Em artigo publicado pelo Instituto Independiente,
o professor Alberto Benegas Lynch (h) recorda o grande liberal
argentino Juan Bautista Alberdi. Tivesse seguido as ideias de Alberdi - e
não o coletivismo peronista -, a Argentina estaria hoje em melhor
situação:
En no pocos lugares de Latinoamérica sigue todo como empezó: con la
rapiña de los gobernantes. Primero fueron los conquistadores con su
infame “guerra santa” que continuó a pesar de valientes reclamos como
los de Fray Bartolomé de las Casas, luego las trifulcas entre ellos
mismos; recuérdese, por ejemplo, que Pizarro lo asesinó a garrotazos a
su colega Diego de Almagro por las riquezas de Cuzco (que luego su hijo
vengó al matar a cuchilladas a Pizarro). Todo lo cual nada tiene que ver
con los actuales “movimientos indigenistas” que apuntan a implantar
socialismos por doquier en detrimento de los propios indígenas en
particular y de toda la población en general para provecho de los nuevos
conquistadores-rapaces del momento.
Juan Bautista Alberdi -el padre de la Constitución liberal argentina-
fue un preclaro y notable visionario de esa época y de todas las épocas
ya que sus reflexiones son de indudable actualidad y permanencia. Entre
todos sus escritos (ocho tomos de sus obras completas, dieciséis tomos
de sus escritos póstumos, a lo que se agrega su reciente colección
impresa de artículos en Uruguay y en Chile mientras estuvo exiliado de
la tiranía de Rosas) cito cinco de sus pensamientos, cuatro de Sistema
Económico y Rentístico de la Confederación Argentina según su
Constitución de 1853 y uno de su estudio crítico al proyecto de Código
Civil argentino.
Transcribo entonces las cinco citas que definen y resumen el pensamiento alberdiano:
-“El ladrón privado es el más débil de los enemigos que la propiedad
reconozca. Ella puede ser atacada por el Estado, en nombre de la
utilidad pública.”
-“Después de ser máquinas del fisco español, hemos pasado a serlo del
fisco nacional: he aquí todo la diferencia. Después de ser colonos de
España, lo hemos sido de nuestros gobiernos patrios.”
-“¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse?
Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra.”
-“Mientras el gobierno tenga el poder de fabricar moneda con simples
tiras de papel que nada prometen, ni obligan a reembolso alguno, el
´poder omnímodo´ vivirá inalterable como un gusano roedor en el corazón
de la Constitución.”
-“Si los derechos civiles del hombre pudiesen mantenerse por sí
mismos al abrigo de todo ataque, es decir, si nadie atentara contra
nuestra vida, persona, propiedad, libre acción, el gobierno del Estado
sería inútil, su institución no tendría razón de existir.”
Alberdi nació en 1810 en la provincia argentina de Tucumán hijo del
español Salvador de Alberdi y la nativa Josefa Aráoz quien murió a poco
de dar luz a Juan Bautista. De allí que éste consignó que “puedo así
decir, como Rousseau, que mi nacimiento fue mi primera desgracia.” Su
padre murió cuando tenía diez años. A los catorce fue enviado al Colegio
de Ciencias Morales en Buenos Aires donde no resistió las llamadas
medidas disciplinarias como los azotes y los encierros en sótanos
húmedos y con ratas. Además ponía de manifiesto un completo desinterés
por aplicarse a las asignaturas establecidas en la institución de
marras, lo cual consta en un informe del rector del colegio, Manuel
Irigoyen, quien escribió que “Alberdi tiene una aversión sin límites al
estudio”. A raíz de ello, su hermano Felipe lo retiró de las aulas y lo
ubicó para que trabajara en un tienda frente al colegio. Al poco tiempo,
en 1827, su primo Jesús María Aráoz, debido a que cuando lo visitaba en
la tienda siempre lo encontraba leyendo, le sugirió que se
reincorporara al colegio, lo cual hizo a poco andar.
En 1830 ingresó a la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad y
rindió todas las materias pero no obtuvo el título de abogado porque se
negó a pronunciar un juramento de adhesión a Rosas a pesar de que tenía
muy adelantado su trabajo final titulado Fragmento preliminar al estudio
del derecho en el que realizó una fundamentada defensa del
iusnaturalismo (entre otras cosas resume que “Saber, pues, leyes, no es
saber derecho”).
Entre muchas otras, en la biblioteca de Alberdi se encontraban las
obras de Adam Smith, Bastiat, Benjamin Constant, J. B. Say, Herbert
Spencer, Bentham, John Suart Mill , Montesquieu, Foustel de Coulanges,
los documentos franceses antes de la contrarrevolución, la Constitución
liberal española de 1812 (Cádiz), los escritos de Jefferson, los debates
antifederalistas y Los papeles federalistas de Madison, Hamilton y Jay,
trabajos todos que, a juzgar por sus escritos, consultaba asiduamente.
También en Buenos Aires contribuye a formar el Salón Literario (en
gran medida un eufemismo para conspirar contra la tiranía rosista). En
1838 debe exiliarse a Montevideo donde funda La Joven Argentina junto a
otros perseguidos de su país. Allí obtiene el título de abogado (que más
adelante revalidará en Chile) y lo hace en un examen donde somete su
trabajo titulado Memoria sobre la conveniencia y objeto de un Congreso
General Americano. En Montevideo y en Colonia del Sacramento se
encontraban Esteban Echevarría, Florencio Varela, Miguel Cané, José
Mármol, Juan Lavalle, María Sánchez de Mendeville, Gervasio Posadas,
Félix Frías y Valenín Alsina (en otros momentos tambíén adquirieron
viviendas y se trasladaron a Colonia, Bernardino Rivadavia y Bartolomé
Mitre).
Finalmente en este peregrinar por tierras extranjeras debido al
acecho y persecución de las huestes de Juan Manuel de Rosas, se instala
en Chile, en Valparaíso, donde, al principio, escribe que “el
provincialismo me ahoga” pero luego la situación cambia debido al
ejercicio de su profesión, sus artículos en periódicos locales y las
reuniones con compatriotas como Vicente Fidel López, José Maria
Gutiérrez y Carlos Tejedor con los que funda el Club de la Constitución y
establece contacto con otras personalidades exiliadas en Santiago como
Domingo Faustino Sarmiento (con el que luego mantendría una célebre
polémica), Carlos Lynch y otros. En ese lugar marítimo escribe las Bases
y puntos de partida para la Organización Nacional que fue uno de los
documentos medulares a que recurrieron los constituyentes luego de la
caída del tirano, Constitución cuyos preceptos adoptados permitieron que
Argentina fuera una de las naciones más prósperas del planeta, hasta la
revolución fascistoide de 1930 que se acentuó grandemente con el
advenimiento del estatismo corruptor del peronismo.
Alberdi murió en 1884 en los suburbios de París (Neuilly), abandonado
e incomprendido por quienes le debían infinitos agradecimientos, en un
hotel insignificante, en una piecita donde apenas cabía la cama, donde
encontraron sus restos envueltos en sábanas sucias y sus efectos
personales habían sido robados por el personal del hospedaje.
Inmediatamente después en la Cámara de Diputados, en Buenos Aires, le
rindieron homenaje por iniciativa de Miguel Navarro Viola quien, en el
recinto, expresó en esa oportunidad “El que preparó nuestra Constitución
y redactó su proyecto, inspirándose en la historia, en las tradiciones y
necesidades del pueblo argentino. La más alta personalidad científica
ente los publicistas de la República; el liberal-conservador por
excelencia, no existe ya. Este ilustre prócer no sólo ha merecido el
aplauso de la América y de Europa, sino el premio reservado a pocos y el
vilipendio de los pequeños. En nombre de la gratitud argentina hago
moción para que el señor Presidente se sirva invitar a la Honorable
Cámara a ponerse de pie en señal de duelo por la muerte del doctor
Alberdi” (Buenos Aires, Diario de Sesiones de la Cámara, 20 de junio de
1884).
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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