, en el
sentido de que la mayoría de los ucranianos son bilingües en ucraniano y
ruso en un grado u otro, y en que el idioma no determina la identidad
(si lo hiciera, sería inglés). Pero en la medida en que es razonable
hablar de “rusoparlantes” en Ucrania, el propio presidente ucraniano es
sin duda uno de ellos. Zelens’kyi es del este de Ucrania, y su lengua
dominante es el ruso. Por tanto, un “rusoparlante” en Ucrania puede ser
elegido presidente. De hecho, los “rusoparlantes” de Ucrania son mucho
más libres en este sentido que los “rusoparlantes” de Rusia. En Rusia,
no hay democracia para nadie.
Otra
línea de propaganda rusa ha sido que Ucrania es inhabitable para los
judíos. Zelens’kyi es judío. Por cierto, el primer ministro cuando
Zelens’kyi asumió el cargo también era judío. Durante varios meses de
2019, Ucrania fue el único país (además de Israel) que tenía un jefe de
Estado y un jefe de Gobierno judíos. En el ensayo de Putin, y más
directamente en un artículo más reciente de su otrora socio político
Dmitri Medvedev, este estado de cosas se presenta como prueba de la
falta de soberanía de Ucrania y de su dependencia de Occidente. El
lenguaje de Medvedev se adentra en el territorio antisemita.
¿Qué
hacer entonces? Las negociaciones parecen tan necesarias como
difíciles. Evidentemente, hay que incluir a los ucranianos. La práctica
de excluir al país en cuestión de las discusiones sobre su futuro tiene
un triste pedigrí. Estados Unidos no es en realidad responsable de todo,
así que no puede ofrecer lo que los rusos parecen querer, que es una
realidad alternativa en la que Rusia no hubiera alienado a su vecino
invadiéndolo; o quizá una realidad alternativa en la que la Unión
Soviética nunca se hubiera desmoronado, o una en la que el antiguo
imperio soviético se mantuviera unido por la admiración hacia Rusia. Son
sueños que nadie puede hacer realidad. En una clara señal de la torpeza
de la posición rusa, Moscú presentó dos proyectos de tratado y pidió
que se firmaran tal como están; en ellos, se pide a los estadounidenses
que acepten disposiciones que el Kremlin debe saber que son inaceptables
y que entregue la soberanía de otros países, especialmente Ucrania.
Lo
que parece que merece la pena intentar son negociaciones sobre una base
más amplia, no limitadas a las reivindicaciones o ambiciones
específicas de Rusia, sino aceptando la premisa básica de que algo va
mal en el sistema de seguridad europeo. Por supuesto, lo que se pueda
hacer será diferente en las distintas capitales, desde Kiev por ejemplo,
pero en eso consiste la negociación. Una cosa que tienen en común
Estados Unidos y Rusia es que sus diplomáticos han sido degradados en
los últimos años. Tal vez haya que darles algo serio en lo que trabajar,
algo que pueda hacer historia de verdad.
Timothy Snyder (1969) es historiador estadounidense, profesor en la Universidad de Yale, especializado en la historia de Europa Central y del Este y en el Holocausto.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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