Aqueles que cultivam ideias estatistas estão de parabéns içando as
bandeiras do papai Estado, manifestando que é o Estado que sempre nos
ampara, ironiza Orlando Litta em artigo publicado pelo Instituto Independiente:
“Hay personas que sueñan con la libertad, pero están enamoradas de sus cadenas”
La humanidad, una vez más, atraviesa uno de los obstáculos que
siempre “acompañó” su existencia, la peste. En esta etapa de su largo
devenir histórico, la pandemia del coronavirus.
Pestes hubo, existen y existirán. Todas fueron superadas. El avance
de la ciencia ha hecho que el homo sapiens las vaya venciendo, ninguna
puso la vida humana en situación de exterminio. No tengamos dudas que
los virus y las epidemias seguirán surgiendo y convivirán entre
nosotros, pero no vacilemos en tener fe que las seguiremos superando de
la mano de la ciencia.
Este flagelo nos pone ante un escenario mundial que cambiará a futuro
nuestras vidas una vez derrotado el virus. En ese análisis de cambio
entiendo preocupante los efectos que tendrá el coronavirus en el valor
de la libertad, que por naturaleza es inherente al ser humano y es el
que ha hecho factible el progreso de la civilización cuando se lo deja
florecer.
Estamos en una época en la que las libertades individuales se hallan
restringidas por razones de salud pública que imponen que la vida humana
se asegure. Las fronteras se cierran, la libre circulación ambulatoria y
de trabajar se limitan. Es decir, vivimos un momento en el que las
garantías individuales con rango constitucional se ven suspendidas a
raíz de la orden de cuarentena, las cuales se verán más vedadas aún si
se llega a declarar el Estado de Sitio.
La protección con la que hoy nos blinda el Estado tiene su
justificación en razón de que la convivencia ciudadana se ha tornado
alterada por la pandemia. No obstante, la desmesura que puede alcanzar
esta coraza “salvadora” traerá aparejada un perjuicio económico
inconmensurable. Ligeramente se dice: “avancemos con la presencia del
Estado”, “vamos con las políticas activas del Estado interviniendo los
mercados”, “necesariamente se debe emitir dinero aún a riesgo de mayor
inflación”, “adelante con los controles de todo tipo”, “primero la vida,
luego la economía” (como si una y otra no tuvieran nexo). Puedo llegar a
entender la emocionalidad con la que se vive esta desgracia
humanitaria, pero no puedo comprender la irracionalidad con las que
muchos pretenden que se apliquen esos principios económicos en un país
que ya estaba cercano al default.
¿Puede alguien con sentido común sostener que los innumerables
cuentapropistas (formales e informales) que necesitan de la calle para
subsistir, soportarán por largo tiempo “las cuarentenas” por venir y que
no saldrán a ganarse el pan diario indispensable? Sin hesitar correrán
el riesgo, se expondrán y nos expondrán a los que “por ahora aguantamos”
económicamente. ¿Qué orden recibirán las fuerzas de seguridad? ¿Los
encarcelarán por intentar saciar el hambre? La recomendación hoy
exigible de “me quedo en casa”, no será posible mantenerla por largo
tiempo. Solo los “frescos nabos” que pueden quedarse en sus casas
defienden semejante premisa para todos los argentinos. ¿Hasta cuándo nos
quedaremos en casa? No olvidemos que pestes y hambrunas fueron socias
inseparables cuando el tirano tiempo elongó la primera. No hay silogismo
posible que pueda respaldar que la peste extendida en el tiempo no
traerá hambre. La conclusión nunca puede arrojar un resultado favorable.
Si se materializa esa combinación sería triste, pero sería inevitable.
Es recurrente olvidar que el Estado no es generador de riquezas,
somos los privados los que producimos. Si en las circunstancias que nos
hallamos, tenemos impedimentos para producir y el Estado pretende seguir
esquilmándonos con impuestos, muy difícil será mantener un equilibrio
razonable entre lo que implica asistencia a la salud y no profundizar la
pobreza. En tal caso, el resultado será menos salud, más pobreza.
Quienes cultivan ideas estatistas están de parabienes izando las
banderas del papá Estado benefactor manifestando que es el Estado el que
siempre nos ampara.
En todo este contexto, considero que debemos pensar cómo se
organizará el nuevo orden social una vez dominado el parásito venenoso.
¿Será con más injerencia estatal en virtud de que nos sedujo con la
seguridad que nos brindó durante la vigencia del coronavirus? ¿Será con
nuevas reglamentaciones y regulaciones? ¿El valor de la libertad tendrá
la posibilidad de respirar más oxígeno para que pueda ser más
fructífero?
Tendremos la oportunidad de formular un nuevo contrato social, el
vínculo Sociedad-Estado debe modificarse. Serán tiempos para que surjan
nuevos liderazgos. Ansío que los mismos tengan la lógica que no es el
populismo ni el autoritarismo los que nos conducirán a salvaguardar el
valor de la libertad. Anhelo que el presente que vivimos, con miedos y
pánicos, no los haga arribar al corolario que se debe alimentar al
Leviatán de Hobbes, colocándonos un corsé que encierre el valor de la
libertad.
Vivir en el mundo siempre fue incierto y lo será. Esa incertidumbre y
los riesgos que conlleva nunca pueden dirigirnos a un camino de
servidumbre.
Los valores Vida, Libertad y Propiedad, son los bienes jurídicos que
nuestra Constitución Nacional fijó como ejes de nuestra vida en
sociedad. Los titulares de esos valores somos los individuos, no es el
Estado; éste es quien debe velar que esa titularidad no se traslade
desde los individuos hacia su poder. Esos valores son vitales para el
desarrollo de los individuos en una sociedad, no son creados por el
derecho, éste solo los reconoce y es el Estado quien debe afianzarlos.
La tragedia que sufrimos aumenta la intromisión del Estado en las
libertades consagradas en la Carta Magna con el fin de proteger vidas,
tutelando la salud pública. Empero, reitero, una vez que superemos la
valla que nos inmoviliza, la libertad debe resurgir con la plenitud que
merece. Es una ocasión para estudiar entre otros temas: Cuál es el rol
del Estado, cuánta burocracia necesita para administrarse, a cuánto debe
ascender el gasto público teniendo en cuenta cuáles son las políticas
públicas a las que debe dedicarse, cómo deberían gestionarse las
escuelas en su faz administrativa como pedagógica. También es pertinente
que reflexionemos que el medio ambiente deberá ser respetado cuando
producimos, que al competir debemos atenernos a reglas, que debemos
aprender a cumplir con las normas institucionales.
En fin, debemos aprender a educarnos en la libertad luego de ganar esta batalla.
El autor es abogado y presidente de la Fundación LibreMente de la Ciudad de San Nicolás, Buenos Aires, Argentina.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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