BLOG ORLANDO TAMBOSI
Vivimos bajo el Gobierno de quien ha renunciado a la verdad y a la argumentación, y que se aferra a la mentira porque no tiene coste partidista. Jorge Vilches para The Objective:
El miserable acuerdo en Pamplona del PSN con Bildu, a despecho de lo prometido en las elecciones, por orden de Sánchez
y Otegi, confirma una cosa: no es el año de la polarización ni de la
mentira, sino del cinismo. Me acojo a la RAE: «Desvergüenza en el mentir
o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables». Si la
primera acepción de cinismo define al PSOE de Sánchez, la segunda no va
a la zaga: «Impudencia, obscenidad descarada».
El
daño del cinismo no ha estado en la procesión interminable de mentiras,
esto es, en decir lo contrario de lo que se piensa, se sabe o se
siente, sino en la manera desvergonzada con la que se ha vivido y en sus
consecuencias. Es cierto que todos los políticos y partidos mienten,
pero nunca habíamos asistido a una desfachatez como la de Sánchez. La
novedad en esta izquierda, y aquí englobo a Sumar y a los restos de
Podemos, que son marionetas en manos del líder del PSOE, es la falta de
escrúpulos, el descaro y la ausencia de pudor.
La
consecuencia del cinismo ha sido el aumento de la desafección general
hacia la democracia como forma honorable de resolver problemas. De
hecho, el PSOE cuenta con más de siete millones de votantes a los que no
les importa que les engañen o mientan, porque consideran que la
falsedad es un instrumento válido en democracia. Esta degradación moral
es perceptible en la ausencia de coste electoral, porque una ciudadanía
digna y consciente desprecia a los políticos que la estafan o la
infantilizan, y no asume el lenguaje que despreció ayer a pesar de que
lo exija la aritmética parlamentaria. En cambio, el votante socialista
aplaude cuando Sánchez muestra que le ha engañado y repite los conceptos
impuestos por sus aliados, como lawfare.
El
cinismo que ha añadido Sánchez a nuestra vida política es envilecedor.
Si nuestro sistema democrático, el del 78, estaba ya tocado por una
construcción autonómica basada en la injusticia y la desigualdad, ahora
las prácticas de los gobernantes lo dañan aún más. El mal comportamiento
de la élite política, su irresponsabilidad y despotismo, reduce las
esperanzas de la gente hacia el país como un proyecto deseable y
positivo. Ese cinismo continuado alimenta el desánimo y polariza, por
supuesto, porque la reacción contra el cínico es más fuerte que frente
al sincero o el moderado.
Esa
forma cínica de hacer política que tan bien ejecuta Sánchez proviene de
su populismo, esa forma de movilizar al electorado con una retórica
desmedida, frentista y falsa, y en el posmodernismo. Porque esta
izquierda, tanto el PSOE como su extremo, son posmodernos aplicados;
esto es, entienden que la verdad objetiva no existe, sino que es un
constructo sociocultural fundado en el relato que elabora el poder. Y
ahora el poder está en sus manos. Si la verdad, la razón y la ciencia no
existen porque son artificios, mentir y ser desvergonzado no importa.
De ahí las risotadas de Sánchez en su sesión de investidura.
La
izquierda que lidera el PSOE en España es hoy el cinismo en estado
puro, con su dosis populista y la cantidad correspondiente de
posmodernismo. El riesgo es que el cinismo político, como señaló Peter
Sloterdijk, lleva a la democracia iliberal porque hurta la argumentación
racional en la esfera pública. Con el cínico no hay debate sobre los
temas propios de la gobernanza ya que es imposible discutir con la
mentira sistemática y el engaño permanente. El cínico carece de valores y
principios porque solo tiene estrategias para alcanzar y conservar el
poder a cualquier precio.
El
demócrata argumenta y discute. El cínico no, simplemente dice lo que le
conviene en cada momento. No hay intercambio de razonamientos para
convencer, sino ficciones proferidas por el cínico, que miente sin
vergüenza. Por eso es imposible debatir con Sánchez, que convierte las
sesiones de control de las Cortes en un galimatías de exabruptos. Ese es
el motivo de que el sanchismo se dedique a desautorizar e insultar a
sus adversarios más que a debatir sus ideas. De ahí el desprecio a la
derecha, vista como un como objeto que se puede ignorar. El interés del
cínico no está en atraer a la oposición, sino en sacarla de la ecuación,
como quiere el PSOE desde el Pacto del Tinell en 2003.
El
cinismo triunfa cuando el adversario se convierte en enemigo, y sus
derechos e intereses no importan nada porque lo prioritario es su
ostracismo. Es el momento idóneo para pasar de una democracia liberal a
una iliberal, para eliminar la separación de poderes o iniciar una
deconstrucción constitucional por la puerta de atrás, al estilo
posmodernista, usando el lenguaje y la ingeniería social.
Este
2023 ha sido el año del cinismo gracias a Sánchez y a esta izquierda.
Vivimos bajo el Gobierno de quien ha renunciado a la pretensión de la
verdad o a la argumentación racional, y que se aferra con desvergüenza a
la mentira y a la ocultación porque le conviene y no tiene coste
partidista. Puede ser que no pase factura electoral, pero el cinismo es
mortal para la convivencia en democracia.
Postado há Yesterday por Orlando Tambosi
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