Para Carlos Rodríguez Braun, não pagamos impostos por "serviços fundamentais", mas porque o Estado nos obriga, sob as penas da lei:
Pedro
Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, reveló en su
entrevista con Susanna Griso, que va a poner toda la carne en el asador
propagandístico para confundir más al pueblo en materia fiscal. Sin
embargo, el ejercicio del poder puede suscitar la reacción de las
personas de buena voluntad.
Le
sucedió a Javier Marías, que contó en El País Semanal su experiencia
con Hacienda y “Cómo se pierde el respeto a los impuestos”. En un
episodio kafkiano, el escritor y académico, como otros ciudadanos, fue
hostigado por Hacienda por una suma ridícula, lo que “me hizo
preguntarme cómo es que el Fisco se molestaba y me molestaba tanto para
recaudar una propina”.
En
su respuesta, don Javier incurrió en tópicos del estilo “hay mucho más
que rascar en los grandes defraudadores”, y atribuyó la inquisición
fiscal a los miles de asesores enchufados en las Administraciones
Públicas. Siendo un dispendio improductivo, empalidece frente a los
grandes números del gasto público, que Marías respeta, como respeta los
impuestos. De hecho, invita a pagarlos, porque “nos permiten contar con
Sanidad y Educación públicas, y con transportes”, etc. Este es un error
habitual, que solapa el Estado con la sociedad civil, donde,
efectivamente, los pagos que hacemos nos permiten contar con las cosas
que compramos. Eso es el mercado. La política no es así. No pagamos
impuestos para contar con “servicios fundamentales”, sino porque el
poder nos obliga a pagarlos bajo pena de cárcel –una exposición sencilla
del proceso puede verse aquí–.
El
razonamiento del señor Marías queda así obstruido. Afirma que lo malo
de Hacienda es cuando “se muestra arbitraria y se inventa fábulas”, o
cuando financia a los inútiles de los partidos políticos. En ese caso,
“uno paga todavía, pero con desdén y sin respeto”.
Ahora
bien, la mayor parte del gasto público es establecida y administrada
por políticos honrados y funcionarios probos; y se dedica a la provisión
de bienes y servicios útiles, lo que Javier Marías aprecia y respeta.
Si va a ponerlo en cuestión realmente, más allá de los abusos notorios
que el Estado perpetra de cuando en cuando para que nos quede claro
quién manda aquí, entonces don Javier se verá abocado a indagar sobre la
lógica del propio poder, no el abuso del mismo, sino el propio poder,
o, como dijo Burke: “the thing itself”.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 19 de abril de 2022.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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