domingo, 28 de janeiro de 2024

América Latina: qual modelo?

 

BLOG  ORLANDO  TAMBOSI

¿Alguien puede dudar de que ninguna otra región del mundo presenta una mezcla tan caótica, confusa y contradictoria de regímenes y modelos políticos y económicos? Álvaro Vargas Llosa para o Instituto Independiente:


Se me ocurren pocas ocasiones en las que haya habido un abanico tan amplio de modelos políticos y socioeconómicos en competencia en América Latina como en la actualidad.

Para empezar, existen diversas dictaduras de izquierda con una orientación ideológica. Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia (aunque en esta última aún no es tan predominante como en las otras tres) forman parte de este desagradable grupo. En el extremo opuesto del espectro, se encuentra otro tipo de autoritarismo. Nayib Bukele de El Salvador disfruta de una gran popularidad y se ha convertido en un ícono de la derecha que defiende la ley y el orden. Sus seguidores atribuyen su éxito en la lucha contra el crimen organizado a su enfoque autoritario.

Después está el peculiar caso de México. López Obrador se presenta como un populista con aspiraciones autocráticas, pero ha introducido dos innovaciones en esta tradición latinoamericana. Una de ellas se refiere al manejo de las finanzas públicas y el banco central. Aunque ha habido excesos, no se equiparan a la expansión fiscal y monetaria típica del populismo tradicional. Esto ha permitido a López Obrador mantener una popularidad ligeramente por debajo del sesenta por ciento, a diferencia de sus homólogos de la izquierda autocrática que son menos populares.

La otra novedad es que López Obrador no buscará la reelección en junio. En su lugar, respalda a Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno de Ciudad de México, una aliada política que le debe su posición destacada en las encuestas y a través de la cual planea gobernar una vez que concluya su mandato. Aunque López Obrador ha debilitado las instituciones republicanas, no ha llegado tan lejos como algunos de sus homólogos populistas con tendencias dictatoriales. La autocracia vicaria que se está desarrollando se debe más a la resistencia de los críticos del presidente que a sus propios escrúpulos.

El brasileño Lula da Silva encarna otra variante de la izquierda populista latinoamericana. Es un megalómano corrupto que busca reorganizar el orden mundial en colaboración con el grupo de países emergentes conocido como los BRICS, y ha acumulado cantidades insanas de poder, incluyendo una influencia considerable sobre un Supremo Tribunal Federal politizado. Pero no es un dictador, ni permite que sus instintos dirigistas dominen por completo sus decisiones frente a la comunidad empresarial, con la que mantiene una relación positiva.

A continuación, se encuentran los países donde el populismo no ha anulado completamente las instituciones republicanas, pero los esfuerzos por establecer un modelo altamente intervencionista (acompañado de un discurso ideológico anticapitalista) han minado significativamente lo que alguna vez fue un sistema mediocre pero relativamente saludable. Colombia, bajo la dirección de Gustavo Petro, se encuentra entre estos países. Aunque le gustaría unirse a las filas de Venezuela y otros, la realidad ha actuado como un freno. En el caso de Xiomara Castro, presidenta de Honduras y otra líder que busca replicar el modelo venezolano, queda por verse si las instituciones de su país podrán detenerla.

El populismo de izquierdas exhibe actualmente una última variante. Me estoy refiriendo al chileno Gabriel Boric. Boric fue uno de los líderes que, en 2019, participó en las protestas callejeras y respaldó esfuerzos violentos para derrocar el legendario modelo socioeconómico chileno. Hubo un momento en el que parecía que la clase media chilena respaldaría este esfuerzo suicida centrado en la refundación de las instituciones y la adopción de una nueva constitución estatista. Sin embargo, las cosas han recuperado cierta normalidad, en parte porque la sociedad chilena se dio cuenta de que se había llegado demasiado lejos y en parte porque Boric ha demostrado ser más razonable de lo que muchos esperaban. Ocasionalmente, incluso critica a algunos de sus colegas de izquierda. Ahora encarna una especie de populismo de izquierda cauteloso y tentativo.

Luego tenemos al tipo de presidente de orientación socialdemócrata. Aún es temprano para determinar si Bernardo Arévalo, recién asumido en Guatemala, logrará superar los intereses mafiosos arraigados que intentaron obstaculizar su asunción al cargo y si se convertirá en el líder moderado de centroizquierda al estilo europeo que aparenta querer ser.

Luego está Dina Boluarte en Perú, una exizquierdista que llegó al poder cuando Pedro Castillo, su antecesor y jefe marxista, intentó un autogolpe y fue depuesto, dando paso a su vicepresidente, que se le opuso valientemente. Una vez en el poder, Boluarte logró detener con éxito una violenta sublevación de la extrema izquierda (decenas de peruanos fueron asesinados, y el incidente está siendo investigado). A pesar de convertirse en una especie de "bête noire" de la izquierda, no puede ser etiquetada como de derechas. Parece estar dividida entre sus inclinaciones socialistas y el reconocimiento de la necesidad de la inversión privada para superar la actual recesión. El resultado no es ni chicha ni limonada, una especie de parálisis que ha generado un descontento generalizado.

En medio de esta confusión y caos, está el argentino Milei. Está tratando de deshacer décadas de populismo de inspiración peronista y una debacle económica mediante algunas de las reformas de libre mercado más ambiciosas jamás emprendidas en contra del statu quo latinoamericano. Aunque es demasiado pronto para determinar si logrará superar los enormes intereses en su contra. Si lo consigue, su modelo socioeconómico podría volverse contagioso.

Finalmente, algunos países siempre parecen avanzar de manera modesta pero constante. Hace mucho tiempo, establecieron instituciones sensatas y adoptaron costumbres razonables que, de alguna manera, lograron preservarse incluso cuando la violencia o la dictadura interrumpieron brevemente el curso de los acontecimientos, resurgiendo posteriormente. Uruguay y Costa Rica son dos ejemplos de estos países.

Dada toda la información proporcionada anteriormente, ¿alguien puede dudar de que ninguna otra región del mundo presenta una mezcla tan caótica, confusa y contradictoria de regímenes y modelos políticos y económicos?.
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