BLOG ORLANDO TAMBOSI
Para Axel Kaiser, tanto centro-direita quanto centro-esquerda, na América Latina, não compreendem que todo projeto antimercado não só arruína a qualidade de vida como é incompatível com a democracia (via Instituto Cato):
Hugo
Chávez dijo célebremente alguna vez que el “neoliberalismo” era “el
camino al infierno”. Evo Morales sostendría por su parte que este mal
era “el responsable de los problemas de Bolivia”. En México, Andrés
Manuel López Obrador llegó a afirmar que el país estaba “podrido”
producto de 30 años de “neoliberalismo”, sistema que según él generaba
“esclavitud” y por tanto debía ser superado de una vez. Rafael Correa
advertiría que en Ecuador no iba a permitir “ningún tipo de
neoliberalismo” lo que encontraba ecos en Cristina Kirchner, quien
justificaba sus programas asistencialistas culpando de todos los males
que estos supuestamente iban a resolver al “neoliberalismo”. En Chile no
podemos olvidar que el senador de la coalición gobernante de la
presidenta Bachelet, Jaime Quintana, aseguraba que el gobierno iba a
poner “una retroexcavadora” porque había “que destruir los cimientos
anquilosados del modelo neoliberal”. Gabriel Boric, en tanto, prometió,
luego de ganar la primaria, que Chile sería la “tumba del
neoliberalismo”.
Más
allá de la discusión conceptual, es evidente que cuando la izquierda
extrema se refiere al “neoliberalismo” está pensando en el sistema de
mercado. Lo que se propone destruir, por lo tanto, es básicamente la
libertad de las personas de elegir sus proyectos de vida, para los
cuales la libertad económica es una condición necesaria. Se trata de
transferir a la esfera política, es decir, estatal, las dimensiones más
fundamentales en la vida de los ciudadanos, partiendo por la educación,
las pensiones y la salud. Lo que la centroderecha aun no asimila del
todo –y obviamente la centroizquierda tampoco– es que todo proyecto anti
mercado es, por definición, uno que no solo arruina por completo la
calidad de vida de la gente más necesitada, sino que es incompatible con
la democracia. La cuestión es simple: donde desaparece la libertad
económica no hay democracia porque el poder político controla la vida de
las personas a su antojo. Pero, también, cuando la libertad económica
es severamente restringida, la democracia pasa más bien a ser una
fachada para la explotación de grupos de interés que abusan de las
mayorías en su beneficio. El caso de Argentina lo ilustra perfectamente.
Nuestros vecinos, como casi toda América Latina, son lo que en economía
política se llama “rent seeking society” o sociedad buscadora de
rentas. Las elecciones, por tanto, jamás resuelven problemas reales de
la ciudadanía, sino que constituyen una manera de proveer de legitimidad
al robo y corrupción a destajo que realizan quienes controlan el poder.
Lo
que se debe entender, además, es que, para la izquierda radical, la
misma que donde puede secuestra la democracia, sepultar el
“neoliberalismo” es tanto una agenda de poder como una misión religiosa.
Por eso no les importa condenar a toda la población al hambre y la
miseria con sus políticas. Acabar con la libertad de elegir del “pueblo”
–eso es, a fin de cuentas, el “neoliberalismo”– es una cuestión de fe,
un imperativo moral mucho más relevante que cualquier costo que se deba
pagar.
La
lógica es de la esencia de la revolución socialista: no importa la
cantidad de personas que deban morir, el fin último de erradicar el mal
de la faz de la Tierra es tan grandioso que cualquier precio se
justifica. Y si en el camino servimos a los guardianes de la fe
permitiéndoles vivir como los capitalistas más desenfrenados mejor aún.
Después de todo, los “privilegios” en manos del partido no son
privilegios personales, sino necesidades del pueblo para defender la
revolución de sus enemigos. De igual forma, la superación del
neoliberalismo requiere de élites que se hagan de suculentos ingresos a
expensas de los ciudadanos “liberados”, cuyos impuestos van a servir a
sus salvadores, siempre más inteligentes y más rápidos que ellos.
Este artículo fue publicado originalmente en el Diario Financiero (Chile) el 28 de octubre de 2022.
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