segunda-feira, 1 de agosto de 2022

A origem das sereias: como surgiu o mito da mulher metade peixe.

 



As sereias, como outras tantas personagens mitológicas, continuam sendo uma constante no imaginário coletivo. Ada Nuño para El Confidencial:


Es la más fotografiada de Copenhague y el personaje favorito de muchos amantes de la factoría Disney. Tiene cola de pez y rostro de mujer, y en la antigüedad, además de viajar por las profundidades del océano, cantaba para llevar a los hombres a la locura. La sirena, como tantos otros personajes mitológicos, sigue siendo una constante en el imaginario colectivo. Hasta el punto de que algunos se preguntan si es que quizá llegó a existir un legendario ser parecido, o si, simplemente, los marineros se confundían cuando avistaban manatíes.

Pero, en realidad, las sirenas no siempre fueron seres mitad mujer, mitad pez. Las primeras referencias que se tienen sobre ellas son en la Odisea de Homero, cuando el héroe griego Ulises (aconsejado por la hechicera Circe) escapa del peligro de su canto, tapando con cera los oídos de la tripulación. Él mismo se amarra al mástil del barco para evitar desviar el barco de su curso. Y Odiseo no es el único, pues en 'Jasón y los argonautas' también tienen que evitar problemas con ellas.

Por entonces, Homero señalaba que había dos sirenas en una isla en el mar occidental, entre Aeaea (donde vivía Circe) y las rocas de Escila. Los antropólogos también las relacionan con el paso entre Escila y Caribdis. Más tarde, se ubicaron en la costa oeste de Italia, cerca de Nápoles, y se decía que eran hijas del dios del mar Forcis o del dios del río Aqueloo. En algunos mitos también eran compañeras de Perséfone, diosa del Inframundo, y fueron transformadas en monstruos alados por su madre Deméter. Porque en la mitología griega, aunque atraían a los marineros hacia el caos y la destrucción con su canto, tenían una forma muy diferente: criaturas mitad pájaro, mitad mujer, un poco parecidas a la figura del 'ba' egipcio.

Según algunos antropólogos, habrían evolucionado a partir de un cuento antiguo sobre los peligros de las primeras expediciones, combinados con una imagen de procedencia asiática que mostraría a una mujer-pájaro. Algo así como un pájaro del alma o fantasma alado que roba a los vivos, con bastante afinidad con las arpías. Aunque incluso durante el periodo griego su representación iría cambiando (en algún arte tardío aparecen sin atributos aviares), sería con las traducciones posteriores de la Odisea cuando se iría transformando en lo que hoy conocemos.


La representación griega de la sirena.

La Edad Media marcaría definitivamente ese cambio simbológico de mujer-pájaro a la mujer-pez mucho más sexualizada, que está presente en la mente de todos en la actualidad. Isidoro de Sevilla parece dudar en su 'Etimologías' (compilado entre el 615 y el 630 d.C), hablando de "tres doncellas en parte pájaros, que tenían alas y garras", y asegura que en Arabia "hay serpientes con alas, también llamadas sirenas". En su 'Comentario al profeta Isaías', Jerónimo habla de estas sirenas como algún tipo de monstruos, incluso grandes dragones, que vuelan.

Los bestiarios también tuvieron mucho protagonismo en esta transformación. El bestiario medieval del siglo VII, 'El libro de los monstruos', las describe como seres humanos desde la cabeza hasta el ombligo, con cuerpo de doncella y cola de pez. En el de Bartholomaeus Anglicus, las menciona con las dos formas por si acaso. Aunque el Physiologus original no las menciona, en las diferentes versiones que aparecieron fueron variando (una edición de Berna del siglo IX las describe como seres aviares. Después, por un error, un ilustrador las pintó con forma de serpiente).

En el Bestiario de Northumberland eran una especie de híbrido humano-pájaro-pez con patas parecido a un anfibio, y en general, en casi todas las ilustraciones de la época, esas sirenas 'de transición' iban dominando, hasta que su identidad actual se estandarizó en el siglo XIV.


Estatua funeraria de una sirena del 370 a.C.

El siglo XIX también trajo consigo un gran número de iconografías de sirenas victorianas, sexualizadas y peligrosas. Pintores como Herbert James Draper o Edward Armitage las retratan como seductoras ninfas que tocan el arpa y la lira, y como argumenta un artículo publicado en 'Vice', si nos atenemos a esa evolución estética de la sirena como demonio mortal a una mujer sensual, se podría argumentar que se convirtió en la encarnación de los temores sociales sobre los peligros de la sexualidad femenina, lo que cuadra bastante con las ideas profundamente religiosas del medievo, así como con la imagen de vampiresa que surgió en el siglo XIX.

De cualquier manera, la sirena como mujer-pez ha formado parte de muchas historias a lo largo del mundo. En la mitología siria, Darceto era una diosa con forma de pez, pero cabeza y brazos de mujer que tuvo una hija que llegaría a ser reina de Babilonia. En las islas británicas, estos personajes eran sinónimo de mala suerte, las rusalkas que viven en los ríos y lagos son la contraparte de los pueblos eslavos e incluso en China algunos cuentos antiguos hablan de unas figuras parecidas con lágrimas que se convierten en perlas preciosas. Y, por supuesto, en el norte de España proliferan historias como la Mariña griega, las Lamias del Mar vascas o la Sirenuca cántabra.


Un rótulo sobre las sirenas en Ribadesella. 

Lógicamente, es difícil imaginar que dos criaturas tan diferentes como son las aves (que vienen de los dinosaurios) y los seres humanos pudieran mezclarse en un solo cuerpo, formando un único ser. Teniendo en cuenta que jamás se han encontrado restos fósiles de criaturas semejantes, la evidencia científica también se inclina hacia el lado de la balanza que niega su existencia.

Lo que sí pudo existir fue esa mítica isla de la que habla Homero. La explicación más consistente sería que, efectivamente, se trataba de un lugar de paso difícil para los marineros que se adentraban en lo desconocido, sin saber si esas zonas eran rocosas o no. El griego podría haber imaginado esa historia fantástica para advertir de los peligros de esos lugares a los navegantes curiosos. Nada de manatíes confundidos, mujeres aladas o ninfas sensuales y peligrosas. Simplemente, pura necesidad de supervivencia.
 
BLOG  ORLANDO  TAMBOSI

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