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¿Alguien puede dudar de que ninguna otra región del mundo presenta una mezcla tan caótica, confusa y contradictoria de regímenes y modelos políticos y económicos? Álvaro Vargas Llosa para o Instituto Independiente:
Se
me ocurren pocas ocasiones en las que haya habido un abanico tan amplio
de modelos políticos y socioeconómicos en competencia en América Latina
como en la actualidad.
Para
empezar, existen diversas dictaduras de izquierda con una orientación
ideológica. Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia (aunque en esta última
aún no es tan predominante como en las otras tres) forman parte de este
desagradable grupo. En el extremo opuesto del espectro, se encuentra
otro tipo de autoritarismo. Nayib Bukele de El Salvador disfruta de una
gran popularidad y se ha convertido en un ícono de la derecha que
defiende la ley y el orden. Sus seguidores atribuyen su éxito en la
lucha contra el crimen organizado a su enfoque autoritario.
Después
está el peculiar caso de México. López Obrador se presenta como un
populista con aspiraciones autocráticas, pero ha introducido dos
innovaciones en esta tradición latinoamericana. Una de ellas se refiere
al manejo de las finanzas públicas y el banco central. Aunque ha habido
excesos, no se equiparan a la expansión fiscal y monetaria típica del
populismo tradicional. Esto ha permitido a López Obrador mantener una
popularidad ligeramente por debajo del sesenta por ciento, a diferencia
de sus homólogos de la izquierda autocrática que son menos populares.
La
otra novedad es que López Obrador no buscará la reelección en junio. En
su lugar, respalda a Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno de Ciudad
de México, una aliada política que le debe su posición destacada en las
encuestas y a través de la cual planea gobernar una vez que concluya su
mandato. Aunque López Obrador ha debilitado las instituciones
republicanas, no ha llegado tan lejos como algunos de sus homólogos
populistas con tendencias dictatoriales. La autocracia vicaria que se
está desarrollando se debe más a la resistencia de los críticos del
presidente que a sus propios escrúpulos.
El
brasileño Lula da Silva encarna otra variante de la izquierda populista
latinoamericana. Es un megalómano corrupto que busca reorganizar el
orden mundial en colaboración con el grupo de países emergentes conocido
como los BRICS, y ha acumulado cantidades insanas de poder, incluyendo
una influencia considerable sobre un Supremo Tribunal Federal
politizado. Pero no es un dictador, ni permite que sus instintos
dirigistas dominen por completo sus decisiones frente a la comunidad
empresarial, con la que mantiene una relación positiva.
A
continuación, se encuentran los países donde el populismo no ha anulado
completamente las instituciones republicanas, pero los esfuerzos por
establecer un modelo altamente intervencionista (acompañado de un
discurso ideológico anticapitalista) han minado significativamente lo
que alguna vez fue un sistema mediocre pero relativamente saludable.
Colombia, bajo la dirección de Gustavo Petro, se encuentra entre estos
países. Aunque le gustaría unirse a las filas de Venezuela y otros, la
realidad ha actuado como un freno. En el caso de Xiomara Castro,
presidenta de Honduras y otra líder que busca replicar el modelo
venezolano, queda por verse si las instituciones de su país podrán
detenerla.
El
populismo de izquierdas exhibe actualmente una última variante. Me
estoy refiriendo al chileno Gabriel Boric. Boric fue uno de los líderes
que, en 2019, participó en las protestas callejeras y respaldó esfuerzos
violentos para derrocar el legendario modelo socioeconómico chileno.
Hubo un momento en el que parecía que la clase media chilena respaldaría
este esfuerzo suicida centrado en la refundación de las instituciones y
la adopción de una nueva constitución estatista. Sin embargo, las cosas
han recuperado cierta normalidad, en parte porque la sociedad chilena
se dio cuenta de que se había llegado demasiado lejos y en parte porque
Boric ha demostrado ser más razonable de lo que muchos esperaban.
Ocasionalmente, incluso critica a algunos de sus colegas de izquierda.
Ahora encarna una especie de populismo de izquierda cauteloso y
tentativo.
Luego
tenemos al tipo de presidente de orientación socialdemócrata. Aún es
temprano para determinar si Bernardo Arévalo, recién asumido en
Guatemala, logrará superar los intereses mafiosos arraigados que
intentaron obstaculizar su asunción al cargo y si se convertirá en el
líder moderado de centroizquierda al estilo europeo que aparenta querer
ser.
Luego
está Dina Boluarte en Perú, una exizquierdista que llegó al poder
cuando Pedro Castillo, su antecesor y jefe marxista, intentó un
autogolpe y fue depuesto, dando paso a su vicepresidente, que se le
opuso valientemente. Una vez en el poder, Boluarte logró detener con
éxito una violenta sublevación de la extrema izquierda (decenas de
peruanos fueron asesinados, y el incidente está siendo investigado). A
pesar de convertirse en una especie de "bête noire" de la izquierda, no
puede ser etiquetada como de derechas. Parece estar dividida entre sus
inclinaciones socialistas y el reconocimiento de la necesidad de la
inversión privada para superar la actual recesión. El resultado no es ni
chicha ni limonada, una especie de parálisis que ha generado un
descontento generalizado.
En medio de esta confusión y caos, está el argentino Milei. Está tratando de deshacer décadas de populismo de inspiración peronista y una debacle económica mediante algunas de las reformas de libre mercado más ambiciosas
jamás emprendidas en contra del statu quo latinoamericano. Aunque es
demasiado pronto para determinar si logrará superar los enormes
intereses en su contra. Si lo consigue, su modelo socioeconómico podría
volverse contagioso.
Finalmente,
algunos países siempre parecen avanzar de manera modesta pero
constante. Hace mucho tiempo, establecieron instituciones sensatas y
adoptaron costumbres razonables que, de alguna manera, lograron
preservarse incluso cuando la violencia o la dictadura interrumpieron
brevemente el curso de los acontecimientos, resurgiendo posteriormente.
Uruguay y Costa Rica son dos ejemplos de estos países.
Dada
toda la información proporcionada anteriormente, ¿alguien puede dudar
de que ninguna otra región del mundo presenta una mezcla tan caótica,
confusa y contradictoria de regímenes y modelos políticos y económicos?.
Postado há 3 days ago por Orlando Tambosi
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