As primeiras imagens do telescópio espacial James Webb mostram imagens surpreendentes do Universo, mas talvez não ajudarão a resolver a questão da existência de vida em outros planetas. Jaime Green para Letras Libres:
La
primera imagen del telescopio espacial James Webb (JWST, por sus siglas
en inglés) fue de un diminuto pedazo de cielo, tan pequeño que, si
voltearas a ver al cielo con el brazo extendido, podrías taparlo con un
grano de arena. Pero, gracias a la potencia del telescopio –dieciocho
espejos gigantes que reportan a un 1.5 millones de kilómetros de la
Tierra–,12.5 horas de observación revelan miles de galaxias en el
espacio. Algunas de ellas aparecen agrupadas, mientras que otras se
muestran cayendo y girando. Hasta las pequeñas manchas en la imagen son
galaxias.
El martes 12 de julio, la NASA
publicó otras cuatro imágenes en las que se muestra el alcance del
telescopio. En la primera se observa el espectro de un exoplaneta, a mil
años luz de distancia, en el que incluso se alcanza a distinguir su
composición química (¡y hasta el hecho de que tiene nubes!), mientras
que la segunda muestra la nebulosa generada por la muerte explosiva de
una estrella. La tercera es la mejor imagen que existe de las galaxias
del Quinteto de Stephan, y en la última se observa un primer plano de la
nebulosa de Carina, una “guardería de estrellas”.
Este
es uno de los grandes momento de la ciencia, de esos que revolucionan
un campo y entusiasman al público. El telescopio espacial James Webb, una misión que lleva 30 años en desarrollo,
ofrece a los científicos una vista sin precedentes del universo en su
edad temprana, de la evolución galáctica y estelar, y de los planetas
alrededor de otras estrellas en nuestra galaxia. La Casa Blanca tomó la
decisión correcta cuando hizo que el presidente de Estados Unidos
revelara la primera imagen. Las celebridades tuitearon las imágenes y se produjo una avalancha de memes.
Se
trata de todo un nuevo vocabulario de imágenes a las cuales darles
sentido, pero el significado intrínseco de las mismas es también
deliciosamente abrumador.
Un youtuber
compartió una imagen que situaba el pedazo de cielo fotografiado por el
telescopio en el contexto de la bóveda celeste, con un “somos tan
pequeños que voy a vomitar”. Un amigo compartió la imagen de la nebulosa
de Carina en su historia de Instagram con un “pst, oye, amigo, ¿quieres
sentir cosas que estabas muy seguro de que el mundo en su forma actual
te había hecho olvidar?”. Los profesionales de la ciencia difícilmente
fueron inmunes. La periodista científica Shannon Stirone tuiteó:
“No puedo superar su estructura. Me siento destruida. El telescopio me
destruyó”. Emily Calendrelli, presentadora del programa de Netflix El
fascinante laboratorio de Emily, hizo un TikTok
en el que compartió un sentimiento que he escuchado de muchos
observadores: “Miro esta imagen y pienso: No hay forma de que estemos
solos en el universo”. Bueno… ¿la hay?
En
la práctica, la búsqueda de vida más allá de la Tierra suele limitarse a
nuestra propia galaxia, ya que es el único espacio en el que tendríamos
la posibilidad de detectarla. Si la vida es algo excepcional, podría
ser que estemos solos dentro de la Vía Láctea, pero estas imágenes del
telescopio James Webb nos invitan a buscar más y más lejos. La imagen
del campo profundo
no ofrece información nueva sobre el tamaño o la edad del universo,
pero sí hace visible su inmensidad. En lugar de 100 mil millones de
estrellas en una galaxia, ahora estamos hablando de aproximadamente un
cuatrillón de estrellas (un número tan grande que parece una tontería,
por eso necesitamos imágenes para que tenga sentido). Incluso si la
existencia de la vida es algo extraordinariamente complejo, esa
complejidad multiplicada por un cuatrillón hace pensar que debería haber
algo más que nosotros habitando el universo.
Esta
confiada especulación es “algo así como mitad ciencia, mitad
sentimiento”, me dijo por correo electrónico el astrónomo Caleb Scharf,
director del Centro de Astrobiología de la Columbia University. Que haya
tanto espacio significa que hay más oportunidades para el surgimiento
de vida, pero no sabemos cuáles son las probabilidades de que la vida
surja en ningún lugar, ni siquiera en la Tierra, donde el análisis a
posteriori hace parecer, incorrectamente, que era una apuesta segura.
Incluso con los abundantes espacios disponibles en el campo profundo,
dijo Scharf, la posibilidad de que haya vida “depende mucho de la parte
que desconocemos, que son las probabilidades de que surja vida, las
cuales podrían ser inimaginablemente diminutas, lo que más o menos haría
irrelevante el enorme número de estrellas y galaxias”.
La
astrofísica Katie Mack me dijo en Twitter: “Creo que es
extraordinariamente inverosímil que la vida sucediera solo en un
planeta, en un sistema solar (entre cientos de miles de millones), en
una galaxia (entre billones), durante 13,800 millones de años”. Scharf
dijo que comparte ese sentimiento, pero hizo una advertencia: “hasta que
sepamos cuál es la probabilidad de que surja la vida (o cómo funciona),
realmente no podemos decir esto ‘científicamente’, ya que se basaría
completamente en suposiciones”. Es decir, no puedes extrapolar la
probabilidad de un evento cuando solo se tiene un ejemplo de su
ocurrencia.
Un
espacio extenso no necesariamente tiene que estar ocupado. Parte del
problema es la edad. Las galaxias en el campo profundo del telescopio
espacial James Webb, y las estrellas que contienen, no son como las que
vemos en el cielo: son miles de millones de años más antiguas.
Especialmente, las manchas rojas más antiguas, que fueron fotografiadas
en su juventud –en la juventud del universo–, serían químicamente muy
diferentes a la Vía Láctea. Las primeras estrellas se formaron a partir
de los restos del Big Bang solo utilizando hidrógeno y helio. Los
planetas se forman del mismo material que sus estrellas, pero esos
elementos ligeros no son suficientes para formar los mundos que pueden
albergar vida tal como la conocemos y seguramente tampoco planetas.
“Para que exista la vida tal como la conocemos”, dijo Scharf,
“construida a partir de elementos como el carbono, el nitrógeno y el
oxígeno, el universo tuvo que haber alcanzado una cierta edad, en la que
las estrellas ya habían producido una cantidad suficiente de esos
elementos”.
Pero
el espacio es más que espacio para la vida. Tal vez sea limitante ver
estas vastas estructuras cósmicas y pensar: este es el lugar para más
cosas como yo. La antropóloga Lisa Messeri, autora de Placing outer space,
me dijo: “Cuando nos enfrentamos con estas impresionantes imágenes a
gran escala queremos tratar de comprender, queremos domar la grandeza”.
Así que buscamos lo familiar. “Tal vez el espacio sea como aquí, pero un
poco diferente”, pensamos. The New York Times
informó que después del evento en la Casa Blanca donde se presentaron
las imágenes, cuando la prensa salía de la sala, el presidente Joe Biden dijo: “Me pregunto cómo es la prensa en esos otros lugares”.
Galaxias,
nebulosas, agujeros negros. Estas incomprensiblemente grandes y –me
atrevo a decirlo– alienígenas estructuras se vuelven manejables cuando
se les piensa en términos de vida. “Lo sublime nos confronta con esta
inmensidad casi indescifrable”, dijo Messeri, “y nos sentimos desafiados
a dominarlo, domarlo, hacerlo comprensible para nuestra pequeña escala
humana”. Hacemos esto recurriendo a la escala familiar del planeta.
Las
primeras imágenes del telescopio espacial James Webb muestran lugares
que no están hechos para nosotros. En lugar de intentar relacionarlos
con mundos terrenales cercanos, podemos ceder ante su aislamiento y
aceptar su soledad, para dejar que estos conceptos transmuten en un
nuevo tipo de asombro. Messeri me dijo que la imagen del JWST que la
dejó boquiabierta fue la del Quinteto de Stephan, las galaxias enredadas
en una danza gravitatoria, pero no solo “fue por su escala”. Después de
todo, el campo profundo muestra muchas más galaxias. Fue “ver a estas
galaxias involucradas en algo. De eso, en sí mismo, se trata no estar
solo”. No hace falta que haya vida para que haya comunión. “Hay otra
forma de pensar sobre lo que significa estar solo, no únicamente en
términos de biología, sino en términos de geografía y gravedad”. Messeri
llamó a esa relación una “especie de comunidad galáctica”. Sin embargo,
es una comunidad a la que no podemos acceder.
Los
científicos estudian durante años y años para poder comprender el valor
de una galaxia por sí sola. El resto de nosotros podemos quedar
asombrados por su escala y fascinados por las bellas imágenes (que no
son imágenes recién capturadas, sino extraídas de la base de datos del
telescopio por científicos y embellecidas con procesamientos y
coloreados elaborados por humanos). Entonces, cuando nos encontramos
pensando ¿por qué esto es relevante?, ¿por qué esto es hermoso? o ¿por
qué esto me hace sentir todo tipo de emociones importantes?, podemos
tomar un atajo y decir “esto parece significativo e inmenso porque
muestra que hay espacio para la vida en el universo”.
Sin
embargo, considera otra posibilidad: ¿y si estamos solos? ¿Qué pasa si
no hay vida más allá de nosotros en absoluto? Entonces, ¿cuál es el
valor y el significado de todas estas galaxias y estrellas casi
incontables hasta ahora?
La
pregunta sobre las posibilidades de vida en otras galaxias
probablemente nunca será del todo respondida, ni en nuestra vida ni en
la de la humanidad. Podemos encontrar microbios en otro planeta o no.
Podemos, con el telescopio espacial James Webb u otro poderoso
telescopio, ver los rastros de vida en la atmósfera de un exoplaneta o
no. De todos modos, ese tipo de evidencia difícilmente nos ayudaría a
concluir si hay alguien merodeando por ahí. Quizás algún día
determinemos las probabilidades de que surja la vida, su frecuencia y su
propensión, y podremos aplicar esos principios a galaxias más allá de
la nuestra. Pero los humanos nunca viajarán a los confines del universo
que se muestran en las imágenes del JWST; nunca los conoceremos con
nuestros propios ojos o pondremos nuestros pies en su suelo. Podemos
contemplar las imágenes capturadas por nuestros telescópicos emisarios
y, al tiempo que nos asombramos con el cosmos, podemos atesorar la vida
en la Tierra. Si queremos extraterrestres, lo más extraterrestre sería
la afinidad con aquellas facetas del universo que no tienen nada que ver
con la vida.
Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.
Jaime Green es escritora. Su libro The possibility of life: Science, imagination, and our quest for kinship in the cosmos será publicado en inglés en 2023.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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